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Epopeya cholista

por el 1 mayo, 2014 • 0:10

1.- Hay en el fútbol tantos intangibles que conviene no profetizar ni pronosticar para no quedar en evidencia. Realmente, es esto lo que nos gusta del deporte, que se aleja de lo matemático a través de lo humano, es decir, de componentes tácticos, planeados, espontáneos y, fundamentalmente, emocionales. No se entiende otra palabra para definir al Atlético que personalidad. Para competir y, a partir de aquí, para todo. Hoy, para ofrecer registros devastadores por su rotundidad más que por su calidad, que había quedado ya más o menos fuera de toda duda. Se plantaron en un partido donde las exigencias eran tantas como los rostros necesarios. Se plantó, compitió y, en dos detalles, arrasó.

2.- El global de la eliminatoria, es cierto, es igualado obviando la diferencia entre plantillas y los matices generales imposibles de desgranar. Y la vuelta, no poco igualada hasta el 1-2, se resume en dos partes muy distintas. Hasta el 1-1 y después del 1-1, es decir, igualado y dominado, desde el punto de vista del Chelsea, que observó cómo después de Courtois lo próximo en pasar en el partido fue Samuel Eto’o acercando el tópico del delantero que defiende (¡como si los tópicos no fueran nunca a cumplirse!).

3.- La primera parte tuvo evidentes alternancias. El Chelsea se acopló en 4-4-1-1 (flexible Willian) con doble lateral derecho para cerrar a Filipe Luis más la habitual partida de Diego Costa y Arda Turan, más Adrián, que también cayó a la izquierda. De hecho, el plan de Mourinho funcionó porque Azpilicueta e Ivanovic lograron neutralizar la superioridad numérica que intentó Simeone en su banda (importantísima sobrecarga en esta banda para el desenlace del partido). Superioridad planeada contra superioridad planeada dio como resultado igualdad.

4.- El partido fue de detalles, como era esperado. Y dos (forzados, claro) costaron dos goles. Una desconexión de Arda para con Willian (agitador interior) e Ivanovic dio la ventaja al pase a Torres; una ayuda falsa de Hazard le dio a Juanfran el espacio para devolver el balón al área y Adrián empató. Dos errores humanos, pero quizá impropios, dieron los goles. Lo demás, una batalla táctica de bastante más calidad (que no necesariamente divertida o bella) que la ida y un Fernando Torres colosal, sobresaliendo por encima de la cita, no solo tirando desmarques, sino yendo a la transición a buscar el balón para conducirlo por pasillos inexistentes que para él parecían autopistas sin peaje.

5.- Ninguno fue continuo en la presión alta, prefirieron prevenir antes que curar. O sea, no ceder espacios para que el rival pudiera correr. A priori, salvo desmentido posterior del Atleti, la verdadera felicidad de ambos; las praderas que se vuelven verticales como si sobre la portería fuese a caer un rayo detrás de otro. Pero nada, pocas concesiones dentro y fuera del área. Cahill y Terry y Miranda y Godín salieron bastante consolidados como parejas. En realidad, los engranajes defensivos fueron reforzados hasta que el Atleti comenzó a desajustar cosas introduciendo elementos no habituales, aunque visiblemente no espontáneos.

6.- Dichos elementos respondieron, por ejemplo, a la sobrecarga de una zona para explotar la contraria (gol de Adrián) o la presencia permanente de Tiago, además de Koke y casi Mario Suárez, en tres cuartos de campo rival, lo que hacía la pérdida más peligrosa, pero el sometimiento algo más claro. El Chelsea defiende bien las bandas y muy bien su área, pero bastante mal la zona interior cuando el rival le obliga a hacer el acordeón (por esto, entre otras cosas, llegó Matic en invierno). El Atleti lo aprovechó para posarse después de haber ido a la banda. No creó excesivo peligro (hasta el 1-2), pero la sensación de dominio era tangible a expensas de Torres y Hazard, el vértigo y la pausa.

7.- Puede que el Atlético no sea una de las diez mejores plantillas del mundo. Ni de las quince. Pero la personalidad es algo que en los equipos no manifiesta un hombre, sino el colectivo. La segunda parte, aunque hay que insistir en que hasta el 1-2 es igualada, el Atleti alarga el tambaleo del Chelsea después del empate. Probablemente Mourinho esperara que Simeone, por inercia más que por coherencia, hiciera esperar un poco a su equipo para explotar los espacios. Pero el Atleti se fue en busca del partido, a por el balón, sufrió poco o nada en transición y solo concedió a balón parado.

8.- Pese a no ser una gran plantilla (la defensa es la misma que el último partido de Gregorio Manzano contra el Albacete, imagen tan extraña como ilustrativa), el Atlético tiene dos cracks. Como el Madrid se presentó en Múnich con no menos de siete, el Atlético tiene dos, que injertos en confianza, son la espuma por la que salta, luminosa y helada, la mejor cerveza. Diego Costa y Thibaut Courtois (Diegaut Costois, como diría mi estimado Arroyo). El primero se inventó un penalti –el giro definitivo del partido, sin lugar a la duda– y el segundo coronó otra heroicidad en el que más tarde o más temprano será su campo. Fue decisivo cuando paró a Terry, esa suerte de héroe griego hijo de la Ilíada que acabó consolado por todo el Atleti como se hace en las grandes historias.

9.- Courtois y luego todo. O sea, la para y luego todo. O sea, el detalle, lo magnánimo pero insignificante, la trascendencia de una mano, un despeje, un pie bien apoyado y una reacción de seriedad. Una parada perfecta, que no homérica, en el momento ideal. Y el gol (1-2), y el frenesí, y el dominio, y la posesión defensiva y ofensiva, y el desorden del rival, y la vida, y el fútbol, y Simeone, y Luis y, de repente, el final, la final. Como si el minuto noventa y pico hubiese aterrizado de golpe entre un magisterio desproporcionado a partir del balón. Personalidad contundente para cambiar el rostro y divertirse con la pelotita. Al primer toque o en dos toques, hasta que a Mario Suárez se le acabó poniendo cara de Busquets.

10.- El 1-2, es cierto, cambió todo. Y dio lugar al abuso de poder que da la confianza (según Emerson –estadounidense, no brasileño–, el primer secreto del éxito). El Atleti se sorprendió, nos sorprendió, quedándose con el balón, lo arropó y lo bailó como en una gran fiesta de fin de curso. El 1-3 es Arda Turan en esencia, autopase con el larguero (permitan la hipérbole) y caricia a la red. Gol, dominio y desenlace ante un Chelsea sin rostros que fue mutando a impulsos interiores de David Luiz y pérdidas que iban pintando Lisboa de rojiblanca.

y 11.- El Atlético no es fruto de un milagro. Ni del destino. Ni de la suerte. Ni del azar. Ni de lo imprevisto del fútbol. Ni del talento siquiera. El Atlético es el paradigma de la hormiga, de una filosofía cholista que se ha derramado como un eslogan por los medios. Quiero decir, como un eslogan para vender y como una idea para convencer, o sea, para hacer historia. El Atlético fue personalidad durante toda la eliminatoria y exhibición desde el 1-2. No es un equipo moralista, sino una idea por la que viven veintidós tipos. Ya lo decía Víctor Hugo, “la gloria está en convencer”. Qué razón. Y qué epopeya: partido a partido han llegado al último.

– Chelsea FC-Atlético de Madrid (Partido de vuelta de las semifinales de la Champions League). 30-abril-2014. Stamford Bridge. 1-3 (Torres, Adrián, Diego Costa p., Arda Turan)

* Fran Alameda es periodista.





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