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"Donde está la fuerza también está, en ocasiones, la debilidad". David Llada


Frederic Porta / Firmas

E-pistolario: Xavi no quiere irse

por el 19 junio, 2014 • 19:19

xavig

Querido Martí:

Sentía impulso de ir a la brava, a la amarilla y titular algo rimbombante para captar la atención. Tipo “Toda la verdad sobre el caso Xavi”, sin ir más lejos, pero me entraba la risa acordándome del pobre Savolta. También, puestos a oportunistas históricos, podía intuir un “Xavi no quiere abdicar”, aunque eso ha sido tan repetido por facilón que tampoco merece más cancha. El caso es que, al final, pues eso, que Xavi no quiere irse aun cuando tenga todos los números de la rifa y cuente las horas en Brasil hasta que pueda volar a casa con ánimo de despachar y negociar pronto su inmediato futuro deportivo. Curiosa la situación de Xavi Hernández, destino que parece hoy escrito y predestinado. Él quiere quedarse en su amado club de toda la vida cuando las circunstancias le empujan hacia la puerta de salida. Vivimos los últimos instantes de una formidable carrera en azulgrana y nos consta, de ahí la justificación de esta e-pistola, que al interesado le causa maldita la gracia, que desearía revertir la situación de inmediato. Más claro, agua: Xavi no quiere irse. Le quedan dos años de contrato y no ha variado un ápice su sueño, mil veces expresado por activa, pasiva y perifrástica, de retirarse en el Fútbol Club Barcelona.

En esas estamos. Contradicción en términos: le preparan el finiquito, el adiós, el hipotético homenaje y él, como que no, que preferiría a pies juntillas no moverse. Y si se tiene que ir por fuerza, al menos que sea dejando unas cuantas cosas diáfanamente claras, sin que triunfen las percepciones que pretende extender la corriente de opinión afín a la directiva barcelonista. Al decir de su entorno más íntimo, Xavi no tiene ningún deseo de que se le presente como un pesetero redomado, una especie de avida dollars dispuesto a aprovechar las ofertas millonarias lanzadas desde Catar. Por supuesto, a nadie le amarga un dulce y por mucho que 20 millones de euros por tres campañas de profesorado en el país árabe puedan significar poderosas razones, pesa aún más una colección de argumentos, emocionales y profesionales, a desarrollar en las próximas líneas. No albergo dudas, Martí: Xavi aún desea luchar en buena lid por un puesto titular en la alineación del F. C. Barcelona. Sin privilegios, sin ningún trato de favor por mucho que sea la gran vaca sagrada del vestuario. Simplemente, pugnar en igualdad de condiciones con el resto de compañeros, conocidos o refuerzos, tal como ha sucedido a lo largo de su prolongada y magnífica carrera. Mantiene incólume el anhelo de retirarse en casa tras ampliar ese formidable registro de 784 partidos, que se dice pronto, vistiendo su amada camiseta a rayas. Para meternos en honduras, diríamos que, ahora mismo, la gente próxima al planeta Xavi no ha digerido aún la ambigüedad y tibieza de Luis Enrique, expresada en público durante su rueda de prensa inaugural, y la estrategia planteada por el club, decidido a diseñar el adiós como decisión personal tomada única y estrictamente por el centrocampista, como voluntad de hacer las maletas para aprovechar los petrodólares. Nada de todo eso, la historia de esta contradictoria situación marcha por otros derroteros, bien lejos de tan sesgadas percepciones.

Xavi es un tipo listísimo y no se le escapa que quienes manejan el cotarro han priorizado la captura de nuevos centrocampistas por delante, en evidente ejemplo, de los tan anhelados como postergados e imprescindibles centrales. Rakitic ya cayó en el zurrón y las alturas del club suspiran por Koke mientras el capitán, el cerebro de Terrassa, solo aspira a que le digan las cosas de frente, sin ambages ni medias verdades. Que le comenten si cuentan o no con él de ahora en adelante, máxime cuando el nuevo entrenador es un excompañero de vestuario. Al decir de las fuentes consultadas, Martí, la situación recuerda a nuestro hombre la ya vivida durante los últimos meses de Rijkaard, en aquellos tristemente célebres tiempos de la autocomplacencia. Por entonces, Xavi veía llegado el punto y final, el momento de dar carpetazo a su carrera en el Camp Nou, casi se había autoconvencido para cambiar de aires al considerar finiquitada la buena época liderada por Ronaldinho. Vino Guardiola y le hizo cambiar de opinión. Le convenció, animó y renovó la ilusión para seguir. Por contraste y evidentemente, hasta ahora Luis Enrique no ha repetido la jugada del técnico de Santpedor en comparación de las consideradas odiosas. Al decir de su círculo de confianza, han dispuesto ya de cincuenta ocasiones para charlar del asunto, para clarificar criterios, para decirse las cosas claras y no lo han hecho. Por no saber, tampoco saben cómo jugará el Barcelona a partir de ahora, cual es la opinión y expectativa del técnico asturiano en tal sentido. Nada se ha comentado al respecto.

