Perarnau Magazine

"Entonces marcábamos goles, pero no nos daban trofeos por hacerlo". Telmo Zarra


Firmas / Frederic Porta

E-pistolario: Que no falte de nada

por el 7 octubre, 2014 • 11:51

 

Mi querido amigo:

Respetemos las formas, ante todo. Por tanto, mi disculpa ante tan discontinuo e-pistolario, que esto ya parece un Guadiana cualquiera. Si debo presentar excusas que parezcan argumentos, será que la lectura de la actualidad me mantiene anonadado, en estado de catatonia y sin poder cerrar esa boca de desencajada mandíbula por el constante repaso de las novedades que este país va encajando como puede. Cada día, cuatro noticias de puñetazo y tentetieso que te envían hasta nebulosas de parajes galácticos, que te sustraen la razón y alojan en un limbo de entendimiento. Los gobiernos que nos dicen gobernar, ellos son los responsables de mi alejamiento del teclado, de mi discontinuidad ante la obligada correspondencia, Martí, que esto es un sin vivir, que es más que amor, frenesí, no sé si me explico. En fin, por suerte, la vida siempre te ofrece salvavidas donde agarrarte en el momentáneo naufragio existencial y hete aquí que esa boya, esa continua referencia redentora aparece de nuevo para provocar que pase a la acción epistolar y me deje de contemplaciones. Nada como la directiva del Barça para soplarte ese par de tortazos imprescindibles a fin de abandonar pasivos puntos de observatorio y devolverte a la trinchera, a pegar unos cuantos tiros dialécticos, que para eso estás.

En lo estrictamente deportivo, Martí, siguen los voceros oficiales pretendiendo convencerme de que juegan los chicos mucho mejor de cuanto realmente ofrecen, pero ya no hago caso de editoriales de la prensa vertical y opiniones de estómagos agradecidos. Donde la diversión sigue asegurada, por ejemplar contumacia y persistencia en el error, es en el flanco institucional. Ha caído la cabeza del ciudadano Freixa, ya ves, y no se han detenido las rotativas porque, en primer lugar, la pregunta retórica era fácil, obligada: ¿aún seguía ahí? Por supuesto, nadie abandona tan pletórica cornucopia de hallarse en su sano juicio y estar dotado del suficiente morro. La carrera del ciudadano Freixa ha emulado un vuelo en picado de as aviador con plomo en las alas, de cuando el Barón Rojo surcaba los cielos. Este ha ido sin paracaídas, pegándose unos trompazos sensacionales, primero como portavoz de suprema arrogancia, luego como letrado que entrega al juez Ruz todo el arsenal necesario para liar la de San Quintín y, finalmente, puesto en calzador como secretario. Ahora ya no pinta nada, si es que alguna vez le dieron vela en el entierro cuando presidía El Fugitivo, así, en mayúsculas. Bueno, ha llevado algunos asuntos fallidos, ha presentado algunas minutas, ha intoxicado cuanto ha podido y ahora, en justo premio a los servicios prestados, le dan de bruces contra el suelo con el mayor estrépito, aunque el interesado no quiera darse por enterado y prosiga aferrado a la silla. Que hablen de uno y le mantengan ahí aunque sea para bien, que para mal ha sido costumbre.

Le sustituye, cuidadín, el encargado de patrimonio, hombre de confianza responsable de la remodelación esa de la que nunca más se supo desde su aprobación en apresurado referéndum, miembro –según el Arriba, que eso no llega a Pravda como periódico oficial del régimen– del núcleo duro del Presidente Accidental dispuesto a perpetuarse. Cuando arranque eso, que Kubala nos pille confesados porque cuantos exijamos transparencia y cuentas claras a gente tan opaca como las tarjetas de Caja Madrid seremos excomulgados en vida y deportados en barco de galeras, al menos, hasta Melbourne. En fin, a lo que íbamos, Martí. Resulta que Freixa, dispuesto a quedar bien, concedió al juez Ruz más papeles de los solicitados, resbalón básico para entender cómo se ha podido disparar el asunto desde los 57 millones jurados y perjurados por el Fugitivo, que no era Richard Kimble, hasta los actuales 105. Y sumando. Hablamos de la operación Neymar, prodigio de flecos y capítulos por entregas que ríete tú de los folletines románticos. La última no está mal: traer a los amiguetes del fichado costó 300.000 euros o, dirían en los añejos telediarios, 50 millones de las antiguas pesetas. Gastos calificados ante el juez como normales para Kimble dado el supremo mamoneo que preside el fúmbol (con m de ya te imaginas). Vaya con los denominados toiss, qué graciosos. Nada, y a cargo del club y que me entere yo que falta algo, tú pide por esa boquita. Venga, y de propina para papá, al margen de orgías romanas y otras sutilezas, 800.000 más del ala y ponemos en el cargo que es para abrir oficina sucursal en la Ciudad Condal, que rima y todo. Y la estancia de los allegados, en el hotel de un directivo, que así todos sacamos algo del panal de rica miel. Después se extrañan de que exista Podemos… Lástima que el fúmbol sea, seguro, el último refugio de canallas y rufianes, con las ganas de limpieza que deberíamos mostrar aficionados y sufridores de esta consentida exageración de carácter alegal y paranormal, sirven ambos palabros para la definición del concepto.

