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"El modelo de juego es tan fuerte como el más débil de sus eslabones". Fran Cervera


Táctica / Equipos

Dinámicas competitivas

por el 14 marzo, 2015 • 14:09

Barcelona v Real Madrid

Nicolai Kondratiev nos hablaba de los ciclos largos de la actividad económica, que nos indicaban, a través de la representación gráfica de una onda, las fluctuaciones económicas y los periodos que él identificaba de expansión, estancamiento y recesión. Kondratiev, en el campo de la economía, nos hablaba de fases de prosperidad, de recesión, de depresión y de recuperación, en horizontes temporales muy largos de entre 40 y 60 años para explicar la evolución de la economía bajo el sistema capitalista imperante.

En el fútbol, los plazos no son, ni mucho menos, tan largos: podemos ver la evolución propia de un equipo en los aconteceres vividos a lo largo de una temporada competitiva y, con un poco de suerte, los contrastes que se pueden manifestar en ciclos ligeramente más largos, periodos de dos o tres ejercicios a lo sumo, momento en que generalmente, y así lo consideraba un genio como Béla Guttmann, la productividad del trabajo de un equipo dirigido bajo una misma figura directiva empezaba a fluctuar hacia valores recesivos.

La clave está en prolongar lo más posible los periodos de expansión y evolucionar hacia un estancamiento progresivamente lento para evitar una recesión que bien podría paliarse con cambios estratégicos y estructurales poco invasivos. Para ello, los procesos han de ser muy sólidos en cuanto a su ideario, contenido, estabilidad político/institucional y previsión del cambio a medio plazo con la disponibilidad de mano de obra adecuada para reemplazar a aquellos altos operarios que se vean afectados por el paso del tiempo o el cambio de expectativas personales. Como vemos, algo realmente complejo y difícil de estimar.

Si a los ciclos de producción y su evolución le unimos la planificación estratégica establecida a lo largo de un periodo competitivo, nos encontramos que en el fútbol de alta competición, al igual que en la economía, se viven y se sufren dos rangos diferentes de dimensiones opuestas. Si en el marco económico nos encontramos con la Microeconomía, es decir, la parte de la economía que estudia los agentes económicos individuales (trabajadores, empresas, consumidores), así como los mercados; y con la Macroeconomía, definida como la parte de la teoría económica que se ocupa del estudio general de la economía, en fútbol viviremos bajo la influencia de la semana de trabajo, el microciclo, y la temporada competitiva o macrociclo. En la valoración de ambas facetas se definirá el concepto que vamos a tratar de comparar, las dinámicas derivadas de la competición, periodos de tiempo en los que el éxito y el fracaso parcial se manifiestan en el tiempo siguiendo ondas de evolución similares a las estimadas por Kondratiev para el sistema económico.

El objetivo de cualquier equipo técnico es proporcionar los medios de acción adecuados para que las probabilidades de victoria se incrementen en cada partido. Para ello nos basamos en el trabajo de prueba, entrenamiento, a través del que trataremos de definir cuáles son nuestras virtudes y defectos para organizar nuestras fuerzas de forma que las primeras se potencien y los segundos tiendan a desaparecer. A ello debemos unir la coordinación de técnicas y procedimientos que nos habiliten a funcionar como un equipo, toda vez que somos una sucesión de intenciones, emociones y actuaciones individuales susceptibles de ser enmarcadas dentro de un modelo que defina una destreza común, jugar en equipo sin menoscabar la potencialidad de cada miembro del grupo.

Ello nos lleva a planificar el trabajo a través de sesiones que se enmarcan en horizontes temporales superiores, como son los ya mencionados microciclos, los cuales se engloban en un rango aún superior llamado mesociclo. En toda esta estructuración de nuestro plan, diseñamos, organizamos, implementamos y controlamos todas las actividades y disciplinas susceptibles de ser utilizadas para incrementar nuestras posibilidades de victoria, para contrastarlas semanalmente contra el rival correspondiente. Nuestro examen semanal nos indicará la mayor o menor dispersión con relación a nuestro objetivo.

Una dinámica competitiva positiva será aquella que nos permita acceder a la victoria de una manera que tienda a ser constante. Ganar de manera continuada en el tiempo. Por el contrario, una dinámica competitiva negativa será aquella que nos haga convivir con la derrota durante un periodo prolongado de tiempo. Entre ambos límites nos encontramos con todas las posibilidades que se puedan dar en la competición.

A lo largo de una temporada competitiva, de un macrociclo, se dan diferentes momentos en los cuales se ve qué dinámica competitiva estamos llevando. Si esta es positiva en un periodo prolongado, la regularidad, objeto principal de la competición, se traduce en acumulación de puntos y en estabilización interna de todos los parámetros y variables que pueden influir en nuestro devenir cotidiano. El modelo competitivo, la forma de jugar, se estabiliza y se consolida, solidificando los factores que lo hacen exitoso y convirtiendo a nuestro equipo en una organización estructural cohesionada y testada en base a la victoria.

Al contrario, si la dinámica competitiva se torna negativa, la regularidad brilla por su ausencia, la derrota se asienta como resultado de nuestro contraste en la competición y todas las variables y parámetros susceptibles de ser trabajados se convierten en afilados argumentos que fomentan la base del fracaso, la duda estratégica. La confianza desaparece y los avatares de lo emocional empiezan a aflorar sobre la vertiente racional.