Contrariamente a cuanto pregona esa corriente de opinión ya mayoritaria, Xavi siente que aún guarda asignaturas pendientes en el Barça. Para comenzar, le molesta sobremanera que se acuse a los futbolistas de la mala temporada vivida, que sean los jugadores máximos y prácticamente únicos culpables del desaguisado a ojos de la afición. En absoluto, no va por ahí. Hernández mantiene en privado que el hambre de títulos no se había saciado, que eso es un cuento chino, y que la profesionalidad del grupo ni siquiera se puede llegar a discutir. Si se trata de apuntar con el dedo y señalar culpables, que enfoquen hacia otras partes. Los males vividos, en gran medida, arrancarían con la errónea decisión de escoger a Tata Martino como sucesor del malogrado Tito Vilanova. Como capitán, ya presentó por conducto reglamentario y en su momento las debidas quejas sobre el insuficiente nivel del equipo técnico capitaneado por el exentrenador de Newell’s. Su método era arcaico, inservible, ineficaz en la preparación y entrenamientos prácticamente desde las primeras semanas de curso. Y Andoni Zubizarreta lo sabía, conocía perfectamente cuan flojos y vetustos eran los entrenamientos porque asistió a la inmensa mayoría de ellos como testigo privilegiado y casi de cargo. El director técnico también conocía el hondo malestar de los veteranos tras comprobar el tristísimo papel secundario al que habían quedado relegados hombres de confianza e indiscutible profesionalidad como Paco Seirul·lo o Aureli Altimira. Incluso el nuevo técnico Rubi, fichado para mejorar el juego de estrategia, ya no contó con confianza suficiente como para imaginar una sola jugada, ni hablemos ya de aplicarla. Zubi optó por no trasladar el malestar de la plantilla allá donde correspondía, más arriba. Seguramente prefirió callar para no enfrentarse a una apuesta personal del entonces presidente Sandro Rosell, único valedor de Martino.

En su momento decidieron mirar hacia otra parte y el equipo entró en declive, en progresiva desmoralización. Los propios futbolistas del Barça eran los primeros en saber y reconocer que ganaban la gran mayoría de partidos por talento y calidad, pero que no lograban dar la talla cuando el rival exigía. Simplemente, no estaban preparados, bien preparados para hacerlo. Ya a lo largo del pasado mes de febrero, cualquiera en el meollo del Camp Nou, en el centro de ese peculiar planeta, sabía que Martino no continuaría, que entrenaba sin ninguna motivación, convencido de que aquello le venía dos tallas grande, tal como, honestamente, llegó a reconocer entre líneas en alguna rueda de prensa. Pasividad por bandera, sin rectificaciones ni sugerencias del cuadro técnico. Como dice incluso el perogrullo del fútbol, entrenas y juegas según trabajas y te empeñas. Por citar un simple ejemplo táctico, Guardiola podía insistir en la presión alta para recuperar posesiones de balón a partir de un excepcional estado físico de forma, desaparecido por completo en estos recientes meses de desazón. Dicho sea de paso, y ya que estamos, Martí, como ha terminado por ratificar el triste papel de la selección del gran Vicente del Bosque en el Mundial de Brasil. Las figuras no se reservaban para tan regio torneo. Simplemente, estaban fundidos, sin pilas. Por lo menos, los blaugranas han estado hechos físicamente unos zorros todo el curso, y de ahí arrancan las penas. Las del socio y las de la Roja.

