"Cada acto de aprendizaje consciente requiere la voluntad de sufrir una lesión en la propia autoestima". Thomas Szasz
Hay quien dice que es cosa del entrenador, que no trabaja lo suficiente las variantes ofensivas, y otros lo achacan a la propia languidez del punta. Es difícil abrazar cualquier teoría porque el entrenador y la languidez ya estaban la temporada pasada y bien que Karim metía goles. En cualquier caso, de un tiempo a esta parte el asunto no carbura. Hay partidos en los que el delantero parece asustado de su propio talento, o avergonzado, y lo esconde con timidez de zagal, con esa falta de espíritu, más aristocrática que provinciana a pesar de haber crecido en los arrabales de Lyon. También dicen que es muy bueno pero no lo que necesita el Madrid, este Madrid. Puede ser. Al fin y al cabo Florentino primero ficha jugadores y luego trae al entrenador. Quizá sea un poco de las tres cosas pero algo le pasa al francés, que ya no gusta de escapar de la jugada y echarse a un lado mientras deja avanzar a todos para rondar meloso el área. Daba gusto verlo salir del torbellino con su tranco inapetente y peligroso para erguirse desde el balcón como una cobra que embelesaba defensas, un poco a lo Butragueño, a la espera de que la tensión que creaba, por sí sola, rompiese en gol. Esa es una de sus mejores armas: la forma en la que, caído a la banda, sostiene un instante el contragolpe salvaje del Madrid para soltarlo segundos más tarde y ver cómo se estampa contra la red mientras él se da la vuelta, suspirando. Sobrevive Benzema como puede en este conjunto corajudo, a la manera de Özil, solo que el ex del Olympique parece sentirse culpable por su clase, que es mucha. Es un ariete peculiar, decimonónico, diríamos, y mira que por entonces el fútbol apenas empezaba; con gestos a veces divinos, casi soberbios, pero que falla ocasiones cantadas. Tuvo el 0-2 en el último partido de Liga contra el Barça. Quién sabe lo que hubiese ocurrido de haberla enviado dentro. Parece además que le ponen un filtro sepia para jugar y que vive el presente como si fuera un recuerdo muy muy lejano. Como si fuese un anciano, en pantuflas y batín, al que le preguntan por aquel Madrid y él se acerca a la ventana, brazos a la espalda, y murmura: “Ah, el Madrid de Mou. Menudo tipo, qué equipo. Qué tiempos”.
* Jorge Martínez es periodista.
Foto: Miguel Riopa (AFP)
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