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El día que Breslau humilló a Dinamarca

por el 19 junio, 2012 • 16:24

Wroclaw (Polonia) / Stadion Olimpiskiej Wroclaw, el estadio que pudo acoger la Eurocopa:

 

Hace apenas un mes, el pasado 13 de mayo, fallecía en la elíptica de Wroclaw el motociclista británico Lee Richardson durante una competición de Speedstyle. Este fin de semana, en idéntico escenario, se representaba la nueva producción de la Opera Wroclawska: Un ballo in maschera, de Giussepe Verdi. El Estadio Olímpico de Wroclaw (Stadion Olimpiskiej ahora; Olympiastadium cuando Wroclaw era Breslau) ha demostrado en los últimos años su sobrada polivalencia para albergar eventos de toda índole, desde partidos de fútbol americano a conciertos de gran formato. Solo no ha sido capaz de dar cabida a los JJOO, como profetizaba su designación (para estos fue concebido durante la Alemania del III Reich a la par que el Olímpico de Berlín), ni a la EURO 2012, donde en un principio la UEFA tenía intención de ubicar la sede silesiana. Al final, la ausente llama olímpica ha dejado estéril su pebetero y el tiempo amputado sus dos porterías. El Olímpico pasa página y con él su intenso pasado.

Aunque el esférico hace tiempo que no rueda por su ralo césped, no siempre fue así y en este terreno se forjó el embrión de una de las selecciones hegemónicas del fútbol mundial . En mayo de 1937, en este suelo casi olvidado hoy, la selección nazi apabulló a la vecina Dinamarca por un contundente 8-0. El Breslauer Elf, por así decirlo bisabuela de la nueva Alemania, de la joven Mannschaft, debe en buena medida su fama a este partido. Un partido en peligro de extinción como la cancha que presenció semejante gesta.

 

Antes del mítico once de Berna de Fritz Walter, existió otro no menos legendario Breslauer Elf (El once de Breslau). Olvidado quizás por los terribles sucesos históricos posteriores (Breslau quedó destruida en gran parte tras la II Guerra Mundial), los once abanderados de la selección nazi hoy apenas se recuerdan, aunque existen no pocos testimonios gráficos de sus memorables partidos (si nos ceñimos a lo meramente futbolístico). Aquel equipo contaba entre sus filas con hombres como Kitzinger y Kupfer o apellidos de resonancias polacas como Adolf Urban o Fritz Szepal. De ese equipo, quizás el nombre más recordado fuera el de Sepp Herberger, su seleccionador, el mismo que casi 20 años después lograría el primer Mundial para Alemania en aquella histórica final de 1954 en Berna frente a Hungría. El Breslauer Elf debió ser algo parecido al combinado blanquinegro que intentó recrear John Huston en su archiconocido film “Evasión o Victoria”.

 

Anteayer, los daneses volvieron a sufrir los rigores de jugarse los cuartos con la selección alemana. Aunque Alemania sigue siendo favorita casi siempre cuando juegan once contra once, parafraseando a Lineker, mucho han cambiado las cosas y las formas desde entonces. La Alemania de Joachim Löw practica un juego en el que sobresale la creatividad sobre la garra y la plasticidad sobre la fuerza. La procedencia diversa de sus jugadores habría escandalizado a más de algún seguidor de la Mannschaft en los tiempos de entreguerras. Afortunadamente, el tiempo no solo ha conseguido superar prejuicios identitarios muy peligrosos, sino que ha hecho posible que los favoritos sean también vulnerables. Dinamarca tuvo en sus botas apear de Eurocopa a la selección más fuerte (con el permiso de España). De haberse señalado un claro penalti mediada la segunda mitad, quizás hoy Dinamarca podría haber revertido el episodio de Breslau, pasar de humillado a verdugo. Pero el fútbol actual vive no tanto de goles como de puntos. Impera el resultadismo.

Hace 85 años Dinamarca viajó a Alemania, entonces, Polonia hoy, para recibir el más duro correctivo de la historia de su selección. El partido amistoso del 16 de mayo de 1937 (que rara suena la palabra amistoso a tenor de lo que sucedería pocos años depués) debió ser un palo muy duro para los daneses. Ocho tantos en 90 minutos. El césped del Olímpico de Wroclaw se les hizó tan pesado como a la selección polaca el sábado el del Stadion Miejski de la misma ciudad.

 

Quizás sean estos dos, el de su casi olvidado Estadio Olímpico y el de la puesta de largo del Stadion Miejski con la rojiblanca, los partidos que dejen mayor impronta en los anales futbolísticos de la ciudad de la Baja Silesia.

 

* Joan Estrany es periodista, desplazado a Polonia.

– Fotos: Joan Estrany – malopolskie.fotopolska.eu




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