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Juegos de guerra: ¿20 años no son nada?

por el 21 marzo, 2013 • 21:50

Cada cuatro años la historia sin fin se repite; muchos jugadores y entrenadores han sido los protagonistas de esta guerra eterna centroamericana, algunos de ellos son recordados como héroes y uno que otro como villano, poniendo su granito de arena para acrecentar una rivalidad encarnecida entre Aztecas y Catrachos, que pocas veces se ve en el mundo del fútbol, rumbo a una Copa del Mundo.

Fue hace casi 20 años, el 2 de mayo de 1993, justo cuando yo estaba por cumplir mis 17 primaveras, cuando México derrotó de visitante por última vez y por goleada de 1-4 a Honduras en el Estadio Tiburcio Carías de la ciudad de Tegucigalpa, como parte de la eliminatoria mundialista de la CONCACAF para el Mundial de Estados Unidos de 1994.

Y aunque el famoso tango Volver y aquel clásico estribillo dicen que “20 años no son nada”, pero aplicado a cosas que no sean del amor perdido de la juventud, en el caso de la selección mexicana representa una larga racha sin poder ganar en territorio catracho a un rival que históricamente ha sido muy duro en su cancha por su juego rudo, en ocasiones antideportivo en pos de ganar como sea.

Sacando ventaja del calor sofocante, la humedad, de un ambiente hostil y agresivo previo, durante y después de cada cotejo, donde la misma prensa alienta y enaltece al público a “defender el orgullo nacional” ante el “gigante de la CONCACAF”, poniendo en ocasiones demasiado picante a un simple partido de fútbol, sobredimensionando algo que, a fin de cuentas, es solamente un juego y nada más, no una guerra.

Muchas cosas han cambiado en estos últimos 20 años en México y el resto del mundo, para bien y otras tanto que… creo estábamos mejor antes. La rivalidad, con tintes de odio futbolístico desenfrenado contra México, por parte de Honduras y en general, coreado por casi cualquier país centroamericano, difícilmente se puede ver en otro lado, en cualquier otro deporte e incluso en el mismo mundillo del fútbol.

Es en este tipo de partidos calientes y de mucha rivalidad (mucho más remarcada y acentuada por parte de los centroamericanos), donde muchas veces se degenera en otras cosas, cuando la pasión se desborda más allá del simple aguante, como se dice en Sudamérica, y tristemente vemos vandalismo y otras cosas nefastas que en pleno siglo XXI suenan absurdas, y más cuando México y sus vecinos tienen muchas cosas culturales que los unen y luchas sociales más importantes en común, que valen más la pena fomentar que el odio enfermizo en una cancha de fútbol.

Con el antecedente de cuatro derrotas consecutivas en eliminatorias, la última sufrida en abril del 2009, con un contundente 3-1, bajo la dirección técnica del sueco Sven Goran Ericksson, los ahora dirigidos por el Chepo De la Torre enfrentan la presión de sacar un buen resultado sí o sí, después del inesperado empate 0-0 ante Jamaica en la cancha del Estadio Azteca, donde la eminente y esperada goleada jamás llegó ante el rival más débil del Hexagonal Final y donde el público abucheó al cuadro mexicano, ante los groseros errores ofensivos y la pasividad mostrada.

Hace 20 años aún vivía con mi padre y estudiaba el bachillerato; los máximos referentes futbolísticos de México en el extranjero eran Hugo Sánchez y Luis García; ahora tenemos al Chicharito Hernández como máximo estandarte, se tiene casi una docena de futbolistas jugando en las ligas más importantes de Europa y se ha logrado un bicampeonato Sub-17, una Copa Confederaciones, el sexto lugar en el Mundial de Alemania y la medalla de oro en Juegos Olímpicos, algo que hace dos décadas sonaría inverosímil y más aún, que México ya se ve como un rival de respeto y no sólo como un competidor más.

La selección mexicana tiene que dejar a un lado los excesos de confianza que tantos tragos amargos le han costado, intentar abstraerse del entorno adverso como aquel equipo dirigido por Miguel Mejía Barón y responder a las entradas arteras del rival con buen toque de bola, no engancharse con las provocaciones y tratar de mantener la serenidad a la hora de ir al frente, sin precipitarse y querer anotar el segundo gol antes del primero, recordando siempre que en la cancha son once contra once y que solamente es un juego, porque el honor de la patria se defiende en otro lado.

* Adal Díaz Meraz.

– Foto: Mexsport




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