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Baresi, Maldini y los inmortales de Sacchi

por el 16 octubre, 2012 • 5:20

En 1976, los hermanos Franco y Giuseppe Baresi acudieron a las instalaciones del Inter de Milán para realizar una prueba de acceso. Giuseppe era el mayor, tenía 17 años y su cuerpo estaba plenamente desarrollado. Franco tenía 15 y aún era delgado y poco corpulento; sus amigos le apodaban piscinin, el pequeñín. Los responsables del Inter le consideraron poca cosa y lo descartaron. En cambio, seleccionaron a su hermano para formar parte del club y años más tarde también de su historia. Llegaría a jugar 559 partidos.

Pero la realidad era que Franco Baresi estaba hecho de otra pasta. Cuando todo a su alrededor se derrumbaba (su madre murió cuando tenía 13 años y su padre cuando tenía 17) él seguía soñando fútbol cada día. En las calles de su Travagliato natal, jugaba sin cesar y pensaba que si el Inter lo había descartado tenía que ser porque el destino le había guardado un lugar en el AC Milan. Así que se presentó a las pruebas de acceso de dicho club y fue descartado. Unos meses más tarde lo volvió a intentar con el mismo resultado. Finalmente, se presentó por tercera vez y los entrenadores decidieron darle una oportunidad en el juvenil. Dos años más tarde ya debutaba con el primer equipo y con 18 años se consolidaba como titular en el eje de la defensa.

Una temporada más tarde, en la 1978/79, el Milán logró el Scudetto que se convertiría en el último título en años. En 1980 el club perdió la categoría por el descubrimiento de una red de apuestas clandestinas que implicaba a dirigentes, entrenadores y jugadores del club lombardo. Baresi nunca fue sospechoso de haberse lucrado con las apuestas y se mantuvo fiel al club que le dio la oportunidad de debutar. A pesar de su juventud, tenía una capacidad de liderazgo y anticipación que enamoraba a la afición.

Una temporada más tarde, en la Serie B, el Milan logró el ascenso. Pero la alegría no duró demasiado ya que volvió a descender al año siguiente. Con la vuelta de Nils Liedhom en su tercera etapa como entrenador del Milan (en la 1984/85), empezaron a sucederse cambios en el equipo. La institución se tranquilizó, el bloque se hizo más compacto y empezaron a intuirse automatismos que darían sus frutos con el tiempo. Baresi accedió a la capitanía con solo 22 años y se convirtió en el buque insignia del equipo. Liedhom le encargó la misión de ser su portavoz en el campo y le transmitió los conocimientos para jugar con una defensa en zona, estrategia en la que Liedhom fue pionero.

 

El 20 de enero de 1985 debutó un chico de 17 años llamado Paolo Maldini, conocido por todos por ser el hijo de Cesare Maldini, histórico ex-jugador y ex-capitán del Milan. Nacido en Trieste, en el seno de una familia de origen esloveno, los padres de Cesare se italianizaron el apellido para mejorar su integración. Así, Maldič pasó a ser Maldini.

Paolo siempre supo que le sería difícil superar la alargada sombra de su padre. Pero estar al lado de Filippo Galli, Franco Baresi, Mauro Tassotti o Alberigo Evani le enseñó a comprender lo que significaba llevar la camiseta rossonera. “Cuando llegué, algunos jugadores me lo enseñaron todo, tenían un concepto de la profesionalidad distinta al resto”. Pero años más tarde admitió que Baresi fue el que más le transformó. “Baresi me influyó mucho. Me sirvió de ejemplo, no sólo porque jugaba en una posición similar a la mía, sino también por cómo llevó ser capitán en un vestuario lleno de futbolistas con mucho carácter.” De esta manera, Maldini se puso a mejorar todos los aspectos de su fútbol, hasta el punto de que, siendo diestro, acabó dominando la zurda a la perfección y ocupó el lateral izquierdo como pocos han logrado hacerlo.

Un año después del debut del joven Maldini, llegaba a la presidencia del Milan el magnate de los medios de comunicación Silvio Berlusconi. Il Cavaliere estaba prendado por el fútbol total que practicaba Arrigo Sacchi como entrenador del Parma (logró ascenderlo a la Serie B) y decidió darle la oportunidad de su vida. Lo contrató a pesar de que como jugador nunca había llegado a ser profesional. También incorporó al equipo a Marco van Basten, Ruud Gullit y Carlo Ancelotti, completando así una plantilla de ensueño. En septiembre de 1987 empezó a gestarse la leyenda de “Los inmortales de Sacchi”, equipo que aún se mantiene como el último en lograr dos Copas de Europa seguidas: las de 1989 y 1990.

 

Con el tiempo, Paolo fue forjando su identidad como futbolista gracias a las ideas relacionadas con el trabajo duro que aprendió de Sacchi, y también de su propia interpretación del deporte: “La base de todo es divertirse jugando al fútbol, si alguien lo considera su trabajo está destinado a retirarse muy deprisa”. Pero a pesar de que Maldini nunca considerase el fútbol como su trabajo, se puede afirmar con rotundidad que en esa plantilla se trabajaba a destajo. Franco Baresi explica que la legendaria defensa formada por Costacurta, Tassotti, Maldini y él mismo se forjó entrenando en partidillos contra el resto de la plantilla del Milán (17 jugadores contra 4 explicó Baresi, aunque otras versiones hablan de 10 vs 4). “Nos hacían sentir los partidos como un entrenamiento”. También descifró la mentalidad con la que afrontaba la zaga los uno contra uno. “El juego se entiende por instinto, antes que ocurran las cosas tú las piensas. Aunque seas más lento que tu rival, si interpretas la jugada antes, llegarás más rápido al balón”. Ese instinto asesino les llevó a descifrar el fuera de juego antes que nadie y a ser los pioneros en la ejecución de un preciso movimiento conjunto que dejaba vendidos a los delanteros. “Marcábamos los tiempos para movernos al unísono, con las líneas siempre juntas y cuidando mucho la ubicación de los laterales.”

En octubre de 1997, 20 temporadas, 6 Scudettos y 3 Copas de Europa después, Franco Baresi cedió la capitanía del Milan a Paolo Maldini. Sacchi también se despidió de su segunda etapa como entrenador y Maldini pasó a ser la referencia del equipo llevando consigo el espíritu de “los inmortales”. La camiseta de Franco Baresi permanecería en San Siro y nunca más nadie podría vestir el número 6.

De la mano de Carlo Ancelotti en el banquillo, Maldini logró dos Copas de Europa (Champions League) más y se retiró con 25 temporadas y 902 partidos oficiales. También su camiseta con el número 3 fue retirada, a no ser que uno de sus dos hijos llegue a la primera plantilla del Milan. En su último partido en San Siro, contra la Roma, todo el estadio le ovacionó excepto los ultras de la Curva Sud. Como capitán, siempre se negó a patrocinarles los desplazamientos y nunca se lo perdonaron. Maldini también demostró ser fuera del campo un auténtico campeón.

 

* Lluc Güell es realizador audiovisual.


– Fotos: El Nuevo Día




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