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El legado de Yago Lamela

por el 9 mayo, 2014 • 15:25

Ha fallecido Yago Lamela, un atleta que pasará a la historia del atletismo español. Su leyenda perdurará en el recuerdo y su duelo con Iván Pedroso en el Campeonado del Mundo en Pista Cubierta de Maebashi será recordado como el más grande que jamás haya vivido un atleta español. Una madrugada del mes de marzo de 1999 Lamela salía del anonimato y ponía contra las cuerdas a uno de los mejores saltadores de toda la historia. El propio saltador cubano admitía que hasta esa competición no conocía a Lamela. Ese día, el asturiano se fue hasta los 8,56 metros que lo convirtieron en recordman de Europa hasta que Sebastian Bayer saltó 8,71 en un controvertido y más que discutido salto en el Campeonato de Europa de Turín de 2009. El duelo con Pedroso tendría una segunda parte en el Campeonato del Mundo de Sevilla uno meses después.

Iván Pedroso, en unas declaraciones posteriores al fallecimiento de Lamela, ha asegurado que la final de Maebashi fue la más emocionante de su carrera después de la de Sídney, que lo enfrentó a Jai Taurima. Una fatídica coincidencia hace que el saltador australiano tampoco esté pasando por el mejor momento de su vida. Su hija de dos años tiene leucemia y está luchando, junto con su mujer, para que pueda sobrevivir.

Sus inicios fueron en su Avilés natal, de la mano de Pepete Suárez, uno de los más históricos del atletismo español: tiene la licencia número 4 de entrenador nacional. Sacó a cientos de atletas, entre los que destacó Lamela, pero entre los que están sus propios hijos Luis Suárez –atleta que venció en innumerables campeonatos de España en categorías inferiores– y Carlos Suárez, uno de los más elegantes atletas de obstáculos y que estudió y compitió a gran nivel en UTEP (Universidad de Texas El Paso), la misma a la fue Bob Beamon. En sus inicios, Lamela hizo un trabajo multidisciplinar que incluyó hacer algún cross. “No tenía cualidades para el cross, eso saltaba a la vista, pero sí muchas otras. Valía para la velocidad, para las vallas, para los saltos, obviamente, e incluso para los lanzamientos” , reconocía el propio Pepete el día de su homenaje.

Su segundo entrenador fue Carlos Alonso, con el que empezó a especializarse en saltos, llegando a ser campeón de Asturias absoluto cuando todavía era cadete. Posteriormente pasó a entrenar con Juanjo Azpeitia, un antiguo saltador de longitud, que fue el que lo llevó a lo más alto. En sus inicios compagino el triple con la longitud, llegando a tener mejor resultados en el triple. De hecho sus primeras actuciones internacionales fueron en esa disciplina. Compitió en el Campeonato de Europa Júnior de 1995 en Nyiregyhaza y en el Campeonato del Mundo Júnior de Lisboa de 1994. Su primer gran salto de calidad fue en 1995, cuando contaba con 18 años y saltó 16,25 en el triple y 7,75 en longitud en pista cubierta. En 1996 acudió al Campeonato del Mundo de Sídney, en longitud, y logró ser cuarto, en un campeonato en el que Raúl Fernández logró la medalla de plata. Después de ese campeonato, Lamela optó por marcharse a estudiar informática a Iowa State, universidad que tuvo ilustres atletas como Nawal El-Moutawakel, campeona olímpica en 400 m. v. en Los Ángeles 1984 y miembro del COI. Su paso por los Cyclones fue corto, dos años de aprendizaje que le sirvieron de enorme experiencia, pero decidió regresar. En su época universitaria siguió compaginando el triple y la longitud.

A la vuelta de su periplo norteamericano es cuando se produce su eclosión deportiva. Llegó al Campeonato del Mundo de Maebashi en 1999 en gran estado de forma, pero en la final batió el récord nacional cuatro veces, puso contra las cuerdas al mismísimo Iván Pedroso y consiguió una más que meritoria medalla de plata con récord de Europa incluido, borrando de la listas al mítico Robert Emmian (8,49). Lamela llegó a ese campeonato con una marca de 8,22 y firmó la siguiente serie: 8,10, x, 8,29, 8,42, 8,26 y 8,56). Una media de 8,32 en los cinco saltos válidos que completó. Iván Pedroso venció en su último salto por seis centímetros. En ese momento, en la historia de la pista cubierta solo dos hombres habían saltado más que Lamela: Carl Lewis e Iván Pedroso. A día de hoy es el quinto de la historia, solo superado en lo que va de siglo por Miguel Pate y Sebastian Bayer.

Ese mismo verano se reeditó el duelo con Iván Pedroso en el Campeonato del Mundo de Sevilla. Lamela alcanzó 8,40 y Pedroso se fue a 8.56, curiosamente la misma marca que había saltado Yago en Maebashi.

