“Me alegra que preguntes por Iniesta, porque creo que es el mejor futbolista del mundo. Desde los 12 años estaba aquí en La Masia y hasta el año pasado no ha hecho nada de estructura condicional. Su propia biología y práctica específica le ha dado posibilidades de llegar adonde ha llegado sin hacer nada de fuerza, ni de velocidad, ni de resistencia, ni de flexibilidad… Y vosotros diréis: ¿eso es mentira? ¡Es verdad! ¿Qué significa? Que siendo muy débil y muy poco resistente, poco rápido y poco de todo, en el sentido de poco que tenéis vosotros, ha ‘hipertrofiado’, para nosotros optimizado, sus estructuras cognitiva, coordinativa, lo emotivo, etc. Él disfruta mucho más dando un buen pase o manteniendo el juego con el pase que haciendo un gol. Estos valores que ha estado utilizando a lo largo de toda su vida cuando ahora le exigimos un paso más para que así pueda aplicar y hacer frente a cualquier oponente y situación, necesita simplemente entender cómo es su adversario, lo que es capaz de proponer en su juego junto con los demás compañeros de su equipo. Porque en los deportes de adversario, el gran problema de la competencia está en el que está enfrente; su evaluación nos la da la referencia de qué hacer para superarlo y creando situaciones desconocidas para él, poder mostrar alta competencia en el desarrollo del juego como hace Iniesta con esa ‘aparente’ facilidad en la superación de adversarios y construir el juego que en cada momento requiere el partido. En las edades que antes habéis mencionado, el competente puede parecer bueno en todo si su talento se ha decantado en E. Condicional y si solo centramos preferentemente en ella nuestra práctica, pues el que es fuerte-resistente-rápido, aparentemente hace cualquier tarea del juego bien, pero no os dejéis engañar por un rendimiento temprano fundamentado en lo condicional. Tenemos muchos ejemplos de futbolistas que han llegado siendo fuertes, grandes y altos, y que en edades juveniles y en edades primeras de la práctica motriz eran talentos, eran muy competentes, porque metían goles o dominaban el centro del campo, o corrían muchas distancias durante mucho tiempo, o eran muy rápidos, o remataban muy bien de cabeza, o saltaban rápido, y cuando llegan a los 20 años se igualan con los demás en lo condicional y en lo bioenergético. Desaparecen porque no han hecho más que esto y no han optimizado, en sintonía con lo condicional, el resto de sus estructuras, como hizo Andrés”.
Paco Seirul·lo
Parece que estamos volviendo a esos tiempos en los que el juego no importa, porque siempre que físicamente seas un portento, los resultados estarán más cerca. Volvemos a buscar atletas en vez de futbolistas como si las variables de rendimiento del fútbol fueran de la mano de las del atletismo. Olvidan que en nuestro deporte hay un balón que lo condiciona todo, además de existir la necesidad de establecer relaciones de colaboración significativas y sacar adelante las relaciones de oposición.
¿Acaso los estímulos presentes en el fútbol coinciden con los de las modalidades individuales? ¿Un futbolista inicia su carreras cuando alguien pita? ¿Esas carreras son totalmente lineales sin ningún tipo de incertidumbre? ¿No tiene que estar percibiendo otros estímulos durante la manifestación de dicho desplazamiento? ¿El juego no va más allá que llegar antes, resistir más o aplicar más fuerza que el rival? He visto muchos partidos de fútbol y jamás le dieron los tres puntos al equipo que mejor consumo de oxígeno medio tuvo ni al que más kilómetros corrió, sino al que logró introducir el balón en la portería una vez más que su adversario.
Hay que entender que la velocidad, resistencia y fuerza adquieren una dimensión diferente en los deportes colectivos. El valor de estas capacidades físicas que te acerca al rendimiento no es el máximo, sino el óptimo. Y ese valor óptimo no es abstracto, sino específico del contexto de aplicación.
La velocidad en fútbol tiene que ver más con el ajuste espacio-temporal que con ser capaz de recorrer una distancia en el menor tiempo posible. Esto último no es velocidad, sino rapidez. Mientras la rapidez tiene que ver con las piernas, la velocidad tiene que ver con el cuerpo entendido como un todo. Sin olvidar que habrá contextos en que la manifestación óptima de la velocidad coincidirá con la máxima. Y lo mismo sucederá con la fuerza y la resistencia. Es por ello que no hay que desprestigiar esa concepción tradicional de lo físico, porque a veces estará presente, pero entendiendo que en fútbol lo condicional va mucho más allá.
