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Fútbol / Fiorentina / Italia / Juventus

Invocando a Rossi

por el 22 octubre, 2013 • 15:18

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Marzo de 2012. En aquel mes, la pelea por el Scudetto estaba igualadísima. La primera Juventus de Antonio Conte había recuperado buena parte del prestigio perdido en el anterior lustro y el Milan seguía manteniendo el buen ritmo del curso anterior, en el que fue campeón de la Serie A. Comenzaron el tercer mes de aquel año empatados en lo alto de la classifica con 51 puntos cada uno y un buen margen de seis puntos sobre los perseguidores, Udinese y Lazio. La Juventus había llegado hasta entonces sin derrotas, racha que mantendría hasta la siguiente temporada. Pero esa Juve no perdía porque casi sólo empataba. Antes de marzo, había empatado doce de los veinticinco encuentros jugados, y empató los tres siguientes. El Milan aprovechó para coger una renta importante de cuatro puntos. Pero ese final de marzo supuso el principio de la resurrección real de la Vecchia Signora. Visitó Florencia, territorio comanche bianconero, pero con la Fiorentina a sólo seis puntos del descenso a la Serie B. La Juve echó sal en la herida viola con una manita a domicilio que escoció y mucho en la capital toscana. Desde ese día, los de Conte iniciaron una racha de ocho victorias consecutivas que les permitió ganar el Scudetto y volver a ser grandes. Poco más de año y medio después, la Viola vengó aquella injuria juventina con una remontada histórica.

SIN SUPERIORIDAD MARCADA

Me costaría decir quién fue en realidad el mejor equipo en el partido del domingo en el Franchi. Cualquiera podría decir que lo fue la Fiorentina por el hecho de ganar y marcar cuatro goles a toda una Juventus, pero eso sería faltar a la verdad de lo que sucedió en el campo de juego. La Fiore tuvo catorce minutos legendarios, mágicos, increíbles, pero fue eso, un cuarto de hora de dominio aplastante y otros cinco cuartos de hora de tener algo más la pelota pero sin ningún tipo de malicia efectiva. La posesión era viola, pero no así el dominio del partido en general. La sensación que transmitía el encuentro hasta que Rossi empezó su fiesta era que la Fiore estaba jugando a lo que quería la Juventus.

La Juve quería estar organizada atrás, sin sufrir para buscar contragolpear con balones largos a Llorente para que éste contactara con Tévez, y a partir de ahí comenzar a percutir. Es un estilo muy poco conteniano, puede que planeado a posta por el técnico, pero lo más probable es que se debiera a la incapacidad (o dejadez) de los jugadores de la Juventus en la presión al portador de balón rival. Hace unos meses, la Juve no hubiese permitido que la Fiore le quitara la pelota durante muchos minutos, habría salido a morder desde el principio, presionando intensamente en todas las líneas del campo, sobre todo en la medular, con los dos interiores rabiosos como perros de presa. Nada de eso pasó. Dejó que la Viola llevara el peso del partido en todo momento y cuando las cosas empezaron a salir mal se convirtió en un potrillo desbocado imposible de apaciguar, destrozando a coces nerviosas lo construido durante los anteriores minutos. Y esto es algo muy extraño en la Juve, un equipo que nunca se pone nervioso, suele mantener la calma y utilizar la cabeza antes de actuar descontroladamente. Echando la vista atrás, en los dos años y pico que dura ya la Era Conte, no se me ocurre un partido en el que la Juventus en una determinada fase de un partido perdiera los estribos y olvidara cómo se juega a esto del fútbol. El único ejemplo que podría exponerse para ejemplificar algo parecido sería la primera derrota bianconera en el Juventus Stadium contra el Inter hace ahora un año, pero la remontada nerazzurra no sucedió en un instante de alboroto local, sino a través de la superioridad en el juego.