Desgraciadamente, después de Sevilla empezaron las lesiones. Inicialmente fue una rodilla. En el Memorial Ivo van Damme de Bruselas tuvo que ser retirado en camilla con la rodilla dañada. Ahí comenzó el calvario. Los ligamentos de la rodilla también se le rompían. Los saltos, sobre todo el triple, son especialidades muy traumáticas que hacen mella en muchos deportistas de élite que llevan su cuerpo siempre al límite.

En el año 2000, como consecuencia de las lesiones, no logró alcanzar el mismo nivel que el año anterior y se quedó en una marca de 8,22. El gran objetivo del año eran los JJ. OO. de Sídney, pero la preparación estuvo lastrada por las lesiones y en la cita olímpica se quedó en la clasificación. Después de la experiencia olímpica decidió tomar rumbo a Madrid y pasó a entrenar con Juan Carlos Álvarez, pero el esfuerzo de ambos no tuvo recompensa y acabó el año con un mejor salto de 8,07.

El siguiente gran campeonato fue en el 2002 y decidió cambiar nuevamente de aires. Se marchó a Valencia, allí se puso a las ordenes de Rafael Banquer, antiguo recordman nacional de longitud y uno de los más afamados entrenadores del panorama nacional. A los pocos meses logró la plata en el Campeonato de Europa de Pista Cubierta en Viena y el bronce en el Campeonato de Europa de Múnich. No era el atleta que deslumbró en 1999, pero estaba volviendo a alcanzar un gran nivel después de tantos contratiempos. El año 2003 fue su segunda edad de oro: logró encabezar el ránking mundial de pista cubierta (8,43) y al aire libre (8,53). Consigue, además, cuatro de los nueve mejores salto del año al aire libre.

En los dos grandes campeonatos celebrados en el 2003 volvió a conseguir medalla. En pista cubierta dominó todas las competiciones, excepto el Campeonato del Mundo de Pista Cubierta en Birmingham, en el que fue superado por Dwight Phillips, y el Campeonato del Mundo de París, donde ganó el bronce en una competición ganada nuevamente por Dwight Phillips y en la que el jamaicano James Beckford fue segundo. Esta sería la segunda y última medalla de Lamela en un Campeonato del Mundo al aire libre. Curiosamente, los años preolímpicos fueron en los que mejor rindió Lamela, pero la espina clavada fue su participación olímpica, la única medalla que se le resistió.

El 2004 estuvo marcado nuevamente por las lesiones y compitió con muchas molestias que le imposibilitaron alcanzar el nivel del año anterior. Se quedó en 8,12 y no logró alcanzar los ocho metros ni en el Campeonato del Mundo de Budapest ni en la clasificación de los JJ. OO. de Atenas.

Las lesiones cortaron la progresión de un atleta que destacaba por su potencia, un atleta que era veloz, pero no el más rápido. Ramón Cid acostumbra a decir, no sin razón, que la velocidad es un requisito imprescindible, pero no único, para ser un buen saltador, y Lamela era rápido. Lo decía Pepete, su primer entrenador. Pudo haber destacado en cualquier disciplina, de hecho estuvo a punto de centrarse en el triple. Los saltadores tienen muchos elementos en común con los atletas de combinadas, de hecho la longitud suele ser un disciplina que manejan con solvencia la mayoría de decatletas de élite. Lamela no llegó a tener el control técnico de Pedroso, que tenía una aceleración más progresiva, pero lograba entrar a tabla muy rápido. La genialidad del saltador cubano es que además de ser bueno técnicamente era insuperable a la hora de competir. Ahora mismo, la escuela cubana está huérfana de saltadores de longitud, no así de triple, pero todos ellos tienen un instinto competidor que les facilita un plus, y Pedroso demostró a lo largo de su carrera que en los momentos más complicados sacaba a relucir toda su magia.

La longitud es la especialidad en la que más influye el estado de gracia, la inspiración el momento, además del evidente estado de forma. Beamon saltó 8,90, pero su segunda mejor marca fue 8,33. Es la especialidad con menos récords del mundo en la historia. De ahí el valor de ver a dos saltadores en estado de gracia. Lo hemos visto con Lewis y Powell en Tokio, Saladino y Howe en Osaka o los dos enfrentamientos mencionados de Pedroso con Lamela y Taurima.

El fallecimiento de Yago Lamela deja consternado a todo el mundo atlético. Fue un atleta de incalculable talento que logró unos registros que están al alcance de muy pocos, pero su perdida duele doblemente por ser un a persona demasiado joven (36 años). La carrera deportiva del mejor saltador español de todos los tiempos ha sido efímera, como su propia vida, pero muy intensa.

* Óscar Fernández Villar.




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