La fuerza en fútbol también está relacionada con la aplicación de energía. Buscando valores óptimos dependientes del entorno en vez de máximos (que a veces serán los óptimos) entendemos que la energía que hay que aplicar ha de ser la justa y la importancia reside en la dirección de esta. Nada más fuerte que lanzar un penalti suave donde el portero no se tiró y nada más débil que mandarlo al segundo anfiteatro. La fuerza en fútbol es precisión y depende de la interpretación que se haga del juego.
“Drogba es un jugador muy difícil, por completo, muy fuerte, busca mucho el contacto para conseguir una referencia con el defensa. Por su físico, yo era el pequeño, así que tenía que escapar del contacto o estaba perdido. Había que estar muy atento para encontrar la posición y no dejar que chocara conmigo”.
Carles Puyol
Es curioso cómo en fútbol muchas veces hacerse fuerte pasa por evitar el contacto; otras veces vemos que la pausa es más veloz (o al menos otorga más velocidad) que el más vertiginoso de los sprints o que el jugador con mayor resistencia no es el que más ha corrido, sino el que en los minutos finales es capaz de decidir y ejecutar con la misma eficacia que lo hacía cuando estaba fresco.
Es curioso que Messi, midiendo 1.70 m y corriendo 8 km por partido, pueda llegar a ser un portento físico desde el momento en que siempre está capacitado para manifestar el esfuerzo condicional que el contexto requiera; no cae apenas lesionado y sigue fresco pese a jugar más de 60 partidos cada temporada.
Dentro de lo que es la estructura condicional, en fútbol, los esfuerzos habituales que se dan en el juego no guardan relación con los de otras modalidades. No hay carreras lineales, los estímulos no son explícitos, sino implícitos, y dependen de lo que el jugador perciba e interprete. Los esfuerzos específicos del fútbol son los cambios de dirección (RCoDA), saltos y aterrizajes, arrancadas y frenadas, carreras cortas de alta intensidad, tiros, velocidad gestual, cargas (contacto), capacidad para repetir sprints (RSA), etc. Por lo tanto, hemos de preparar al jugador para dichas manifestaciones.
Y luego, ser conscientes de que aunque todos los jugadores vayan a realizar estas acciones durante un partido, no lo van a hacer con la misma frecuencia dependiendo de factores como su posición, su estilo de juego, el modelo de juego del equipo, el rival, etc. Parece evidente que la mejor manera de optimizar la estructura condicional pasa por entrenar en especificidad (en los diferentes niveles de especificidad existentes).
En fútbol, tan importante para llegar antes que el rival es ser más rápido como ganarle la posición y con el cuerpo evitar que nos adelante; tan importante es ganar los duelos a partir de la corpulencia como hacerlo evitando el contacto si me siento perdedor en ese contexto; tan importante es ser capaz de realizar determinados esfuerzos condicionales en la recta final del partido como decidir y ejecutar adecuadamente en el descuento, etc. La fuerza, velocidad y resistencia son específicas del juego, por lo que sus manifestaciones son contextuales.
Es importante reconocer que la estructura condicional del jugador no es un compartimento estanco, sino que guarda relación con el resto de estructuras que conforman al jugador (cognitiva, coordinativa, emotivo-volitiva, socio-afectiva, creativo-expresiva, mental, bioenergética, etc.) y que cada estructura solo se manifiesta de forma óptima si lo hace de forma sinérgica en relación con el resto y con respecto al contexto externo formado por compañeros, rivales, espacio/tiempo, balón etc. Esto nos hace entender que cuando hablamos de optimización del rendimiento del jugador y del equipo hemos de valorar la globalidad, la variabilidad y por supuesto la especificidad.
La interacción entre todas las estructuras conformadoras del jugador también nos tiene que hacer ver que jugadores sin una gran condición física no responden adecuadamente a las exigencias tácticas. Las intenciones tácticas han de ser ejecutadas a partir de unos esfuerzos condicionales y unas manifestaciones coordinativas que son las posibilitadoras de que la acción se lleve a cabo, por lo que las intenciones tácticas se quedan en nada ante jugadores incapaces de desarrollar dichos esfuerzos.
