"Volved a emprender veinte veces vuestra obra, pulidla sin cesar y volvedla a pulir". Nicolás Boileau
Bayern Múnich / Fútbol / Alemania
38 partidos jugados, 33 victorias. 110 goles a favor, 22 en contra. Los números no mienten, el Bayern de Múnich está completando una temporada fantástica. Las ideas de su entrenador cada vez se hacen más notorias sobre el terreno de juego y en este último mes se alcanzaron picos de fluidez con balón que no habíamos visto a lo largo de la temporada. Sin embargo, también salieron a la luz falencias que vienen acosando al equipo desde principio del curso y que no han sido expuestas del todo debido al bajo nivel de la competencia en la que participa. Guardiola ya ha solucionado algunas, obteniendo maravillosos beneficios a cambio, pero otras siguen latentes y han perjudicado al equipo incluso en sus mejores actuaciones. Que nadie se confunda. El Bayern es un equipazo, quizá el mejor de Europa, pero está lejos de ser invencible. En esta edición nos encargaremos de explicar por qué.
Comencemos con los problemas para los que Guardiola ya ha hallado una solución. Como mencionamos en ediciones anteriores, los delanteros rivales han dejado de presionar la salida del Bayern y se han limitado a taponar el carril central. Partido tras partido podemos ver cómo los puntas se quedan pegados a la línea de mediocampistas, congestionando la zona del mediocentro y obligando a los dos centrales bávaros a cargar con la gestión de juego. La medida surte efecto porque ni Dante ni Boateng cuentan con la capacidad necesaria para superar líneas mediante el pase, por lo que el Bayern sufre muchísimo para generar ventajas en la base de la jugada. Queda como incógnita saber si la medida tendría tanto efecto con Javi Martínez ocupando el centro de la zaga, pero hasta entonces, Pep ya ha hallado una solución que sin duda le ha facilitado las cosas a su equipo a lo largo del último mes. Cuando el Bayern saca el balón jugado, los dos laterales se disparan hacia arriba, tirando de sus marcadores y generando un espacio en las bandas para que uno de los interiores baje a recibir. Mientras esto sucede, los extremos se meten hacia adentro y amenazan la espalda de la línea de mediocampistas rival, que no sabe si salir a tapar al interior o quedarse resguardando su zona. Así, Guardiola ha liberado a sus centrales de la gestión de juego y le ha permitido a su equipo plantarse en la zona de tres cuartos con continuidad.
El éxito del ajuste se puede medir en base a los dos partidos jugados contra el HSV esta temporada. En el primero de ellos, Van Marwijk le pidió a sus puntas que asumieran una postura extremadamente conservadora, lo cual causó que el Bayern sufriera muchísimo para filtrar pases desde atrás. Lasogga y Van der Vaart no salían a presionar ni cuando Lahm se metía entre centrales, provocando una congestión que los de Guardiola nunca lograron superar pese al 3-1 final. Eso sí, dos meses después, todo iba a ser diferente. Van Marwijk repitió planteamiento, pero no tomó en cuenta que enfrente estaba un equipo que había evolucionado profundamente desde la última vez que se habían enfrentado. Tanto Thiago como Kroos aprovecharon a la perfección el espacio liberado por sus laterales y comandaron una exhibición que terminaría costándole el cargo al entrenador neerlandés. La Bundesliga había generado un antídoto, pero Pep había estado nuevamente un paso por delante. De hecho, la histórica actuación que firmó Kroos en el Emirates cuatro días después se puede explicar en gran parte gracias al nuevo movimiento introducido por su entrenador. Pocos jugadores parecen comprender tan bien los conceptos de Guardiola como lo hace Toni. Su temporada está siendo excepcional.
Explicado ese punto, queda abordar el tema central del artículo: un dilema que seguro ocupa la cabeza de Pep las 24 horas del día y que podría alejar a su equipo de las metas históricas a las que apunta. Con el objetivo de maximizar la fluidez del juego, Guardiola ha instalado un sistema increíblemente flexible, que hace que la seguridad del Bayern siempre cuelgue de un hilo. El equipo asume riesgos altísimos para mejorar la circulación del balón que repercuten directamente en la calidad de su transición defensiva. Por ejemplo, la rotación en el triángulo del medio es constante. Los jugadores intercambian sus posiciones sin dudarlo, porque saben que así facilitan la fluidez de juego. El problema es que esto ocasiona que durante varios tramos del partido el jugador encargado de sostener todo el sistema no esté capacitado para corregir un error si este se produce.
