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"La simplicidad es la máxima sofisticación". Steve Jobs


Firmas / Frederic Porta

E-pistolario: Cambio de sección

por el 29 enero, 2015 • 21:08

 

Querido Martí:

Sabes que no soy nostálgico, ni acostumbro a confundir la e-pistola con diván donde soltar cuitas, pero temo que esta vez registraremos alguna mirada atrás. Vayamos a ello: acuérdate de nuestros viejos tiempos en ruidosas redacciones, cuando por curiosidad y deseo constante de tentar las propias zonas de confort –aunque ni siquiera existiera el concepto–, pedíamos el cambio de sección y nos íbamos de mudanza a sociedad, política, cultura, allá donde nos quisieran y dejáramos de escuchar el sonsonete cínico, nunca del todo desterrado, de “el que vale, vale y el que no, a deportes”. Podría ampliar por ahí, Martí, dejémoslo estar. Ahora, en esta mañana soleada, preferiría que platicáramos sobre mil aspectos del juego, que sé yo, antes de acabar resignado a contar lo que nadie cuenta, desde el exilio de una nueva sección. Preferiríamos divagar sobre aquel Atlético de Buenos Aires con Capón, Ovejero, el Panadero Díaz, el Cacho Heredia, el Ratón Ayala, Benegas, Bezerra y la compañía patibularia al que anoche rindieron sentido homenaje unos cuantos colchoneros sin siquiera ser conscientes. Nos quitaron cuatro décadas de encima, hasta podíamos ver el espectro de Jimmy Johnstone, extremo de aquel Celtic, revolcándose por el césped. Podría interpretarse también como brindis en memoria la jugada del minuto 8, esa en la que Messi pegado a la cal realiza un recorte torero a Mario Suárez para iniciar una descomunal acción de contraataque de manual que habría hecho hombre feliz al mismísimo Luis Aragonés, paradigmático amante del contragolpe bien urdido si nos atenemos a las percepciones del juego y a las etiquetas que colocamos con esa alegría tan nuestra. Ese solo movimiento, que fue como una obertura de eterna sinfonía, da para tres ensayos o tesis doctorales sobre el aprovechamiento genial de espacios mínimos, ni te cuento ya si añadimos el pase pirata en profundidad de Luis Suárez, daga hendida al abordaje, o la resolución letal de esa gacela mulata en el tiro cruzado. Con todo el pack de escasos segundos, con ese simple parpadeo, una enciclopedia podríamos escribir.

O el zapatazo de Arda Turan, delicia turca. O la carrera agónica, digna de aquel que huye de la parca, firmada por Alba en el tercero. O el exquisito golpeo de Ter Stegen, cómo jugar con doce cuando tu arquero posee los pies danzarines y precisos de Astaire para colocarla justo donde aguarda el sprinter en aquel gol anulado, lástima de belleza no consumada. Nada, no, no hablaremos de eso, aún a mi pesar. Ni disertaremos tampoco de la aciaga actuación del juez, al que sus apellidos futboleros apenas sirvieron para certificar que aquí, por lo que respecta a los estamentos federativos, ni siquiera hemos vivido la transición, continúa la misma carcunda y caspa de tiempos inmemoriales, perpetuación de La oficina siniestra de La Codorniz. Si esto fuera democracia plena, activa y participativa, de qué pitaría gente tan carente de fundamentos, criterio y capacidad para juzgar de modo instantáneo, de qué se sancionaría a un reincidente con dos encuentros, de qué se insultarían como cocheros los gerifaltes del engendro, esos de tan dudosa catadura moral, o de qué tantas carencias y situaciones disparatadas como las que vivimos los seguidores del balón en esta ya de por sí peculiar piel de toro. Eso, todo eso, política, como todo en la vida. Como la que me ha llevado al cambio de sección, a darme cuenta que escribo, Martí, sobre política del Barça, peculiar hiperespecialización en la que casi nadie repara, insultante minoría, a pesar de su tremenda transcendencia. Convertido en cronista de sus paradojas, analista de sus deslices, les veo hoy, en gráfica analogía, igual que la infantería alemana progresaba en la acción de combate parapetada tras su Panzer, escudo de vida. Aquí, el imponente tanque de impenetrable grosor es Messi, por supuesto, y entre el comando que conquista y ocupa nuevas tierras se advierte al especialista en granadas de mano, mercenario brasileño ya asimilado, y al señor del lanzallamas devastador, de momento aún silente, de origen uruguayo. Avanza el carro de combate mucho mejor desde Anoeta y en los despachos se friegan las manos, convencidos de que si entra el balón –qué primario es todo, cuan previsible–, ellos se saldrán con la suya aunque la pifien por sistema. Y la suya no es otra que ganar las elecciones a pesar de la tremenda, inacabable retahíla de crasos errores cometidos.