Sin embargo, no todo va a ser juego. Hay que ser consciente de que para conseguir mejorar se necesita repetición, y que mediante el juego es imposible que consigamos que determinadas manifestaciones se repitan (por muchas propensiones que haya). Necesitamos salir del juego para mejorar aspectos que en el juego se dan, pero que con el juego no se mejoran. Esto es así porque el juego te exige todo. ¿Y si el partido está en un contraataque en el minuto 90 donde un jugador corre sin balón durante 80 metros mientras el equipo rival repliega y su compañero poseedor está en el lado contrario? A ningún entrenador le gustaría que entonces no respondieran las piernas. Hay que ser conscientes de que esas carreras se dan con una densidad tan baja que con el entrenamiento en especificidad sería imposible conseguir adaptaciones significativas. De todos modos, valorando el poco tiempo de entrenamiento disponible, habría que plantearse hasta qué punto mejorar esa carrera es prioritaria y no otros aspectos del juego. Ahí reside la importancia de seleccionar los contenidos.
“Lo que nosotros no podemos pretender es que un jugador mejore los elementos del juego corriendo por el bosque. Ni que yendo a la montaña para hacer esquí alpino mejore su juego. No está mejorando nada del fútbol, ni siquiera de la resistencia para jugar. Nada. Es cierto que la influencia real es sobre elementos específicos que actúan en el juego, pero no se realizan a través de él. Tenemos que entender el juego en su globalidad y a partir de ahí buscar la interactividad dinámica entre los elementos que constituyen los sistemas del ser humano que va a participar en esa situación global. Si vamos todos los días a correr por el bosque seremos especialistas en el bosque. Si vamos todos los días a hacer pesas seremos pesistas. En esta forma de estructurar el entrenamiento tenemos la posibilidad de elegir ejercitaciones que proporcionan esa interactividad dinámica que no poseen los ejercicios atléticos del deporte individual, que están basados en otro tipo de experiencias. Si deseamos potenciar las posibilidades de nuestros futbolistas, hay que pensar en entrenarlos a través de ejercitaciones extraídas del juego”.
Paco Seirul·lo
La optimización de la estructura condicional de forma sinérgica al resto de estructuras que conforman al jugador se hace desde el entrenamiento en especificidad, pero el juego no llega a todo. Del mismo modo que se puede manifestar cualquier tipo de esfuerzo, puede no manifestarse en la densidad necesaria para que haya mejora y por tanto habrá veces (las menos) que acudir a lo inespecífico será lo más adecuado. Es importante conocer también los beneficios de la otra parte del río.
“Moto2 cansa de forma distinta, porque con la Moto3 me cansaba por ser tan alto y no entrar en la cúpula. Tenía que esconderme en las rectas. Ahora en las rectas puedo descansar un poco y en las curvas es cuando más me agoto”.
Àlex Márquez
Dentro de que la velocidad, fuerza y resistencia dentro del juego habitan en una nueva esfera, hemos de cuestionar algunas cosas más que tienen que ver con el tan manido físico. ¿Son iguales la velocidad, la fuerza y la resistencia en el Atlético de Madrid que en el F. C. Barcelona? ¿Somos conscientes de que dentro de los esfuerzos específicos del fútbol, cada modelo de juego tiene unas solicitaciones diferentes? Y todo ello sin querer hilar más fino, porque también es cierto que dichas acciones dependerán del rival, del contexto, etc.
Valorar cómo es la estructura condicional dentro del modelo de juego no solo se ha de hacer a una escala macro, sino también a escalas menores, llegando a tener en cuenta la especificidad de cada individuo. Dentro del modelo de juego, no hay dos micros iguales, ni por tanto dos físicos iguales. A nadie le sorprende que un central realice acciones muy diferentes a las de un extremo, por lo que no valorar esa individualización en el entrenamiento sería dejar para el azar algo que podríamos controlar.
Curiosamente, la individualización condicional dentro del entrenamiento no atenderá tanto a parámetros numéricos como la cuantificación de la carga o la FC Máx, sino a los esfuerzos que cada jugador deberá manifestar para desarrollar el juego, nuestro juego, su juego. Nada más individualizado que entrenar al jugador dentro del entorno que se encontrará en competición, valorando las relaciones espaciales e interpersonales que vivirá. Sus esfuerzos condicionales nacerán a partir de ese contexto, por lo que preparar físicamente al jugador pasa más por entrenar en especificidad (su especificidad, dentro de nuestra especificidad, sin ignorar la especificidad del propio juego) más que por ponerle zapatillas y llevarlo a correr a un campo de golf.
