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Crónica de una caída anunciada

por el 9 abril, 2014 • 23:02

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1.- Día grande en el Vicente Calderón. El estadio estaba lleno (a diferencia de lo ocurrido la semana anterior en Barcelona) y las gradas rugían. No parecía importar mucho que Arda Turan y Diego Costa no fueran de la partida. Tal era la confianza que Simeone tenía en sus hombres, que avisó el día de antes quién sería el sustituto del delantero hispano-brasileño. Su plan era conocido, pero quedaba la duda de si se podía desactivar. Pronto vimos que no.

2.- En el inicio del partido solo hubo un equipo en el campo, y era el que jugaba de local. Todo el peligro llegaba a partir de la misma jugada: balón largo, Raúl García caía a la banda izquierda culé, le ganaba el salto a Jordi Alba, prolongaba de cabeza para el desmarque de ruptura de Villa o Adrián, que ganaban el duelo individual una y otra vez a Mascherano. Y a partir de ahí, la tormenta. Hasta tres tiros al palo en los primeros dieciocho minutos: dos de Villa y uno de Adrián. Precisamente este fue el inicio de la jugada del gol. El esférico salió rebotado hacia la banda izquierda, Villa centró y puso el esférico para que en el segundo palo Adrián diera un pase orientado con la cabeza a Koke, que entraba solo en el área para anotar el primer y único gol del encuentro. Martino y sus jugadores habían repetido una y otra vez que era vital que los colchoneros no se adelantaran en el marcador, pero no hicieron lo oportuno por remediarlo.

3.- Y lo oportuno era, en primer lugar, igualar al Atlético en intensidad. Se podía pensar que la grandeza de la Champions pasaría factura a los jugadores rojiblancos, pero no fue así. Caras de concentración, ilusión y pasión. Hambre por llegar a las semifinales. Todos los duelos directos iban para el Atlético. Las segundas, incluso las terceras jugadas, también. La motivación no iba reñida con la concentración. Mientras, en el otro lado, el Barça no había comparecido. No podía ni trenzar cinco pases seguidos. La pelota estaba en el tejado de Simeone. Y no la dejó escapar.

4.- Ya hemos hablado de la intensidad y la actitud. Pero la aptitud fue lo más importante. El Atlético presionó la salida de balón del Barça y lo desorientó: Pinto dio algún que otro susto, Mascherano no lo intentó y Bartra no se atrevió. Busquets estaba impreciso y Xavi e Iniesta, desaparecidos. Las pocas veces que el Barça salía, el Atlético defendía en 4-4-2. Messi tenía dos opciones: seguir en su jaula particular o salir a recibir al costado derecho. Lo hacía insistentemente, pero estaba a cuarenta metros del área. La idea de Martino de colocarlo como extremo no surtió efecto, entre otras cosas porque Cesc, por el centro, ni inquietó. Godín y Miranda nunca giraban, siempre veían el juego de cara. Y el Barcelona tampoco tenía superioridad por dentro. Cuando era necesario, Koke y Raúl García –o Adrián– cerraban, y como no había desborde en las bandas, el Barça no creaba peligro.  Solo en el minuto 23, con una excepcional jugada individual de Neymar en la banda izquierda, pareció el Barça inquietar al Atlético.

5.- Los culés, imprecisos, parecían no entender el escenario en el que se encontraban, algo sorprendente para ser jugadores curtidos en mil batallas. Alves perdía el balón una y otra vez, Busquets y Mascherano regateaban dentro del área… Acabó la primera parte y lo mejor para el Barcelona era el resultado.

6.- En la segunda mitad el Atlético pareció dar un paso atrás, y en el minuto 48 el Barça tuvo una ocasión muy clara dentro del área, pero ni Neymar, ni Messi ni Xavi acertaron. El inicio fue un espejismo y pronto se volvió a jugar a lo que quería el Atlético. En el minuto 60, Martino hizo entrar a Alexis por Cesc, que sigue sin aparecer en los grandes días, aunque eso no le penaliza en titularidades. De nada sirvió. Un minuto después entró Diego Ribas, que le puso pausa y juego entre líneas al Atlético. Entonces, el Barça solo encontró un plan de ataque: los centros de Alves desde la derecha. Godín y Miranda sonreían.

