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“El crédito no existe en el deporte”. Pep Guardiola


Frederic Porta / Firmas

E-pistolario: Extraños frutos

por el 20 marzo, 2014 • 17:24

Josep Lluís Núñez, Ferran Ariño y Nicolau Casaus, candidatos a la presidencia en 1978.

Josep Lluís Núñez, Ferran Ariño y Nicolau Casaus, candidatos a la presidencia en 1978.

Querido amigo:

En semana de clásico, choca comprobar que el árbol del barcelonismo ofrece extraños frutos. En lugar de centrar el debate sobre expectativas o alineaciones, de ahondar en el gran pulso entre superpotencias, pasamos la víspera encerrados con curiosos juguetes, como si sonara de fondo Billie Holiday rasgando entre sus cuerdas vocales aquel espeluznante Strange fruits, preciosa perla de su repertorio. No aclararemos aquí y ahora a qué se refería la Dama del Blues en tal canción por no adoptar, de entrada, un tono excesivamente lúgubre. Empecemos por lo pesimista, en todo caso. Ya sabes que albergo la idea sublimada del Barça como enorme generador en expresión pura de democracia activa y, por tanto, mientras unos se lamentan de derrotismos y victimismos, a servidor le parece todo estupendo, cuantas más opiniones, sesgos y más libres, mejor. Gerardo Martino anda cabizbajo y meditabundo, dicen, tenso en las ruedas de prensa y al personal le ha dado por atizarse de nuevo en carne propia con el flagelo. Claro, pobre hombre, la presión del maldito entorno. Hay que ver, buena gente, lo corrosivo que resulta este fenómeno cainita y autodestructivo. Y hay, porque siempre sobra de todo en este paisanaje, quien le arrea con ganas al mensajero por haber sido un medio nativo y público el encargado de dar la presunta exclusiva sobre sus ganas de poner pies en polvorosa. Que el hombre se larga, vamos, tan pronto como pueda. Y si pilla el cargo de Sabella, podrá cantar bingo, pero eso lo dicen en tercer término y con la boca pequeña. Ya ves, pobre Martino. Anda ya, a otro perro con ese hueso. Si el Tata se mira al espejo y ve a Atlas cargando apesadumbrado con el mundo sobre sus espaldas, es su problema, que alguien le cante la sempiterna copla dedicada al gran Manolete por sus detractores: “Si no sabes torear, pá que te metes”. Si el Barça queda por encima de tus posibilidades, no eres entrenador para élite, que esto no es tan complicado como parece si muestras personalidad para aislarte, currar conforme creas que debes hacerlo y, sobre todo, no permites que tus presuntos aliados superiores te coman la oreja a base de tergiversaciones de la realidad.

Y Martino, ya puestos y en el Bernabéu, puede cavar la fosa de un prestigio aún por ganar, que esta no es la reedición del pobre Robson de rutilante plantilla y traductor aún resabiado por el desprecio, no. Será su Little Big Horn y morirá, si le parece bien hacerlo, con las botas puestas en la liga caso de atender a políticas y olvidar justicia en la alineación. O pone al once que mejor le rinde o que luego no pida clemencia. O sea, que juegue Pedro, leche, y se olvide de Neymar por evidentes razones de meritocracia. Atender al millonario coste del mal llamado jugador franquicia no debería figurar entre los postulados y valores de un entrenador recto y como mandan los cánones. A don Gerardo, recordemos, se le contrató para dar un pasito adelante en la evolución del modelo cerrado y, por lo visto, dado que sus superiores tampoco le adjudicaron nuevos mimbres, apenas ha conseguido dar un par hacia atrás, pareciendo que atiende alguna desfasada consigna leninista aplicada al fútbol en aquello de compensar avances con retrocesos de la historia, un lío que al final no conduce a nada práctico y positivo. Al Tata, sabiendo o sin saber, le han colocado el disfraz de chivo expiatorio y él ha dado un giro hacia la puerta de salida, aprovechando la hipotética oferta del cargo de seleccionador argentino para largarse con viento fresco cinco minutos antes de que le den la también hipotética patada, caso de confirmarse que este año la única copa que levanten sea en alguna celebración familiar. Martino se ha colocado solito en el disparadero, poco hábil, haciéndole de paso un favor a la directiva al posicionarse como futuro escudo que les pare el plausible golpe. O más que golpe, sismo de algunos grados en la escala Richter. Como no ganen nada, preparen la silla para seguir el espectáculo de la reyerta, que se antoja descomunal.