“¿Quién puede ser capaz de no utilizar técnicas YoYo, las poleas cónicas, los tirantes musculadores o las máquinas de vibraciones para mantener alejados a sus deportistas del entorno lesivo?”
Paco Seirul·lo
“Alguien bien entrenado es difícil que se lesione frecuentemente, y quien no se lesiona tiene más posibilidad de seguir mejorando su rendimiento”.
Julio Tous
“En la preparación física yo hablo de la fuerza de las convicciones. Cuando a los barbudos cubanos los hicieron pedazos y quedaron doce dando vueltas por la selva, Castro pronunció la famosa frase: ‘Ahora sí estoy seguro de que cumpliré con la revolución…’. Castro no les dijo: ‘Bueno, muchachos, ahora vamos a un gimnasio, vamos a usar esta máquina isocinética, vamos a hacer pesas porque tenemos que derrocar a Batista”. ¡No tenían ni fusiles! ¡Si fuera un problema de músculo, Schwarzenegger sería el mejor jugador del mundo y Schwarzenegger no puede jugar a la pelota ni con la mano! Se habla de desarrollar la velocidad y cuando contrataron a Ben Johnson para jugar al fútbol en Canadá lo echaron a los dos meses porque llegaba siempre último”.
Fernando Signorini
“Se lesionaban menos porque entrenaban menos. ¿Por qué antiguamente no había tantos lesionados? La pubalgia es una enfermedad nueva que ha llenado de dinero a los traumatólogos. Es la locura del entrenamiento. ¿Por qué hay que entrenar? Hay que entrenar desde la racionalidad. Cada vez corren más en la montaña y en el mar con el agua hasta las rodillas. Un día va a aparecer un tiburón y se va a comer a alguno”.
Fernando Signorini
La importancia de la preparación física en el fútbol reside en conseguir que el futbolista sea capaz de manifestar y soportar los esfuerzos que solicita el juego. Para conseguir que el futbolista manifieste determinadas acciones buscaremos un entrenamiento optimizador de la estructura condicional que será preferentemente específico. Sin embargo, para que el futbolista sea capaz de soportar esas manifestaciones necesitaremos entrenar a nivel preventivo, ya que ese soportar no es más que manifestar de modo que el jugador no se lesione.
Las mejoras producidas por el entrenamiento no son instantáneas, sino que se construyen en el largo plazo. Resulta imposible mejorar de forma significativa sin una continuidad que las lesiones se encargan de limitar. Hemos de ser conscientes de que para mejorar en el juego hay más cosas que el propio juego. A menudo hay que echar mano de lo externo para poder mejorar en lo realmente significativo. Muchas veces lo inespecífico da de comer a lo específico, permitiéndole crecer. Haciendo algo que no pertenece al juego seguro que no mejoramos de forma específica, sin embargo nos puede posibilitar esa continuidad imprescindible para la optimización del juego.
Las lesiones de los futbolistas se dan en el propio juego, por lo que es evidente que los mecanismos lesionales ya existen en el contexto. Entrenar en especificidad conlleva la manifestación de los esfuerzos condicionales que el jugador va a manifestar y por lo tanto con los que puede caer lesionado si se produce algún desajuste. Desde el momento en que esos esfuerzos los desarrolla el jugador, está fortaleciendo determinadas estructuras que le permitirán soportar mejor esas acciones. El entrenamiento específico también es preventivo.
Sin embargo, volvemos al tema anterior: sin repetición no hay mejora. Por eso acudir a lo externo a menudo es lo más adecuado. Además, el juego no es cuantificable como sí lo son los números de apoyos monopodales en un bosu para el trabajo propioceptivo. Lo que quiero decir con esto es que se han podido desarrollar muchos estudios con aspectos externos al juego de los cuales se conocen los resultados; algo que con lo específico es más difícil y sería dejar al azar algo tan importante como las lesiones.
