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Protagonistas / Historias

Una pequeña historia de los porteros del Barça

por el 11 octubre, 2012 • 13:51

Los porteros. El elemento diferente de los equipos de fútbol. Diferente en lo estético, en lo psicológico, dos manos en un bosque de piernas. A veces excéntricos, excesivos, sobrios, palomiteros. Todos tienen la gran responsabilidad de ser el último guardián de la portería y, por tanto, el máximo culpable en cuanto su equipo encaja un gol. No hay más que recordar las palabras de Moacyr Barbosa, el celebre portero brasileño del Maracanazo, que en 1994 dijo: “La pena máxima en Brasil son 20 años, pero yo llevo cumplidos 44”. Guardavallas, guardametas, arqueros, cancerberos… son algunos de los sinónimos con los que estamos acostumbrados a nombrar a esta rara avis del juego, si bien nuestros bisabuelos, influidos por el origen inglés del balompié, les llamaban goal-keepers. En las siguientes líneas nos vamos a centrar en hacer un recorrido somero por los guardametas más importantes de la historia del F. C. Barcelona, desde aquellos que hicieron sus pinitos en el Velódromo de la Bonanova hasta nuestros tiempos.

EN EL PRINCIPIO FUE UN NOBLE

Juan de Urruela, marqués de San Román de Ayala, fue el hombre que tuvo el honor de ser el primer portero de la historia del club azulgrana. Fue en un lejano 8 de diciembre de 1899, en un encuentro en el que ante la falta de efectivos, tanto el F. C. Barcelona como el rival, la Colonia Inglesa, formaron con solo diez jugadores. Urruela fue uno de los grandes sportsmen de principios del siglo XX, siendo también un destacado jugador de polo y tenis. Apenas jugó dos partidos como goal-keeper y durante el resto de la temporada jugó como mediocentro e interior derecho en aquel primigenio foot-ball sin entrenadores e indefinido tácticamente. Sin embargo, el verdadero gran portero de los principios de siglo fue A. J. Smart, un inglés con experiencia en su país de origen que destacaba por unos despejes que dejaban asombrada a la neófita afición del Velódromo. De esta primera época de la historia del club cabe destacar que Juli Marial, un entusiasta guardameta, fue durante 1906 presidente del club.

Ya en los años diez, con los porteros vistiendo camisetas diferentes de las de sus compañeros, destacó Lluis Renyé, un portero de gran complexión física y con una altura muy superior a sus compañeros. Desde su atalaya le era sencillo despejar los balones aéreos, lo que agregado a sus grandes reflejos hicieron de él un baluarte del equipo de una época en la que destacaban sus compañeros y futuros entrenadores Romà Forns y Jack Greenwell. Compatibilizaba su pasión futbolística con el atletismo: fue campeón de Cataluña de lanzamiento de disco en 1912. Su vena deportiva no tapó la artística. De hecho, fue uno de los mejores dibujantes del trazado urbano de Barcelona de la primera mitad del siglo XX.

EL DIVINO Y UN POEMA
Ricardo Zamora

Ricardo Zamora

Cuando Renyé tenía 25 años fue desbancado del marco blaugrana por Lluis Bru, al que se recuerda por ser el primero en desarrollar conceptos “modernos” como el blocaje de los balones. Hasta su irrupción, todos los guardametas despejaban los balones sin atreverse a atajarlos. Durante seis años defendió con brillantez el marco blaugrana, siendo el eslabón ideal para dar paso a uno de los mejores porteros de la historia del fútbol mundial, Ricardo Zamora. El Divino, un guardameta espectacular que inventó el concepto de la zamorana, una suerte que consiste en el despeje del balón con el codo, llegó al F. C. Barcelona a los 18 años procedente del Español y en tres temporadas logró ganar una Copa de España y tres de Cataluña, contribuyendo a hacer de aquel Barça un equipo hegemónico en su tiempo. Sin embargo, tras su gran actuación en los Juegos Olímpicos de Amberes pidió un aumento desproporcionado en su ficha, algo que los directivos blaugranas, encabezados por Joan Gamper, no aceptaron. El Español lo recuperó para su causa ante el enfado del F. C. Barcelona y posteriormente ficharía por el Real Madrid, ya con 29 años. Terminó su carrera en el Niza francés junto a su amigo del alma Pepe Samitier.

 

Ferenc Platko

Para hacer olvidar al mítico Zamora, la directiva azulgrana se sacó de la chistera el fichaje de un excelente portero, el húngaro Ferenc Platko, que, junto a Gianpiero Combi, Frantisek Planicka y el propio Ricardo Zamora, era los de los mejores guardametas del mundo en aquel tiempo. Frente a la espectacularidad del Divino, Platko era un portero sereno, muy tranquilo debajo de los palos.