Al paso que vamos, les salvará el talento de sus futbolistas, la formidable e innecesaria inversión realizada sin criterio ni proyecto al que vestir. Ellos, que anunciaron elecciones rogando fair-play al personal en otra muestra evidente de su cinismo, de ese tirar la piedra para esconder la mano que les caracteriza en vida y obra, ya andan en campaña de continuo mitin, globos y besos con foto al niño para la portada de mañana sin apenas disimulo. Antes, el huido no quería cargar con el peso de los hipotéticos infantes muertos, desmesura verbal pronunciada en su evidente limitación oral con el fin de evitar entonces definición más pedestre, consistente en afirmar la obligación de pasar por taquilla para todo quisque, que nada de llevar el crío al campo por la patilla, hasta ahí podríamos llegar, que para eso no hemos hecho todo un máster en escuela de negocios reñida con cualquier mínimo atisbo de corte humanista, altruista o solidario. Ahora, un directivo encargado de lo social (lobo al cuidado del rebaño, que a ése también lo conocemos), afirma pomposo a los cuatro vientos que entrarán gratis hasta los 14, que no falte de nada. Y de propina, los socios mayores de 70 con solera y antigüedad, también, lo que sea menester para rapiñar, si pueden y les dejan, los 2.500 votos de ese colectivo. Demagogia, proclamas electorales, medidas oportunistas para perseguir su sueño más húmedo, su ambición extrema, ningún otro que proceder a la carísima remodelación del Estadio, cornucopia de la abundancia ante la que algunos directivos encargados del suculento asunto han dejado incluso de buscar trabajo para dedicarse a ella. Y no de manera desprendida, por supuesto. ¿Qué encierran ahí? Podemos sospecharlo, pero en la sección de política se precisan pruebas, esas pruebas de compromiso y manos atadas, beneficios privados, contratos firmados que buscan como locos todos los equipos aspirantes a la presidencia, grupo salvaje que, de salida, antes de conseguir el refrendo de firmas imprescindible, cifraríamos ya entre ocho y diez aspirantes. La propia junta, nos comentan, se desgajara en tres, tiempo habrá para versar sobre ello. Y mientras los mentideros hablan y no paran sobre las cosquillas que le buscan al ex para evitar que se presente mediante escándalo, la realidad va más allá: Todo el mundo prepara su dossier, su cantidad de lodo (por no emplear términos malsonantes) que lanzar a la cara del contrincante, de ahí que Barcelona entera sea comidilla de continuos rumores. Distraídos, lo estamos, para qué negarlo.

La evidencia, eso que el socio no registra porque solo sabe de marcadores, demuestra que se han lanzado como fieras a por el segundo mandato, los mismos perros con distintos collares, sin ánimo de faltar sino de recurrir al sabio y gráfico dicho popular. Han desmontado la paupérrima herencia del huido –al que siguen echando incienso en los mentideros cómplices, vete a saber qué comparten– y andan desesperados por ofrecer imagen de solvencia cuando solo perseveran en rellenar hojas y hojas de incomprensibles decisiones. Tomemos, por ejemplo, la nueva cúpula deportiva dotada hoy de inextricables (o sea, nulas) competencias si no puede fichar como castigo por aquel rasgo soberbio del Ausente, fechado en enero del 2013, al afirmar que cerraría la amenazadora carpeta FIFA con dos simples llamadas, evidencia que sus sucesores siguen negando y era chulería tan demostrable en hemeroteca como gratuita y prescindible. Han puesto a cuatro señores como hubieran podido colocar a cuatro del GH Vip, un suponer, igualmente dotados en el conocimiento del fútbol, las ganas de trabajar y la idea a seguir que los finalmente elegidos. En sinónimo, cero o nada. Y los fichan y nombran a escasos meses de los comicios, que también son ganas. De propina, el presidente accidental continúa con su frenético tour por emisoras y todo aquel que disponga de altavoz puliendo su mejor papel actoral, consistente en poner cara de bendito y darle a la matraca sin descanso en aquello tan clásico del “usted pregunte lo que quiera, que yo le contestaré lo que me venga en gana”. Sus asesores, claro, inveterados amantes de la libertad de expresión, siguen atornillando a los escasos medios disidentes y a las plumas presuntamente independientes, pero eso, por supuesto, carece de toda importancia. Con ese detallito, en una democracia sana ya habrían tenido que dimitir. Lástima, nuestra democracia es la que es. Carente, frágil y abollada, dejémoslo ahí.

