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"Entonces marcábamos goles, pero no nos daban trofeos por hacerlo". Telmo Zarra


Deportes / Tenis

Fichajes de última hora

por el 29 septiembre, 2015 • 22:25

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Sobre la bocina. De esta forma entraron Milos Raonic y Jo-Wilfried Tsonga este fin de semana en el saco de hombres que hay que tener en cuenta hasta final de temporada. El canadiense se impuso en el torneo de San Petersburgo mientras que el francés hizo lo propio en el certamen de Metz, dos plazas menores con apenas 250 puntos de premio en las que sus caminos hasta el título estuvieron despejados de las ocho mejores raquetas de la clasificación mundial. Aun con todo, dichas celebraciones fueron la mejor noticia para dos jugadores que llevaban más de un año sin levantar un trofeo al cielo. Cosas del destino, esta vez lo hicieron bajo techo, una condición que multiplica por cien sus ya peligrosas armas sobre el cemento. Esa peligrosidad parecía ya un cuento del pasado, relegada a un segundo nivel solo apto para cuando las primeras espadas dieran tregua. Pero quien tuvo retuvo, y estos dos guardan en su derecha una artillería de posibilidades sin fondo, uno con 30 años y el otro con casi 25. Dos estilos dominantes, agresivos, con problemas ante la adversidad, pero con un puñado de recursos para escapar de ella.

Septiembre bajaba su telón sin novedad, hasta que dos guerreros heridos en su orgullo decidieron presentarse a última hora. Raonic fue el primero en disparar. Y cuando digo primero me refiero a que llevaba soltando bombas desde el miércoles al mediodía. El canadiense acabó la semana conectando 65 saques directos en cuatro partidos donde Evgeny Donskoy (#117), Tommy Robredo (#27), Roberto Bautista (#23) y Joao Sousa (#53) dieron buena cuenta del regreso triunfal del oriundo de Podgorica (Montenegro). Su último galardón databa de julio del curso pasado en Washington, es decir, catorce meses de sequía para un hombre llamado a ser el líder de una generación. En Rusia demostró que el talento simplemente estaba en situación de letargo, atrapado entre lesiones, operaciones y ausencia de sensaciones positivas. El 2015 estaba siendo como un balsa sin remos para él, aislado en mitad de un mar donde las olas le alejaban cada vez más de la orilla, empujándole al fondo del océano. ¡Tierra a la vista! Aunque cambiando la tierra por cemento y las palmeras por misiles a más de 220km/h. Esa es la ecuación que mejor entiende Milos, acompañada de una derecha apabullante y un revés imprevisible. Si estas tres conexiones funcionan, es fácil que al rival le acabe dando un cortocircuito.

La cadena de resurrecciones la continuó Jo-Wilfried Tsonga, perdido en el olvido desde que en el verano de 2014 machacara a cuatro top-10 del tirón en el Masters 1000 de Canadá dando una de las sorpresas más gratas del circuito masculino. Desde entonces, un montón de páginas en blanco teñidas de decepciones (final Copa Davis), quirófanos (antebrazo derecho) y disputas (cese de Arnaud Clémente del combinado francés). Hasta que Metz se asomó al calendario y refrescó al de Le Mans de qué material estaba hecho. Esta vez solo hizo falta vencer a uno de los diez primeros del ránking, un viejo conocido, además de compañero, como Gilles Simon. Ambos contaban ya con dos entorchados en el Moselle Open, pero solamente uno lograría hacer triplete. Como siempre que hay un choque entre franceses, la igualdad es un factor asegurado, dejando que la determinación y la autoridad sentencien quien recoge la copa. Ese terminó siendo Tsonga, protagonista durante todo el año por asuntos ajenos a las cuatro líneas del terreno de juego. En esta ocasión era noticia por lo que había hecho dentro, por su brillante nivel de tenis a lo largo de toda la semana y por su duodécimo título como profesional. Al fin y al cabo, tampoco es culpa de Raonic que empezara el 2015 como la mejor temporada de su carrera (llegó a situarse como número 4 del mundo) y que luego en Montecarlo un dedo de su pie derecho decidiera salirse del tiesto. Y claro, con ello los dolores, las operaciones, las ausencias, la falta de ritmo, la autoexigencia, la presión del calendario y la carrera hacia Londres.

Allí aparece el canadiense como duodécimo clasificado, a casi 1000 puntos de un David Ferrer que ocupa el último vagón del viaje. El caso de Tsonga es todavía peor. Ofuscado por disputar la final de Copa Davis lesionado, el de Le Mans recibió en aquella cita en Lille una soberara paliza de Stan Wawrinka y no pudo volver a saltar al ruedo, viendo cómo su equipo perdía la gran oportunidad de sus vidas. El error llega luego cuando, en vez de ponerle pausa a su recuperación, decide viajar a la International Premier Tennis League a ganar el mismo dinero que había recolectado durante todo el 2014, un movimiento totalmente lícito y respetable, aunque para nada productivo. Aquello le cuesta no arrancar el curso hasta marzo y navegar sin rumbo durante ocho meses con unas semifinales de Roland Garros como gran baluarte. El torneo de Metz aterrizó ante sus ojos para sacarle de la mediocridad y devolverle la confianza que necesitaba para desatarse de las cadenas.

Faltan dos meses para el cierre de temporada y las expectativas han ido arrasando a la mayoría de los jugadores según iban pasando las semanas. Desgraciadamente para el entretenimiento y la pluralidad, el pastel se lo han terminado los de siempre, concretamente se ha repartido en la manera en que Novak Djokovic ha dado permiso. Roger Federer, Andy Murray y sobre todo Stan Wawrinka (campeón en Roland Garros) se han encargado de pelearse por lo que el serbio iba dejando, así hasta llegar al último tramo del ejercicio, la gira indoor, donde el número uno se paseado los últimos años. Que jugadores como Raonic (cinco títulos de siete en estas condiciones) o Tsonga (excampeón de París-Bercy y finalista de la Copa de Maestros) presenten su candidatura para la última batalla es de agradecer, para el espectador y para ellos mismos. Estábamos esperándoles desde hace mucho tiempo y han decidido destaparse justo cuando la gira más cubierta se ponía. Martillazos al servicio, derechazos a mansalva y remates en la red. El juego directo da la bienvenida, otra vez, a Milos y a Jo-Wilfried, dos clásicos sprinters de última hora que no podían faltar a la bajada de telón de este 2015. Eso sí, alistados sobre la bocina.

* Fernando Murciego es periodista.

– Montaje: Fernando Murciego




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