Analizar ambas dinámicas a posteriori es relativamente fácil, pero la base sobre la que se asienta la responsabilidad de un cuadro técnico es tratar de consolidar la dinámica competitiva positiva a lo largo del tiempo a priori. Para ello deberá elaborar planes, desarrollar acciones que lleven a término dichos planes y ejercer medidas correctoras para que dicho plan funcione. Pero también deberá ejercer una influencia en cada uno de los miembros del equipo para que piensen y se manifiesten de forma que puedan funcionar como un ente superior, un equipo, y para ello se han de consensuar intenciones y negociar intereses. La dinámica competitiva es frágil, depende de la situación emocional y de cómo esta se vaya gestionando en el tiempo. Las emociones de ambos signos se potenciarán o se reducirán en función de muchas variables, la mayoría difíciles de controlar, las incidencias internas y externas afectarán al día a día, al microciclo y a los periodos en los que se procede a preparar cada situación particular, cada destreza que presentar el día de la competición.

Un equipo que es capaz de mantener dinámicas competitivas positivas ha de ser capaz de manifestar un estado de equilibrio que afecta muchas de las dimensiones que componen una labor de dirección y gestión de recursos humanos. Ha de saber gestionar el éxito y sus tentaciones en forma de vanidad, orgullo, soberbia, acomodo, complacencia, etc. Igualmente ha de saber filtrar la adulación y diferenciar la interesada de la que supone un simple refuerzo positivo. Ganar es adictivo, pero cuando deja de ocurrir, como toda adicción, produce un efecto rebote que trastorna y confunde.

Por ello, cuando un equipo logra definir un modelo de juego que le permite mostrar un estilo definido dentro de un marco de variabilidad tan amplio y confronta ese estilo con el éxito durante un periodo prolongado de tiempo, es importante valorar no solo la calidad de sus componentes y las consecuencias del trabajo, sino también la gestión de todas las variables que generan la homeostasis del grupo, el equilibrio interno que le permite lidiar y convivir con todas las fuerzas contrapuestas tendentes a la búsqueda de un mínimo resquicio para interrumpir la dinámica ganadora.

Al contrario, romper una dinámica negativa implica eliminar la costumbre de convivir con el error de manera habitual. Para ello se ha de detectar el foco o los focos que hacen que el error sea el elemento desequilibrador. Y este no siempre tiene que ver con aspectos meramente deportivos. Pero el equipo técnico ha de tener la capacidad para comprender que el foco provocador del desequilibrio estructural ha de ser identificado y, posteriormente, afrontado con medidas que sean paliativas, capaces de transformar la improductividad en rendimiento, el desafecto en empatía, el desapego en compromiso y la cultura de la derrota en un reto. La faceta deportiva siempre va de la mano de la faceta humana, y esta, ineludiblemente, corre paralela a la emoción.

Ganar y perder son consecuencias de muchas fuerzas que convergen en la confrontación. La costumbre de ganar o de perder viene definida por la implementación de líneas de acción que tienden a cohesionar la destreza con el pensamiento positivo y porque estas destrezas sean las idóneas para las particularidades de los miembros que conforman el equipo y que permitan el efecto multiplicador propio del trabajo conjunto.

Aunamos táctica, estrategia, psicología, preparación física, liderazgo, gestión de grupos, método y aleatoriedad para encontrar un camino por todos buscado, pero por pocos encontrado.

Por ello, juzgar las dinámicas positivas o negativas de un equipo en un momento puntual requiere manejar datos, información, pero además sensaciones, intuiciones y coyunturas. Valorar el trabajo de entornos complejos que compiten en mercados (ligas) con fuerzas que no se pueden controlar requiere conocer muchas o todas las variables que pueden incidir en su equilibrio.

El Real Madrid y el F. C. Barcelona han vivido a lo largo de lo que llevamos de temporada momentos de inflexión. Dinámicas competitivas positivas que en un momento dado han cambiado y se han tornado en negativas. La forma de revertir esa dinámica es consecuencia de una correlación de fuerzas tan grande y compleja que avenirse a valorar sus consecuencias se me antoja imposible, pero sí podemos afirmar que conseguir revertir los momentos negativos va directamente ligado a la solidificación de vivencias internas, a la capacidad de un convencimiento colectivo que nace y evoluciona del roce cotidiano, la forma en que se somatizan los pequeños fracasos vividos y la manera en que cada cual se lame las heridas para sofocar el dolor de la derrota. Esa manera de convivir en términos microfutbolísticos viene marcada por la característica del liderazgo, el conocimiento del medio, la credibilidad del mensaje y la forma de hacerlo llegar a los interesados, de manera que los intereses individuales se tornen hacia un interés colectivo de rango superior que los guía a todos.

Por eso unos equipos se derrumban y otros son capaces de retomar su rumbo. Por eso algunos equipos mantienen su camino a pesar de todas las inclemencias que puedan derivarse de la competición. Por eso, mantener la línea a seguir requiere estar convencido de lo que uno sabe, de lo que uno quiere y de lo que uno busca, evitando los bandazos derivados de los malos vientos que azotan desde el exterior, en la forma que sea que se manifiesten.

Ayer era el F. C. Barcelona quien vivía en la vorágine de la duda y del despecho; hoy es el Real Madrid el que sufre las consecuencias de los malos vientos. Momentos competitivos contrapuestos derivados de dinámicas competitivas distintas.

Mantener el rumbo, sostener con fuerza los principios fundamentales que hacen del modelo lo que es, supone lidiar con todos los avatares que surgen de la competición. Por ello, valorar y validar el trabajo en función de la dinámica competitiva que toque vivir lleva implícito conocer los puntos de partida y, sobre todo, qué puertos de llegada se pretendían abordar antes de la competición.

A veces, contextualizamos todo menos la opinión y el juicio.

* Álex Couto Lago es entrenador nacional de fútbol y Máster Profesional en Fútbol. Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad de Santiago de Compostela. Autor del libro “Las grandes escuelas de fútbol moderno” (Ed. Fútbol del Libro).





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