"Volved a emprender veinte veces vuestra obra, pulidla sin cesar y volvedla a pulir". Nicolás Boileau
En un fin de semana donde el gran clásico F. C. Barcelona-Real Madrid devorará páginas, minutos de radio y espacios televisivos, también se disputará un partido de fuste: Villarreal C. F.-Valencia C. F., un encuentro con cartel de interesante por muchas cuestiones, algunas fuera del espacio futbolístico. Por una rivalidad nacida a raíz del crecimiento exponencial del Villarreal, porque el Valencia siempre lo consideró el vecino amigo y simpático. Y años después se vio superado. Percibió que el Submarino Amarillo le hurtaba un espacio que, por historia y títulos le pertenecía. Un elemento éste, el histórico, que no se presenta en el campo a jugar. Aunque en ocasiones, pese a la hora de vestir una camiseta.
Desde sectores del vestuario y afición amarilla es un instante que se desea con ansia. Un elemento, el deseo, que puede tornarse en enemigo. Un choque para saldar cuentas por lo que se considera traición al concepto germanor (hermandad). Hay que retroceder dos temporadas, cuando en la penúltima jornada, con un empate, el conjunto che tenía suficiente para asegurar la tercera plaza y, por tanto, el acceso directo a la Champions League. Ese punto también servía para lograr la salvación matemática los vila-realenses. Un postrero gol de Jonas provocó que el Submarino debiera esperar una semana más para lograr la salvación (1-0).
Un simple triunfo o empate ante el Atlético servía para lograr la permanencia en un año convulso, lleno de desgracias, malas decisiones y resultados decepcionantes. Falcao, con su voracidad, y ante el encogimiento de un equipo que nunca mostró convicción en lograr la victoria jugando en casa, con la afición a favor, provocó el KO. Derrota 1-0 y descenso. Lo que nadie quería, pensaba. Lo que se iba viendo lejos, pero que estaba cerca. Sin que nadie se percatara.
Las consecuencias ya se conocen sobradamente: un año de tránsito en la segunda división. La reacción llegó con la llegada de Marcelino al banquillo, que permitió el ascenso directo como subcampeón y ahora un inicio de temporada en primera que ni los más optimistas podían prever. Ni siquiera el propio técnico asturiano. El Villarreal ocupa la cuarta plaza, por detrás del trío de candidatos al título y por delante de los otrora rivales amarillos en la lucha por Champions o la Europa League. Entre ellos, precisamente, el Valencia. Por no mencionar al Sevilla u otros que parece que han dado varios pasos adelante. Me refiero al Gefafe y al Athletic Club.
No obstante, más allá de los antecedentes y las ganas por la disputa de este partido con la meta única de ganar, para saldar esa cuenta pendiente que muchos no olvidan, tanto en el vestuario (por ejemplo, el capitán Bruno lo ha recordado esta semana) o la grada, hay cuestiones que sólo el césped resolverá. Unas respuestas a unas preguntas que quedaron pendientes tras la derrota en San Mamés, la segunda de la temporada. Una derrota que ha dejado cierta pesadumbre. ¿Qué sucedió? ¿Por qué no se vio a ese Villarreal que tan bien ha regresado a la primera división?
Ernesto Valverde, en su comparecencia de prensa posterior al partido, empezó a exponer públicamente algunos detalles del equipo de Marcelino en la fase defensiva y ofensiva. Unos aspectos que analizó concienzudamente y en los que basó la preparación del partido. Inyectó un antídoto a la propuesta de juego del preparador asturiano, y funcionó. O eso pareció. No se recordaba a un Villarreal tan desfigurado desde enero. Hay que remontarse a la derrota en su debut contra el Real Madrid Castilla. O a momentos puntuales en partidos contra el Real Murcia o el Real Betis.
¿Y cuál es esa vacuna? Ofrecerse como espejo amarillo. Presentar gran parte de los argumentos que forman los principios básicos del Villarreal de Marcelino. No hay peor enemigo que un rival que presenta tus mismas cualidades. Hay que explotarlas y ser sencillo. Nada más, y nada menos. Valverde ordenó una presión alta, que Mikel Rico frenara el inicio de juego. ¿Cómo? Encimando a Bruno. Incomodándolo y mostrando que, por ahora, su mezcla con Pina sigue en cuarentena. Han alternado buenos momentos el manchego y el valenciano. Pero en general, por ahora el de Artana y, lo más importante, el equipo se han mostrado más firmes y fluidos asociando al capitán con el talaverano Manu Trigueros.
Otra de las cosas que hizo el Athletic fue ofrecer superioridad en mediocampo para obligar a que el equipo amarillo fuera largo. Pereira y Giovani dos Santos fueron tan rápidos, hábiles, dinámicos y verticales como tiernos en la lucha cuerpo a cuerpo. Los rojiblancos también aprovecharon la invitación de atacar por los costados. El Athletic, que para muchos analistas tiene la mejor banda derecha de la liga (Iraola-Susaeta), la explotó. Cani y Jaume Costa se vieron impotentes para frenarles. Así lo indicaron los 46 centros recibidos en el área de Asenjo.
Por ello, el partido del domingo es el mejor momento para despejar esas dudas. Para conocer si Marcelino y el equipo saben responder a posibles nuevas vacunas que le presenten los rivales. Porque a pesar de ser un recién ascendido, el resto de equipos empieza a conocer al Villarreal. Todos tienen sus objetivos y ambiciones, y el Valencia, que también deber responder a muchas cuestiones, llegará con ese mismo objetivo, pero por detrás en la tabla y con muchos más problemas futbolísticos e institucionales. Estos últimos, durante el partido, quedarán aparcados.
Lo que suceda en el césped indicará si ese Villarreal desfigurado de Bilbao vuelve a su cara habitual, si sabe reponerse a una dolorosa derrota y, de paso, cobrarse la mencionada venganza y seguir en una zona privilegiada. Por el bando che, el triunfo aliviará su situación deportiva. Mandaría el mensaje de que ese espacio que siempre han ocupado sigue siendo suyo. Aunque claro, como podría finalizar el partido en tablas, en este caso gran parte de las respuestas, las que no se resuelvan en El Madrigal, quedarían pendientes para el choque de Mestalla. El fútbol, como deporte y juego que es, es azar. Y éste es muy caprichoso. Tal vez entonces, las necesidades sean diferentes. Y entonces, la tan deseada venganza se sirva en plato frío.
* Pablo Beltran es periodista.
– Foto: AFP
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