Extraños frutos, efectivamente. Como los de la junta directiva, lanzada en frenética actividad hacia la cuenta atrás de la consulta por el Nou Camp Nou (memez de apodo), pagando suplementos de 16 páginas en los principales medios (el oficio va como los osos zíngaros, que si le sueltas parné, baila cualquier son) para salirse con la suya aunque voten cuatro y el cabo, que ahí hay mucho negocio a cerrar. Puestos a la propaganda y ya convencidos de que lograrán el sí por inercia de poder, al menos podrían molestarse en ajustar su discurso a la realidad porque resulta hilarante escuchar las animaladas que sueltan en su arbitraria visión sobre la construcción del Camp Nou en la década de los cincuenta. Por favor, mantengan al menos cierta cordura, cierta decencia y ajústense a los hechos, no los reescriban en torcidos renglones, borrones incluidos, a conveniencia propia. Pero es lo que hay, Martí, estos de hoy se declararon en su día herederos del nuñismo, toma ya, con esa alegría y arte; ahora, justo ahora, que aparece otro extraño fruto en la rama con el fallecimiento de don Ferran Ariño, destacado protagonista de las elecciones más curiosas, por apelarlas de algún modo, en la reciente historia del Barcelona.

Treinta y cinco años han pasado y sigue existiendo la sensación de haber corrido el proverbial tupido velo, continuamos silbando y sin realizar el imprescindible estudio sobre hechos acaecidos en aquel entonces, decisivos para cambiar el paso de la entidad. Algo no funciona si vamos así, pero ya sabemos que a cualquier protagonista o secundario en esta formidable superproducción de rodaje continuo no le interesa más que el estricto cumplimiento de la cita, del máximo mandamiento de la personalidad culé: el barcelonismo es un pez de colores con dos segundos de memoria. Después, de ese tamaño se las llegan a colar. El caso es que, a la sazón, la burguesía del textil había dejado de pasarse el porrón entre notables, por ponerlo en terminología muy propia de la tierra, y el Barça estaba abierto a nuevas caras de la oligarquía (claro, no llegará alguien del pueblo al palco, hasta ahí podríamos llegar). Convergència y los partidos emergentes en aquella naciente democracia andaban despistados con la batalla por la autonomía, olvidando meter baza o apoyar candidatos en los comicios del 78. Total, que Víctor Sagi era claro favorito hasta que alguien, en maniobra impropia del oasis catalán, donde la casta superior siempre suspiró por tomar té a las cinco o casi, lo descabalgó de carrera blandiendo sucísimo dossier de asuntos íntimos. Núñez, dispuesto a que el palco del Barça diera un barniz de prestigio social a su manía de colonizar chaflanes, se las tenía que ver con Ariño, Casaus y Casals, los otros candidatos, con ventaja manifiesta para don Ferran, quien había sido directivo y presidente del filial durante los setenta, miembro fundador de CDC –estaba en su perfecto derecho, lo situamos aquí para mayor escarnio de cuanto explicaremos ahora fugazmente– y parecía el más apropiado para el cargo. Además, economista, perfecto para combatir cual antídoto el trauma que le había quedado a lo blaugrana desde la manirrota construcción del Estadi, consistente en mirar la pela como nunca por temer constantemente que el club entrara en bancarrota, la peor pesadilla entonces imaginable. Todavía hoy arrastran, sin reconocerlo, obsesión porque les cuenten espléndidas cuentas de explotación, aunque sean falsas como un euro con la cara de Popeye…