7.- Solo Bartra igualaba en cuanto a intensidad a los colchoneros. Los rojiblancos tuvieron más ocasiones en la segunda mitad que el Barça. Desatados por el empuje del Vicente Calderón y por el desajuste táctico del Barça, Pinto acabó siendo más protagonista que Courtois. El Barça pareció acabar de desquiciarse cuando Martino retiró a Iniesta del terreno de juego. El manchego había estado tan impreciso como el resto del equipo, pero en los últimos encuentros había sostenido al conjunto a base de jugadas individuales. Y esta fue una imagen que resume perfectamente al Barça de Gerardo Martino: teniendo que marcar un gol como mínimo en los minutos más trascendentales del curso, Iniesta fue sustituido.

8.- Los últimos minutos se jugaron más en el campo del Barcelona que en el del Atlético, ejemplo claro de lo que había sido el resto del partido. Si se asumió y se anunció que el Barça era el mejor equipo del mundo, se debe reconocer ahora que ya no dispone de tres aspectos vitales para dominar. En primer lugar, el hambre competitiva, los ojos encendidos, la pasión. En segundo lugar, un entrenador que lleva hasta el extremo el juego de posición (con hechos y no con palabras). Por último, unos jugadores que dominan los partidos de élite y llevan el juego a su terreno, además de trabajar para crear las mejores condiciones para que Messi decida.

9.- Se ha pasado del “esperamos que Messi no se aburra nunca” al “no queríamos que Leo tuviera mucha participación”. Casi tres años de diferencia entre estas afirmaciones, pero que desembocan en lo que algunos vienen avisando desde hace un tiempo: entre los comentarios de la directiva y el escaso esfuerzo técnico por hacer que el argentino destaque, Messi pasa desapercibido a menudo, y el Barça no es capaz de soportarlo. Es una paradoja: los culés han dejado de jugar para Messi, pero no pueden ganar un partido de máximo nivel sin una estelar versión del argentino.

10.- Porque el Barcelona ya no juega: hace jugadas. Y no es un equipo que sin juego pueda ganar una competición de la enjundia de la Champions. Todos, absolutamente todos sus éxitos recientes, han llegado a partir de una manera de hacer: el juego de posición, respetado como antes se respetó a Cruyff y Guardiola, cuando no se buscaba el plan B porque el plan A era inmejorable. Ahora se escucharán los cantos de sirena y se pregonará que es el fin del mundo, sin reparar antes en que cuando se deja de jugar se está más cerca que antes de dejar de ganar. El mérito está en que el Barcelona sigue en disposición de ganar dos títulos muy importantes, porque sigue teniendo algunos de los mejores jugadores del mundo. Pero por el camino ha perdido su identidad, lo que le hacía único, lo que le diferenció de los demás equipos del universo.

11.- La obra de Simeone no tiene parangón. Sus jugadores creen y hacen creer. Desde la solidaridad defensiva, el entrenador argentino ha construido un equipo con mayúsculas, que sabe lo que hace y cuándo hacerlo. Desactivó las individualidades del Barcelona, alternó el repliegue medio y la presión adelantada, repitió sin cesar la misma jugada (balón largo para la cabeza de Raúl García y psicosis en el Barça) e hizo entrar a Diego Ribas cuando el partido se empezaba a complicar.

y 12.- Los que consideraron que al Atlético no le alcanzaría para competir por todas las competiciones, que llegaría al final agotado física y psicológicamente (me incluyo), olvidaron que el conjunto de Simeone juega con el alma, pero también con la cabeza. Que donde no llega la calidad sí alcanza la pasión y el trabajo táctico de un entrenador y unos jugadores que están protagonizando una de las historias deportivas más bonitas que se recuerdan. Hoy el Atlético fue una certeza y el Barça no resolvió sus preguntas. Antes lo hacía mediante el juego. Ahora, a través de las jugadas. Simeone lo sabía, y por eso el Atlético está entre los cuatro mejores equipos de Europa.

– Atlético de Madrid-F. C. Barcelona (Vuelta de los cuartos de final de la Liga de Campeones). 9-abril-2014. Estadio Vicente Calderón. 1-0 (Koke).

* Ismael Ledesma es estudiante de Periodismo.

– Foto: Dani Pozo (AFP)




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