Imaginemos el siguiente escenario: Lahm ve un espacio libre y lo ocupa, sabiendo que Thiago o Kroos le van a cubrir la espalda. Ambos jugadores están de sobra preparados para ejercer las tareas de un mediocentro con balón (ofrecerse por detrás, reorganizar el ataque), pero ninguno cuenta con el suficiente talento defensivo como para parar un contragolpe rival en caso de que este se produzca. Las consecuencias son simples: si el Bayern logra desordenar a su rival con la posesión, las pérdidas pueden ser fácilmente corregidas mediante una rápida presión en la misma zona del robo. El contragolpe es anulado en su gestación y el balón no se acerca al área vigilada por el improvisado mediocentro. El problema es que basta con que la calidad de la posesión decaiga un poco y deje de ser excelente para que el rival pueda ocasionarle disgustos a los de Guardiola con relativa facilidad. La concentración siempre tiene que ser máxima. El que lo dude que vea el partido disputado contra el Stuttgart a finales de enero. Harnik se pasó la tarde recibiendo balones a la espalda de Alaba y el Bayern estuvo más cerca que nunca de perder su ya histórico invicto en Bundesliga.
Es probable que el principal punto débil del equipo se encuentre en la espalda de su lateral izquierdo. La introducción de falsos laterales ha hecho que tanto Alaba como Rafinha se encuentren muy lejos de su teórica zona defensiva cada vez que el Bayern pierde el balón. El caso del canterano es especialmente sangrante porque todos los mediocentros de la plantilla tienen la tendencia de irse hacia la derecha. Repetimos escenario: Lahm ve un espacio libre y ocupa momentáneamente la posición de interior derecho. Kroos cubre su espalda, pero la calidad de la posesión es baja. El rival roba y supera la línea de Toni sin que este tenga la posibilidad de corregir. Alaba, fuera de posición, no alcanza a tapar su carril y el extremo derecho rival recibe solo y con espacio para encarar a Dante en un claro uno contra uno. Un buen central podría salir, anticipar la recepción y evitar todo el problema, pero el brasileño está firmando una temporada bastante discreta. Todo esto lleva a que el Bayern conceda más de lo que su entrenador querría. La situación descrita se ha visto hasta en los mejores partidos del conjunto bávaro. Guardiola tiene un problema.
Quien haya leído hasta acá puede considerar que generar ocasiones sobre la portería de Neuer es relativamente fácil. Nada más lejos de la realidad. Para lograrlo primero hay que quitarle el balón a los de Pep –difícil– y después tener la calidad técnica necesaria para superar la presión pospérdida e iniciar la transición –muy difícil–. Y si bien el nivel de la posesión en el Bayern puede caer en un día poco inspirado como en Stuttgart, lo normal en un equipo de Guardiola es que esto ocurra solo en algunos tramos durante un partido. Si lo hemos planteado así es porque consideramos que los mejores equipos de Europa cuentan con los recursos suficientes para castigar todas y cada una de estas distracciones, y Guardiola parece pensar lo mismo. De hecho, en los dos grandes choques de lo que va de temporada, el de Santpedor ha modificado su sistema para evitar minimizar el riesgo, y los resultados no han sido para nada satisfactorios. Cada vez que Pep ha intentado introducir algo de rigidez en el sistema, la capacidad ofensiva de su equipo se ha visto afectada gravemente.
Ante el Borussia Dortmund, Pep prescindió de los falsos laterales durante gran parte del encuentro. Dejar espacios libres ante el mejor contragolpe del continente no parecía recomendable, y pudimos ver al Bayern más precavido de la temporada. El resultado fue que durante toda la primera parte los de Guardiola sufrieron muchísimo para ser profundos y tuvieron que esperar a la entrada de Götze y Thiago para decretar el encuentro a su favor. Algo similar ocurrió en el Emirates. Por temor a Özil y sus recepciones, Pep colocó a Javi Martínez como mediocentro fijo. La poca rotación en el centro del campo facilitó la tarea a una línea defensiva gunner que apenas pasó apuros durante la primera mitad. Fue solo en el segundo tiempo y ya con superioridad numérica sobre el terreno de juego cuando Guardiola decidió devolver a Lahm al mediocentro, adueñándose del control del partido y sentenciando la eliminatoria.
Resumiendo, Guardiola tiene ante sí el siguiente dilema: para que el sistema actual funcione, sus jugadores tienen que mantener un nivel extremo de concentración durante los noventa minutos del partido. Bale, Messi y Hazard no van a perdonar lo que vienen perdonando sus rivales en la Bundesliga. Si Pep considera que su equipo es incapaz de alcanzar ese nivel durante todo un encuentro, lo más natural sería apostar por algo más conservador. Sin embargo, ¿tendría la plantilla la paciencia necesaria como para aguantar partidos enteros generando menos ocasiones de las que acostumbran? ¿Qué es más arriesgado? El tiempo nos traerá la respuesta.
0. Introducción a La evolución táctica del Bayern de Guardiola
* Ignacio Archondo.
– Foto: dpa
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