“Al mejor jugador de la historia hubo cinco o seis periodistas que lo masacraron porque hubo un día que corrió 8 km y algo. Y dijeron: ‘¡Ha corrido [solo] un poco más que Pinto!’. Yo empecé a mirar todo lo que corría Messi en todos los partidos. A nosotros nos fusiló Messi, como a otros 95 posibles equipos, porque es el mejor de la historia. Y los demás están en otra dimensión. Y creedme que yo lo conozco bien. En el partido que nos fusiló a nosotros corrió 8 km (…) ¿Es importante correr o no es importante? No puede ser que los cinco periodistas que lo mataron hace tres meses digan: ‘no, es que…’. No, si correr es importante, es para todos y siempre. ¿Sabéis por qué Messi es capaz de jugar 55-60 partidos cuando no está lesionado, que también tiene derecho a lesionarse una vez cada cinco años? ¿Sabéis por qué? Precisamente porque juega como su cuerpo le invita a jugar. Si nosotros decimos: ‘¿Messi cuánto tiene de consumo de oxígeno? 12,3. Muy bien. Vamos a ponérsela en 14’. No, no. Messi de aquí a ese foco, él con balón, con banderolas, llega más rápido que otros jugadores sin balón y sin banderolas. ¿Y tú le quieres cambiar eso? ¿Tú le quieres cambiar eso para que tenga dos puntos más de consumo de oxígeno? Entonces sí me voy al otro lado del río y digo: ‘Con Messi eso no sirve para nada’. En este lado del río. ¿Cómo le invita su cuerpo a jugar? Caminando, porque caminando mira, se para y dice: ‘Ahora va a pasar esto’. Los demás no lo hemos visto todavía, faltan 30 segundos para que pase. Un tío al que marcan con ayudas todos los equipos, al que a veces marcan cuando llega a una zona uno, dos o tres si podemos, y que lleva 400 y pico goles oficiales en todas las competiciones en diez años, ¿le queremos modificar el consumo de oxígeno porque un iluminado dijo que corre 8 km? Estamos locos eh, estamos locos”.
Lorenzo Buenaventura
Estar bien físicamente en fútbol está necesariamente relacionado con jugar bien y hacerlo de una forma continuada. Es imposible jugar bien de forma prolongada en el tiempo si se está fatigado o se está lesionado con frecuencia. Y del mismo modo que muchas veces hemos de echar mano del propio juego para evitar fatiga y lesiones, hay veces que si nos ayudamos de lo externo también podemos evitar dos de los peores virus deportivos.
Además, hemos de ser conscientes de que la fatiga y las lesiones son dos caras de la misma moneda. ¿Acaso será casualidad que en los minutos finales el número de lesiones aumente? ¿No será que las respuestas neuromusculares del organismo del deportista no son las mismas que cuando está fresco y son esas alteraciones las que provocan un incremento lesional?
Dentro de lo que es estar bien físicamente en fútbol ignoramos un factor primordial: la eficiencia. Ser capaz de hacer más con menos. Ser capaz de gastar la menor cantidad de energía posible para desarrollar lo que el juego demanda. ¿Acaso tardará lo mismo en recuperarse un jugador que ha corrido 12 km que uno que ha corrido 8 km? ¿Serán ambos igual de capaces de hacer lo adecuado en la recta final de un partido? ¿O encararán el siguiente encuentro igual de frescos? Lo ideal sería estar preparado para correr 12 km, pero ser eficaz corriendo 8 km.
Un mayor despliegue físico conlleva una mayor acumulación de fatiga, y la fatiga es uno de los fantasmas del fútbol que a todos nos aterra. La eficiencia resulta fundamental, siempre y cuando no vaya acompañada de un descenso de la eficacia. Y ser eficaz y eficiente no solo pasa por la estructura condicional, sino por la manifestación sinérgica de todas las estructuras conformadoras del jugador.
Estar bien físicamente está relacionado con combatir la fatiga y evitar las lesiones (soportar ambas) y ser capaz de manifestar los esfuerzos condicionales (que irán acompañados de unas intenciones tácticas que serán las que den significado a dichos esfuerzos) durante todo lo que dura un partido, con la máxima eficiencia y sin pérdida de eficacia. Luego, cada jugador estará bien físicamente a su manera, porque el contexto de uno no coincide con el de otro, igual que cada cuerpo responde de una forma concreta. Estar bien físicamente depende de la persona y del juego. Y no hay dos personas ni dos juegos iguales.
* Enric Soriano es entrenador en el Levante UD.
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