Destacaba por su gran capacidad para las salidas por alto en un tiempo en el que a los porteros se les caían los largueros sobre la cabeza. Además, era muy seguro en los blocajes. En 1928, Rafael Alberti lo inmortalizó en un poema en el que ensalzó su heroica actuación en la final del Campeonato de España en que aguantó todo el partido a pesar de sufrir una grave lesión en la cabeza. Tras aquel mítico encuentro celebrado en El Sardinero ante la Real Sociedad, el poeta lo describió así: “Oso rubio de sangre… oh Platko, Platko, Platko, tú tan lejos de Hungría, ¿qué mar no hubiera sido capaz de llorarte?”.

El sucesor del meta húngaro bajo el marco blaugrana fue Juan José Nogués, un aragonés que terminó para siempre vinculado a Cataluña. Un meta de grandes reflejos que fue el sempiterno suplente de Ricardo Zamora en la selección española de los años treinta. Debutó en el Barça en la temporada 1930-31, tras haber llegado al club procedente del Zaragoza U. D. Perteneció al club hasta 1942, con el parón intermedio obligado por la Guerra Civil. Firmó nada menos que 283 partidos como blaugrana en una etapa de crisis económica y social en un club que se desangraba durante el franquismo. El meta aragonés llegó al corazón de los culés al ser uno de los escasos jugadores que se quedó en el club tras la posguerra, algo que fue reconocido posteriormente, cuando le fue ofrecido ser entrenador del equipo, cargo que ostentó entre 1941 y 1944.

EL GATO DE MARACANÁ
Antoni Ramallets

Antoni Ramallets

Juan Zambudio Velasco fue el siguiente eslabón de la cadena. Un meta murciano que dominaba el juego aéreo como nadie en su época, apoyado en su gran salto y gran capacidad física. Un hombre que se mantuvo como titular indiscutible del marco blaugrana durante casi nueve temporadas (1944-1953), con la excepción de un tiempo en el que una inoportuna lesión ocular le dejó fuera del equipo. Esa lesión sirvió para descubrir al gran mito de la portería barcelonista, Antoni Ramallets, un hombre que había estado a la sombra de Velasco. Poca gente sabe que el gran guardameta barcelonista no jugó con asiduidad hasta los 26 años ante la enorme figura que tenía por delante. Sin embargo, a partir de finales de los cuarenta se hizo con una titularidad que nadie discutiría durante una década. Era un portero espectacular, elegante y muy plástico, reunía todas las condiciones para ser el mejor portero de Europa, solo superado quizás por el gran Lev Yashine. Ganó cinco trofeos Zamora y su carisma todavía es recordado por los viejos aficionados, que recuerdan con enorme afecto al hoy entrañable anciano. Ramallets se doctoró como portero a nivel internacional en el Mundial de Brasil 1950, en el que sus grandes actuaciones le otorgaron el sobrenombre de Gato de Maracaná.

Tras la retirada de Ramallets, muchos porteros tuvieron que sufrir comparaciones con él. El primero de ellos, José Manuel Pesudo, la personificación de la tranquilidad bajo los palos. En cinco años como guardameta azulgrana alternó grandes actuaciones con algunas pifias incomprensibles, si bien su figura nunca se descomponía. Logró como azulgrana un trofeo Zamora y entregó los trastos al joven Salvador Sadurní, que es quien lleva por méritos propios el pesado sobrenombre de heredero natural de Ramallets. Sadurní era un guadameta tranquilo, sobrio, huía de las palomitas y de lo accesorio. Logró un récord de longevidad en el marco blaugrana (16 años), viviendo una gran rivalidad con otros porteros, especialmente con Miguel Reina. Fue el héroe de la Final de las botellas de 1968, una Copa de España ganada por el equipo blaugrana en el Bernabéu en un clima de enorme hostilidad.

Su rival en el marco blaugrana a partir de 1964 fue, como decíamos anteriormente, Miguel Reina. Era la antítesis bajo los palos de Sadurní: ágil, elástico, espectacular en sus estiradas. Un hombre de personalidad y muy decidido en sus salidas fuera del marco. Protagonizó un inédito caso de alternancia en la portería del equipo catalán ya que jugaba él los partidos de fuera de casa mientras Sadurní disputaba los del Camp Nou. Ya a finales de los sesenta y principios de los setenta se hizo con la titularidad en la portería barcelonista, llegando a lograr el trofeo Zamora en la temporada 1972-73.