EL PAPEL DE LLORENTE

El dominio general fiorentino era muy inocente, falto de cattiveria, como dicen en Italia para nombrar la maldad. La Juve estaba bien organizada atrás; las dos líneas, de tres y cinco, se juntaron cerrando todos los espacios disponibles y ni las carreras de Cuadrado podían abrir un hueco. De hecho, la Fiorentina se fue al descanso sin haber creado una sola ocasión de peligro, con dos disparos desde lejísimos de Roncaglia como únicas intervenciones de Buffon, uno para parar y otro para sacar de puerta. Bueno, para ser justos, Buffon también mandó a córner un centro desde su derecha que venía de un saque de esquina botado en corto. Ni siquiera la entrada de Mati Fernández por el lesionado Ambrosini dio alternativas ofensivas a la Fiore. Fue un cambio realmente valiente por parte de Montella, que vio precisamente ese atasco en tres cuartos y apostó por el chileno para desequilibrar. Lo hizo en la segunda parte.

La Juve, mientras tanto, aguantaba y salía como podía. En ese juego fue fundamental Fernando Llorente. No fue un partido brillante del riojano y lo que hizo bien se olvidará rápido por la derrota, pero participó de forma decisiva en los dos goles piamonteses. Recibió dos descargas desde el centro del campo, ambas cayendo a la banda derecha aprovechando el hueco que dejaba Pasqual. En la primera de ellas, asistió a Tévez, que venía en carrera y fue derribado en el área. Después, recibió de Pirlo para desahogar la creación y habilitó seguidamente a Pogba, autor del gol después de un rebote de su propio pase. Dos repliegues ofensivos de la Juventus pasaron por las botas de Llorente. Esa es una de sus principales virtudes, ser un delantero que sirva como opción clara para la salida de pelota limpia desde atrás y deje de cara a los interiores que se le acerquen. En la segunda parte, sirvió en bandeja el tercero a Marchisio, pero la vaselina del italiano se estrelló en Neto. El público no se acordará jamás del partido de Llorente en Florencia, pero estoy seguro de que Conte sí apuntó las cosas positivas del atacante.

AQUELARRE

El partido estaba entrando en la fase REM cuando Mati cayó en el área bianconera. Nada sucedía, unos tenían la pelota y otros contenían. Marchisio, en esa jugada con Llorente, tuvo la sentencia, y poco más. La entrada de Joaquín era obligada tal y como estaba el partido para la Fiore. Si quería tener alguna oportunidad de al menos empatar, el andaluz tenía que jugar. Se puso en la derecha y Cuadrado se fue a la izquierda, y así la Fiore ganó en amplitud y frescura. Pero si Mati no hubiese caído en el área, no se habría desatado el aquelarre. Catorce minutos demoniacos siguieron al tanto de penalti, en los que la Juventus tuvo miedo por su alma y acabó regalándosela al diablo Rossi, que fue invocado y surgió desde la ultratumba para volver a ser grande. A él se le ocurrió probar un tiro desde lejos que inesperadamente sorprendió a Buffon y puso el empate. La Juventus era un rebaño atolondrado de cabritillos cuando en plena lujuria viola, dos españoles se encontraron para poner el 3-2, Borja y Joaquín. Había entrado Vidal entre el segundo y el tercer tanto local, pero como si no hubiera pasado por la Toscana. El aquelarre culminó con la carrera de Cuadrado, el toquecito sutil y el tercero de Rossi.

Dos conclusiones vienen a la mente en cuanto se ve este partido. La primera, es que la Fiorentina tiene una calidad tremenda de mediocampo hacia arriba, capaz de ganar a cualquiera de los grandes de Italia, incluso de hacer un muy buen papel en la Europa League, pero su inocencia y su pinta de bonachona le privarán de ser candidata real al Scudetto. La segunda, es que si la Juve quiere precisamente eso, el Scudetto, debe recuperar la intensidad, el hambre, el competir cada partido como si fuera el último. De lo contrario, se verá fuera de Europa muy pronto y podría alejarse cada vez más de la cabeza de la Serie A.  

* Jesús Garrido es periodista.

– Foto: Reuters




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