El caso es que le hicieron una pinza, una envolvente, una jugarreta de campeonato a Ariño tildándolo de comunista, nada menos, e infiltrado del PSUC. Las malas artes surgieron de medios y periodistas –algunos, aún en activo– vendidos al poder aspirante por evidentes mordidas y negocios, aún existentes, incluso. Se partió el panorama y solo faltó Casaus, un artista a la hora de hacerse biografías a medida, para lastrar a Ariño. Su portada en Dicen manifestando con pompa: “Podéis llamarme cerdo si me alío con Núñez”, resulta imposible de olvidar por mil años que vivamos. Vaya si acabó uniendo fuerzas, vaya si se convirtió en el primer directivo profesional –a sueldo y estupendísimo– en la historia de la entidad, vaya si acabaron sus problemas de empresas a punto de quiebra… Después, seguiría el hombre escribiéndose el recorrido que más le convenía, no le faltaron hagiógrafos interesados. Desde que irrumpió en la Peña Solera de los primeros cincuenta hasta hoy, sigue bien presente y aún pendiente de situar donde exactamente merece su trayectoria, sin entrar ahora en juicios de valor. Algún día los expondremos si pretenden su canonización… La disputa fue a cara de perro, sin cuartel, rebosante de golpes bajos y martingalas, imposible de resumir en un artículo, aún por estudiar y fijar en sus múltiples aristas. A la gallega, muchísima gente opta por no meneallo, ya que asesores a la presidencia, descendientes directos y otros lazos sanguíneos andan aún en solfa dentro o cerca del club, con lo que la verdad de aquel entonces, chantajes y sobornos incluidos, nunca saldrá a la luz, no sea que el divulgador de las verdades dichas en susurro deba optar por el exilio. Sin broma, hacer maletas y echar a correr buscando frontera.

Total, que derrotaron a Ariño con todo tipo de malas artes y aún es hora de que el afectado aparezca en los medios para quejarse o dar su versión. Calló e hizo mutis por el foro para no perjudicar a la entidad, gesto muy propio de un señor al que sus allegados e íntimos han enterrado esta mañana. Y dentro de pocas horas también dirán adiós a Enric Ribelles en su pueblo ilerdense natal. El interior de las cuatro Copas de Ferias, dos con el Barcelona, otro par obtenido con el Valencia, el hombre que formó parte de los diez titanes, aquella maravillosa delantera del Barça, y fue claramente utilizado por Helenio Herrera en su pulso a muerte con Laci Kubala. Como el astro andaba corto en lo físico y Ribelles era exuberante, H. H. lo alineaba cuando tocaba ir de visitante y sacaba al mito Kubala en casa, anda que no era listo ni cuco el trotamundos de los banquillos. En poco tiempo, adiós a Seguer, Flotats y Ribelles, pésima conjunción.

Bueno, perdona, abrevio, Martí, entre unas cosas y otras, unos extraños frutos u otros, delante aparece el Madrid y nadie le hace ni remoto caso, ni nadie parece estar por lo que hay que estar. Se dirime el título en Chamartín y estos, a su bola, como de costumbre, por eso este club y su atmósfera resulta tan, tan peculiar. Encima, mañana, pendientes del sorteo de Champions. O sea, el personal se centrará en lo que hay que centrarse prácticamente a punto de ocupar plaza en el sofá, bondad graciosa, cómo son, qué tradiciones y rituales tan particulares los de esta religión laica y sus feligreses. Estamos tan distraídos por costumbre, que los partidos acaban siendo noventa minutos de excusa para seguir charlando, polemizando, echándose los platos por la cabeza el resto de la semana. El Barça es así, sin novedad, señora baronesa. Vaya, caballero, ahora que caigo, empezamos muy pronto y muy jóvenes en esto, ¿verdad? Un abrazo y salúdeme a Bavaria, por decir algo.

Poblenou, buena memoria arrojadiza

* Frederic Porta es periodista y escritor.

– Foto: Mundo Deportivo




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