Y la penúltima, caballero, por no extenderme. No entraremos aquí en el 9-N, en el pacto nacional por el derecho a decidir que tanta distracción procura, ni en la coyuntura política. Solo expondremos sobre la mesa que existe una evidente presión sobre el Barcelona para suscribirlo, acción que provoca prodigiosa reacción de quiebros, fintas, driblings, amagos y maniobras de despiste por parte de esta Junta Directiva Accidental y Accidentada. Cualquier excusa les parece buena para, supuestamente, argumentar entre cuchicheos y murmullos algo que nos parece del todo ininteligible, cuando lo tendrían realmente fácil diciendo la verdad, solo la verdad y tal, fin de la cita, ante el popular interrogatorio: mire usted, de cara a los amigos, socios y futuros colaboradores en sector negocio no nos interesa nada de nada, pero que nada, pronunciarnos al respecto, no vaya a ser que perdamos algún euro por cabreo de alguien y pisemos algún callo que no conviene pisar, que nosotros provenimos de afamadas escuelas de negocio donde se nos inculca, jesuiticamente, a hacer negocios con lo divino y lo diablesco. De ahí que sigamos aferrados a Catar, no sé si me entiende… ¿Fácil, verdad? Pues no, sigue la perdiz con una bolsa en el pico por si acaso de lo mareada que me la tienen, ay, qué cosas.

En confianza, antes de despedirnos, ayer alguien me preguntó por cómo andaba el Barça cuando se produjo el 6 de octubre del 34, efemérides en exceso conmemorada a nuestro particular gusto. Bueno, pues lo suelto en cuatro líneas, dispuesto a satisfacer a quienes gozan mezclando churras con merinas: en la República, el fútbol fue a la baja, pero coincidiendo con la llegada de Lerroux al Gobierno, el Barça presidido por Esteve Sala empezó a remontar la grave crisis, deportiva y económica, provocada por el despacho a cajas destempladas de la gloriosa generación de la Edad de Oro, los Samitier, Piera, Mas, Plattkó, Sagi y compañía. Tras años de galopante mediocridad, llegaron Martí Vantolrà, los jovencísimos Raich y Escolá, el austrohúngaro (imagínate, aún hijo del imperio) Emil Berkessy, el vasco Lecuona, el goleador tico Alejandro Morera y otros que revolucionaron el rendimiento del equipo. Remontaron desde las profundidades de imagen y clasificación hasta topar, pobres, con la Guerra Civil que destrozó sus aspiraciones futbolísticas y, también, vitales. La mayoría protagonizó la providencial gira por México y Estados Unidos, acabando en el exilio. Solo regresaron cuatro y apenas uno volvió a vestir la zamarra azulgrana de manera accidental en la posguerra. Encima, no los recuerda nadie, empezando por la Directiva Accidental y Accidentada. Si nos pica la curiosidad por recordar, aceptemos el desastre. Dejémoslo aquí por no alargarnos con el presidente Suñol y el caso Raich.

Bueno, señor, ya ves, sin alternativa: cuando me entretengo en contemplar y pasan semanas huérfanas de misivas, siempre acaba apareciendo la directiva dispuesta al rescate con un nuevo patinazo. Y eso que la masa social continúa, para mayor pasmo y asombro, sin tenérselos en cuenta aunque alcancen dimensiones catedralicias y suma constante. No creo que paguen ellos los gastos, no, pero sí recuerdo que emprendieron la acción de responsabilidad y publicaron en su diario de connivencia el gasto de un pollo a l’ast cargado por los predecesores que, a estas alturas, debe estar ya carbonizado por simple y pura comparativa. A disfrutar del otoño, Martí, que viene bravo.

Poblenou, burladero de asombrados

* Frederic Porta es periodista y escritor.





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