HEGEMONÍA VASCA

El primer heredero de Sadurní y Reina fue Pere Valentí Mora, un canterano del Reus que destacaba por sus grandes reflejos. Aunque solo fue el portero titular indiscutible en la temporada 1976-77, quedará para siempre en el recuerdo de los culés que fue el titular en el 0-5 de Chamartín. Su figura quedó tapada por un guipuzcoano, Peio Artola, un canterano de la Real Sociedad que llegó a Can Barça por una recomendación de Miljan Miljanic a su amigo Hennes Weisweiler. Era un portero serio, sólido, un icono durante casi una década con su camiseta verde descolorida y el cuello y los puños negros. Terminó siendo desbancado del marco blaugrana por un paisano suyo, emergido de la misma cantera, Javier Urruticoechea. Este, sin duda, fue uno de los porteros más carismáticos de los años setenta y ochenta, un hombre con gran potencia de piernas y reflejos felinos. El Barça lo fichó en 1981 procedente del Espanyol y dos años después terminó de hacerse con la titularidad. Uno de sus grandes momentos como profesional fue el momento en que detuvo un penalti en Zorrilla que supuso la consecución del título de Liga de la temporada 84-85. Detuvo el penalti al Mágico González que acababa con una sequía de once años sin Ligas. Joaquim María Puyal inmortalizó aquel día para siempre la frase de “Urruti t´estimo”, todavía hoy recordada por todos los culés.

Tras Artola y Urruti, otro vasco se hizo con la hegemonía en el marco blaugrana: Andoni Zubizarreta. Llegó al Camp Nou con el difícil reto de desbancar a Urruti y a fe que lo hizo. Como buen representante de la escuela vasca, era un portero de gran colocación, sereno y con gran personalidad. Jugó casi 500 encuentros como barcelonista siendo solo superado por Víctor Valdés. Fue el portero de la primera Champions azulgrana, el portero del Dream Team, el equipo que cambió un ciclo en el club. Sus récords, tanto a nivel español como internacional son mareantes, llegando a batir en su tiempo el récord de internacionalidades con la selección española con 126 partidos. En 1994, tras la aciaga final de Atenas ante el Milan, Johan Cruyff le comunicó que no contaría más con sus servicios, por lo que fichó por el Valencia.

LA LARGA TRAVESÍA

La apuesta del Flaco para suceder a Zubi fue el canterano Carlos Busquets, un guardameta con muy buen pie para sacar el balón jugado y con unas condiciones más que discutibles como guardameta de primer nivel. Desde mi punto de vista, su mejor contribución a la historia del F. C. Barcelona es haber engendrado a su hijo Sergio, un mediocentro que va camino de ser uno de los mejores jugadores de la historia del club. Tras Busquets, una experiencia fallida con Vitor Baia, portero portugués con gran historial que nunca rindió a satisfacción en el Camp Nou y, posteriormente, un parche puesto por Louis Van Gaal con la figura de Ruud Hesp. Un meta holandés que llegó en silencio y que con su profesionalidad y buen hacer se ganó el respeto de los culés.

 

Posteriormente, ya en el año 2000, otro fiasco con Richard Dutruel y el momento de los canteranos: Pepe Reina y Víctor Valdés. Reina fue quien primero tuvo la oportunidad, pero una serie de errores propios de la juventud hicieron que terminara saliendo traspasado al Villarreal como parte del fichaje de Belletti. Quien sí terminó consolidándose fue Valdés. Poco hay que explicar del canterano que no sepan ya todos los lectores. Ágil, felino, con un excelente juego de pies a pesar de errores puntuales, es el portero ideal para el modelo de fútbol del F. C. Barcelona. Si no existiese Víctor, habría que inventarlo, y varios de los grandes títulos que tiene el club no figurarían en las vitrinas. Es un portero que ha sabido aguantar la siempre difícil presión de un equipo tan grande y al que todavía quedan varias temporadas al máximo nivel. ¿El heredero de Valdés? Lo ideal, por el modelo de juego tan particular del equipo es que se encontrara en la casa. Algunos hablan de Miguel Bañuz, un guardameta ilicitano con enormes condiciones. Otros creen que el futuro será negro. Y me explicaré. Será negro porque podría pertenecer a Joseph Fabrice Ondoa, un camerunés de 16 años formado en La Masia, al que solo le falta mejorar en el juego de pies para convertirse en la más firme promesa de la cantera para el relevo de Víctor. Podría ser el primer portero africano en defender el marco azulgrana. Pero esperemos acontecimientos y no juguemos a futurólogos.

 

* Ángel Iturriaga Barco es Doctor en Historia y miembro del GIHNT (Grupo de Investigación de Historia de Nuestro Tiempo). Autor de ‘Diccionario de Jugadores del FC Barcelona’ y ‘Diccionario de Técnicos y Directivos del FC Barcelona’.


– Fotos: blaugranas.com – El Mundo – FC Barcelona




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