Completemos el complejo cuadro del Barça en la última campaña con la pléyade de asuntos extradeportivos vividos y, generalmente, padecidos, desde la espantá de Rosell a los conflictos de Messi con Hacienda, la variedad y cantidad de sustos tampoco han contribuido en absoluto a la hora de mejorar el panorama. Algunas vacas sagradas se tiraban de los pelos porque ellos, aunque algunos sectores sigan sin entenderlo, son más del Barça que el mismísimo Gamper, y eso ya es decir el colmo de lo culé. A ciertos chicos, nada de discutirles ni un ápice de compromiso con la causa, ustedes ya conocen los nombres a poco que hayan seguido al equipo. Y son unos cuantos, por cierto. Los veteranos, siguiendo el consejo de los mejores tiempos, creen que cualquier equipo, incluso el número uno, precisa cada año de renovación y caras nuevas, refuerzos fiables que no han llegado en las últimas temporadas, con el puesto de central como más evidente bandera. Sumen a eso que no se supo preservar al grupo humano de la época victoriosa, que iba perdiendo especialistas y recuperadores muy considerados en sus gremios para caer en manos de gente poco preparada. Tampoco ayudaron las novedades sobre el salario de Neymar. Que pasara a ser el mejor pagado alguien que no había empatado absolutamente con nadie vestido de azulgrana sentó como una patada en el hígado. Los cracks, argentino y brasileño, no han congeniado aún sobre el césped, pero fuera de él veremos cómo trampea el club con ambos egos sin que Puyol y, presumiblemente, Xavi puedan ya amortiguar la situación.

La tozuda realidad sostiene que Xavi acabó distanciado de Martino, hombre peor considerado en el vestuario que por la masa social, dispuesta a valorar su perfil discreto, respetuoso y de acertadas declaraciones en rueda de prensa. La respuesta del argentino se hizo notar en los últimos partidos de liga y, en especial, para el duelo decisivo contra el Atlético, cuando cayó del once inicial. Ya entonces, los azulgranas sentían que ganar el título les resultaría arduo porque la preparación física y mental había quedado abandonada bastante tiempo atrás. Ahora, de todos modos, ya no valen lamentaciones. En Brasil, seguro que Xavi aún le da vueltas a la actitud ambivalente, distante del nuevo entrenador cuando él esperaba seguir hasta final del contrato sin trabas, jugando si lo mereciera, ya recuperado el buen tono y de exigencia colectiva del equipo. Ahora mismo, peligra incluso el ADN Barça, el estilo de juego de los años triunfales, depositado en manos de profesionales dispuestos a esgrimir su particular y respetable visión de la filosofía redondeada por Guardiola. Tienen su idea, pero no es la misma.

Puestos a contraprogramar, fastidia bastante al interesado, por cierto, que se diga y mantenga que ya no está para jugar una exigente temporada en el Barça mientras Pirlo, incluso más veterano, recibe parabienes por docenas gracias a su liderazgo en la selección italiana. Xavi quiere y ha querido siempre retirarse entre los suyos. De paso, metidos en este brete, seguro que el de Terrassa desearía evitar la impresión de largarse a por la pasta. Desde el ya célebre interés del Milán cuando apenas tenía 20 años, cada temporada ha recibido tremendas propuestas que doblaban sus ingresos y no se movió de casa por ser, simple y llanamente, un barcelonista absoluto, que ha vuelto sin pretenderlo a vivir fases de sufrimiento y mediocridad, como en aquellos tiempos de Gaspart que parecían olvidados y superados. Sabe que no hay memoria e intuye que la afición no se plantearía si puede o no rendir de haber obtenido algún galardón. Como se quedaron a dos velas, les han entrado ganas de jubilar a las leyendas. Para añadir sal a la herida, reparen en cómo Inglaterra ha tratado a Ryan Giggs y acertarán la manera deseada por el afectado, evidentemente, de ir afrontando el ocaso a su espléndida carrera.

Podría interpretarse, Martí, llegados a este punto, que Xavi Hernández no quiere sufrir. Cree que ya lo ha dicho y demostrado todo, comprueba que no cuenta con complicidad suficiente de la directiva, del nuevo responsable técnico, y ve incompatible la realidad con su íntimo deseo. Querría retirarse aquí, pero otros no son de la misma opinión. Dispone de contrato en vigor, pero le empujan hacia la puerta con disimulo para que acepte la oferta de Catar. Se ve con capacidad para continuar rindiendo a nivel óptimo, pero quien más debería confiar y apoyar ya le ve en declive de trayectoria. Al menos, de todos modos, queden las cosas claras cuando todo indica que nos acercamos a la hora cruel de las despedidas.

Descansa de tanto Mundial y tanto momentazo histórico, que esto no puede ser bueno para la salud. Mental, sobre todo. Un abrazo,

Poblenou, sala de máquinas

* Frederic Porta es periodista y escritor.


– Foto: EFE




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