"Se llama genio a la capacidad de obtener la victoria cambiando y adaptándose al enemigo". Sun Tzu
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Salvo que una catástrofe lo impida, la Juventus conquistará en breve su cuarto Scudetto consecutivo, esta vez con Allegri en el banquillo después de que Antonio Conte dejara plantada a la Vecchia Signora pocos días antes de iniciarse la temporada. El título de liga ya justifica el curso juventino, pero este año ha habido alegría doble: el equipo se ha plantado en las semifinales de Champions y aunque el Real Madrid es muy favorito, nadie en Turín se da por vencido de antemano.
En un campo alejado de todas las miradas, Andrea Pirlo ensaya los lanzamientos de falta. Una y otra vez. Sin agresividad, casi como si cada disparo fuese una caricia. El centro deportivo de Vinovo está situado a 20 kilómetros de Turín y ningún signo externo aparenta albergar a un equipo de élite mundial. La ciudad deportiva de la Juventus te da la bienvenida desde un módulo prefabricado de color gris que igual podría contener las herramientas de una compañía constructora que la sede provisional de una empresa de mudanzas. Es un símbolo rotundo de la austeridad con que se dirige el club, que ha vivido un cambio radical desde que lo preside Andrea Agnelli, 39 años, sobrino de Giovanni, el gran patrón.
La Juve es el equipo de Italia, pero no tanto el de Turín. Los turineses son, en su mayoría, fans del legendario Torino, probablemente el club de fútbol del que se podrían contar más historias maravillosas y también dramáticas. Este próximo lunes, 4 de mayo, se cumplen precisamente 66 años de la catástrofe de Superga, cuando el equipo que capitaneaba Valentino Mazzola se estrelló contra la basílica de Superga, en lo alto de la ciudad, a las cinco de la tarde, pocos minutos después de que el piloto del avión avisara a la torre de control: “Ya estamos…”.
El Torino es el club de la historia y la tragedia; la Juventus, el club de la exuberancia y el éxito. El pasado domingo jugaron entre sí el Derby della Mole y el Torino venció (2-1) por vez primera en veinte años. Es tal la pasión de los turineses por el Toro que a la Juve le cuesta horrores encontrar en la zona a jóvenes que quieran formar parte de su cantera. Por esa razón, sus ojeadores locales, encabezados por Claudio Sclosa, antiguo centrocampista, se ven obligados a extender la captación hacia zonas más alejadas de la capital del Piamonte.
La Juve es hoy un club regido por la austeridad. El escándalo del Moggigate en 2006, y su descenso a la Serie B, generó tal agitación interna que toda la última década estuvo marcada por el conflicto. A partir del descenso a los infiernos se abordaron también aquellos defectos internos que lastraban la capacidad del club para hacer frente a los grandes colosos europeos. El proceso aún no ha terminado, ni mucho menos, pero la Juve se apartó del clásico modelo de club italiano que hoy podríamos simbolizar en el AC Milan: un presidente carismático que dirige el club como si fuera su cortijo, invirtiendo dinero en futbolistas de los que se encapricha hasta que un día se cansa de tal dinámica. La Juventus se empeñó en huir de dicho modelo y lo ha ido consiguiendo, no sin dificultades. Nada lo ejemplifica más que su política de fichajes.
La zozobra económica padecida en 2011 marcó a fuego los criterios de gestión del club. Aquél año, la Juve presentó unas pérdidas escalofriantes de 92 millones de euros, las peores de su historia que además llegaron tras tres ejercicios con ligero balance positivo. “Intolerable”, dijo Agnelli. Dos temporadas sin jugar Champions y solo una fase de grupos en Europa League -y un triste 7º puesto liguero- destrozaron las cuentas de un equipo cargado de jugadores con buenos sueldos. La puntilla fue la modificación en los derechos televisivos en Italia, que pasaron a ser negociados de manera conjunta y redujeron los ingresos juventinos desde los 132 hasta los 42 millones. Una catástrofe.
El desastre condujo a la reconversión de los criterios. Desde ese momento, para fichar antes había que vender, máxime cuando el club emprendía otra aventura trascendental: la inauguración en septiembre de 2011 del Juventus Stadium, una instalación magnífica para 41.000 espectadores que serviría para relanzar la asistencia de aficionados y propulsar a la Juve a su deseada dimensión. A cambio, 150 millones de inversión, de los cuales aún se adeudan una cincuentena.El estadio supuso un éxito aplastante y los ingresos por asistencia, el Match Day, se triplicaron. La Juve había dado en el clavo con su estadio y debía cerrar el círculo virtuoso con su política de fichajes.