Nos hallamos, Martí, ahora que realizamos editoriales políticos a partir de lo deportivo, en tesitura inédita a lo largo de la trayectoria vital culé, consistente en ver cómo Messi y sus compinches pueden brindar nuevo mandato a los actuales gestores solo por cumplir con su trabajo al nivel del innegable talento que derrochan. Con un solo título, bien voceado desde los cómplices mediáticos, continuarán para alcanzar su cima privada, la remodelación de los 650 millones –más de 100.000 millones de pesetas, situemos de una vez la magnitud de tamaño desbordamiento–. Si perdieran los futbolistas, a éstos les quedaban cuatro días. Como el equipo vence, ofrece continuo oxígeno (quien sabe si a su pesar) a sus superiores, camino de eternizarles en el mando, pavimentando el terreno para que perpetren fechorías capaces de situar en entredicho el futuro a medio plazo de tan poderosa entidad. Es curioso, con Gaspart, aquel prodigio de la naturaleza desbocada, los socios estaban avisados de antemano y aún así, le votaron. Tras tres años de continuo disparate, salpicado de sospechas y temores aún por investigar, el mismo segmento que le aupó y por extensión, amplísimas capas de la masa social llegaron al extremo de desear el hundimiento total de la nave, que perdieran hasta los amistosos, para proceder al ansiado relevo, tamaño grado de toxicidad alcanzó la situación. Hoy y aquí, desear que Messi, Neymar, Suárez, Luis Enrique y la compañía sean derrotados equivale a dislate extremo, a locura total, si el efecto a tal causa implica perder pronto de vista a tan mediocre tropa. Sería muchísimo más fácil separar grano de paja, tan simple como ilusionarse con la campaña del equipo hasta donde pueda llegar en las tres competiciones y, en paralelo disociado, cuando llegue la hora del voto apostar por el cambio, por suspenderles en la nota, abrirles la puerta y desearles caballerosamente buen viaje si no han dejado un pufo en caja.

Confiar en alguien que devuelva el club a su utopía recién conocida, a su Eldorado demostrado, al puerto de Ítaca donde ya fondearon, implicaría abandonar este sentido patrimonial de la clase dirigente, desmarcarse de la mancha catarí, evolucionar el modelo cerrado con novedades y correcciones sobre el desgaste vivido en otras áreas no comentadas –por ejemplo, el filial y el bajón del fútbol base, avispero donde más vale no meterse ahora– y, ante todo, saber elegir al nuevo presidente entre los candidatos. Mucho más sencillo, si nos paramos a pensar, que echar la temporada deportiva al garete solo por deseo de volver a ser bien gobernados. El barcelonismo, Martí, anda pendiente del marcador, solo eso, no le importa nada más. Y ya ha llegado la hora de darse cuenta de que así no va a ninguna satisfactoria parte, tras 115 años de emperrarse en no hacer lo que dicta el sentido común, el tópico del seny. Messi es el presidente, el equipo vuelve a sostener al club y mientras dure la ilusión, seguirán los mismos gestores. Vaya regla de tres, qué cosa tan primaria. La sección de política en el diario Barça consiste en sota, caballo y rey. En la vida real muestra riqueza de lecturas y vericuetos. Aquí, todos sabemos cómo acabará el cuento. De momento, ya han sorteado los obstáculos de una espinosa Copa. Y seguro que algunos interesado han descorchado botellas para celebrarlo. Eso es lo que hay, a ver quien es el guapo que se lo dice al socio de calle.

Nada, seguimos, a ver si en la próxima reflexionamos sobre la teoría de los vasos comunicantes aplicada a las potencias del fútbol español, experimento dadaísta en planteamiento que lleva camino de convertirse en empírico gracias a la presión de los medios dedicados al entertainment balompédico. Qué curioso, oye. Un abrazo.

Poblenou, menudos son los vecinos en eso

* Frederic Porta es escritor y periodista.





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