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Deportes / Rugby

House of the rising sun

por el 24 septiembre, 2015 • 9:15

France

Seis días hemos necesitado para ver, al menos, un partido de todas las selecciones candidatas a ocupar los puestos destacados en este Mundial 2015. Es el momento para sacar las primeras conclusiones y contextualizarlas.

La mayoría de los equipos han sido fieles a su estilo de juego:

Inglaterra y Sudáfrica han dejado patentes muchas de sus limitaciones: falta de fluidez en ataque porque sus backs están encorsetados y sus forwards no generan nada más que esfuerzo físico. La diferencia: los organizadores ganaron su partido y los Springboks perdieron su debut contra Japón.

Hemos leído todos los enfoques posibles sobre la victoria japonesa y muy pocos análisis de la derrota sudafricana. El equipo de Eddie Jones hizo muchas cosas excelentes dentro del campo: el line out, el scrum, la rapidez para sacar el balón de los puntos de contacto -evitando así verse superados por la mayor envergadua física de los boks-, el atrevimiento necesario para irse a por el partido en la última jugada…

¿Qué decimos de Sudáfrica?

La situación del equipo de Heyneke Meyer la titulamos en la previa El día de la marmota. Vimos a un equipo deslabazado, sin una idea clara de cómo disputar el partido, jugando en función del planteamiento de un rival inferior y tomando decisiones equivocadas durante todo el partido. Dicho esto, Sudáfrica logró cuatro ensayos (bonus ofensivo) y perdió el partido por dos puntos (bonus defensivo). El impacto de la derrota, dentro del cómputo global del grupo, es menor de lo que parece a simple vista.

Sudáfrica es un caso único, hasta el momento, ya que jugó mal y perdió.

Inglaterra jugó mal ante Fiyi y ganó; Francia jugó mal contra Italia y Rumanía, tiene dos victorias y el pase a cuartos de final muy encarrilado, Gales jugó mal ante Uruguay y obtuvo una victoria acorde a las diferencias entre los dos equipos.

Hacemos aquí un inciso para repetir algo que ya hemos dicho con anterioridad: jugar mal es tomar malas decisiones sobre el campo, y que los equipos que hemos citado no sean capaces de demostrar su superioridad ante rivales netamente inferiores. No se trata de una cuestión estética.

Irlanda era tan superior a Canadá como Gales a Uruguay, los resultados finales fueron similares y sin embargo tenemos la certeza de que los de Joe Schmidt hicieron un gran partido y los de Warren Gatland jugaron un partido muy alejado de su verdadero nivel.

EN TIERRA DE NADIE

Australia

Hay equipos que se quedan en “tierra de nadie” tras esta primera jornada:

Australia ganó con solvencia y oficio a Fiyi, generaron caudal ofensivo, pero lo resolvieron mal en varias ocasiones y eso les costó un bonus ofensivo que puede ser determinante para la clasificación final del grupo. No era descartable esperar que Australia entrase en el partido desordenado y anárquico que le interesaba a los polinesios y ahí se complicasen la vida, pero no fue así y eso indica que Australia es un equipo cada vez más trabajado y serio.

Escocia venció con contundencia a Japón y el partido deja ese regusto de “resultado engañoso” con el cual se justifican algunas derrotas -o victorias- a falta de argumentos más sólidos. Se defendieron los caledonios, con cierto orden, del zafarrancho de combate japonés del primer tiempo. Vern Cotter y los suyos habían tomado nota de las virtudes y defectos que el equipo de Eddie Jones había mostrado en la primera jornada y esperaron pacientes a que el paso de los minutos hiciese mella. Escocia aceleró el ritmo, sus backs encontraron los espacios y ahí gobernaron el partido a su antojo. Los partidos siempre los juegan dos equipos, por mucho empeño que pongamos en centrarnos solo en uno.

JUGAR BIEN Y GANAR. O NO

Japón jugó un excelente partido ante Sudáfrica y gano, jugó un buen tramo de partido contra Escocia y perdió de forma abultada. El juego y el resultado no siempre van de la mano y no es el equipo asiático el único ejemplo.

Irlanda jugó un gran partido ante un rival inferior, esforzándose en mostrar todo ese repertorio de recursos que no habían aparecido en los partidos previos al Mundial. Un bloque perfectamente engranado en el cual todos hicieron lo que se espera de ellos, el famoso axioma “todos hacen todo“. El equipo de Joe Schmidt buscaba recuperar sensaciones y lo hizo de la mejor forma posible, con sus estrellas -Sexton a la cabeza- tomando las decisiones acertadas y no dejándose llevar por la indolencia de saber que aun jugando a tirones habrían ganado el partido con claridad.

Argentina jugó 60 minutos excelentes y 20 minutos regulares contra Nueva Zelanda; la proporción 3 a 1 de minutos excelentes sobre los minutos regulares no les sirvió para evitar la derrota.

Los Pumas demostraron casi todas las ideas que adelantábamos en su presentación: quisieron la pelota, la tuvieron y la utilizaron con la inteligencia y el criterio suficientes como para obtener réditos de puntos y superioridades numéricas ante los todopoderosos All Blacks.

Dijo Daniel Hourcade al final del partido: “El problema fue que cuando ellos agarraron la pelota no la volvieron a soltar y cuando ellos la perdían se la devolvíamos de una patada“. Argentina quiso y tuvo la pelota durante 60 minutos – mientras les aguantó el físico- a partir de ahí, el famoso momentum de los neozelandeses.

Nueva Zelanda estuvo por detrás en el marcador y con inferioridad numérica de trece contra quince e hicieron de todo menos ponerse nerviosos. Se dedicaron a labores que les resultan poco habituales: intentar frenar las acometidas de un rival que es superior a ellos en juego y les está sometiendo en el plano físico; siguieron trabajando de acuerdo al plan establecido y a partir del minuto 60 dieron el golpe de timón para asegurarse la victoria. Esa adaptación al medio y al rival también es jugar bien, por mucho que en el caso de Nueva Zelanda parezca que no resulta suficiente y que siempre tengan que ser deslumbrantes.

* Javier Señaris es analista de rugby.

– Fotos: Getty Images




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