12 millones por Arturo Vidal, 9 por Tévez, medio millón por Barzagli, gratis Llorente, gratis Pirlo, gratis Pogba… Poco a poco, y combinado con desaciertos como es natural, la Juve no solo fue mejorando la plantilla sino que la hizo sostenible en cuanto a salarios e inversión. Para que saliera un euro antes debía entrar otro euro. Para acceder a Morata (20 millones) hubo que desprenderse de Immobile, Vucinic y Quagliarella. Así, el balance global de las dos últimas temporadas en cuanto a fichajes es incluso positivo (+2 millones). Y no es tarea sencilla porque cada temporada el club maneja entre 50 y 60 fichas, dada la peculiaridad de la contratación italiana, trufada de co-propiedades entre clubes y cesiones incesantes. Trascendental en esta reconversión fue el nombramiento de Giuseppe Marotta como administrador deportivo general en 2010, quien a su vez incorporó a Fabio Paratici como director deportivo y al catalán Xavi Ribalta como jefe de scouting.
Llegó Antonio Conte al banquillo y la Juve ya no dejó escapar ningún Scudetto desde 2011. Ni siquiera la tormenta del pasado verano, cuando Conte abandonó la Vecchia Signora a mediados de julio, ha tumbado el proyecto deportivo. Sin apenas margen de maniobra, el club apostó por Massimiliano Allegri, que en enero había sido cesado en el AC Milan tras ocupar el banquillo durante tres temporadas y media en las que conquistó una liga y una Supercoppa. Hubo mil comentarios negativos a dicha incorporación, fuese por razones tácticas, por el carácter del nuevo técnico o por el simple hecho de que iba a reencontrarse con Pirlo, de quien se decía que se había ido alejando en la etapa milanista.
Más tranquilo que Conte, el nuevo técnico empezó con pies de plomo y poco a poco ha ido imponiendo sus conceptos. Si para Conte la liga suponía el objetivo indiscutible y era capaz de poner a mil por hora a sus jugadores en dicha competición, para Allegri la visión es diferente, más amplia. Desde el primer minuto le otorgó mayor importancia a la Champions, si bien el club no se marcaba más objetivos que revalidar el Scudetto y rozar los cuartos de final europeos. Sin dinero para competir contra los grandes gigantes, estos objetivos deportivos eran más que satisfactorios. Diez meses más tarde, se han cumplidos: la liga está en el saco y la Juve vuelve a visitar unas semifinales de Champions. No hay discusión hoy alrededor de Allegri, protagonista indiscutible del cuarto título de liga consecutivo desde 2012 con solo tres derrotas en el campeonato y únicamente dos en Champions (en fase de grupos, ante Atlético de Madrid y Olympiacos, ambos por 1-0).
El futuro de la Juve promete. Bien trufada por nombres históricos (Nedved es consejero del presidente, Pessotto dirige la cantera, Fabio Grosso entrena al filial), la sociedad piamontesa tiene proyectos de relieve. Los nueve campos de entrenamiento de la ciudad deportiva de Vinovo serán mejorados en breve, dadas las dificultades que genera el clima frío y húmedo, lo que castiga seriamente el césped y perjudica el trabajo de los jugadores. Para 2017 se prevé un nuevo centro deportivo anexo al Juventus Stadium reservado al primer equipo y el Primavera, con hotel incluido. Hoy por hoy, todos los equipos blanquinegros coinciden en Vinovo y el gimnasio, aunque amplio, es compartido por los hombres de Allegri y los del filial, entre los que podemos ver a los exbarcelonistas Carlos Blanco y Sergio Buenacasa, hoy a las órdenes de Grosso, el hombre que transformó el penalti definitivo que dio el Mundial 2006 a Italia.
Ese equipo Primavera tiene buena pinta. Juega bien, domina diversos sistemas de juego y está compuesto por chavales muy jóvenes, nacidos en 1996 y 1997 e incluso del 98, sin recurrir a la alineación de chicos de veinte años, que por reglamento podrían jugar el campeonato. Hace apenas dos años, 21 de los jugadores del filial eran de último año; hoy en día, esa característica solo la tienen seis. El proceso de rejuvenecimiento llega al primer equipo, que se ha estratificado en tres grandes grupos: una primera línea de titulares; un segundo grupo de suplentes jóvenes; y una tercera línea de chicos aún más jóvenes (Coman, 18 años sería el ejemplo) que van subiendo de la cantera.
No todo es perfecto, por descontado. La economía pesa lo suyo y nadie en Vinovo pierde de vista que Pogba o Tévez, cada uno por razones distintas, quizás no vestirán la camiseta blanquinegra mucho tiempo más. Pero al mismo tiempo, la serenidad domina la gestión: los fichajes del próximo curso ya están decididos desde el mes de febrero. Con nombres y apellidos. Mientras tanto, Pirlo sigue lanzando faltas suaves como la seda.
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