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Fútbol / Informes España

Luis Enrique estuvo aquí

por el 10 mayo, 2014 • 9:57

La temporada llega a su fin y los aficionados celestes duermen tranquilos por las noches. En la jornada 35, su querido Celta se aseguró la permanencia un año más en Primera División, objetivo principal para la 2013/2014. Un final muy diferente al del año pasado, en el que todo se decidió en un agónico último partido con un trajín de transistores para conocer las noticias que llegaban desde Riazor.

Parte de esta tranquilidad es culpa de Luis Enrique. Llegó con un andamio debajo del brazo y la cultura del trabajo y esfuerzo que se le suponen a un triatleta. Las dudas que cosechó durante su estancia en Italia le acompañaron durante los primeros meses, y en diciembre vinieron ondiñas, como reza A Rianxeira.

Por suerte para club y entrenador, el barco zozobró pero no se fue a pique. Tras numerosos rumores sobre la destitución del asturiano, Mouriño aseguró su permanencia a la prensa mientras Luis Enrique se mostraba muy tranquilo. Antes, a finales de octubre, el equipo había sufrido un varapalo muy duro. Tras un partido en el que se generaron numerosas ocasiones y que había controlado de principio a fin, pero sin lograr marcar, el Levante conseguía un gol en una jugada aislada y se llevaba los tres puntos, dejando al equipo penúltimo en la clasificación tras cinco derrotas en seis jornadas.

“Tengo dos opciones: pensar que le vamos a dar la vuelta a esto, que es lo que pienso, o empezar a llorar”.

Cuando le preguntaron por su continuidad, dijo: “Si consideran que hay otra persona que pueda venir a ayudar, fantástico, daré un paso al lado, pero mientras esté aquí, cien por cien confianza”. Eran tiempos en los que el fútbol estaba siendo injusto con el Celta de Vigo.

El juego era atractivo y fluido, pero los goles no llegaban. La sequía de Charles no ayudaba y los nervios comenzaban a hacer acto de presencia. La escasa solidez defensiva castigaba demasiado en los partidos igualados. Lucho lo tenía claro, confiaba en lo que estaba haciendo y se mostraba cristalino: “Si uno se basa sólo en los resultados, la situación no invita al optimismo. Si uno se basa en lo que ha mostrado el equipo, puede ver el vaso medio vacío o medio lleno. Yo lo veo medio lleno”.

Finalmente se comió el turrón y, no se sabe si obra de Santa Claus o los Reyes Magos, se encontró con un regalo inesperado cuando volvió a pisar A Madroa: Fabián Orellana.

El chileno, que casi no había contado para Lucho y que estuvo cerca de acabar en el Colo-Colo durante el mercado de invierno, no quería dejar escapar la oportunidad de llegar al mundial. Fue el mejor fichaje de invierno (373 minutos en el 2013; 1441 en el 2014), sin querer desmerecer a Íñigo López, que aportó lo que pudo en defensa, y Welliton, que aportó lo que pudo en una barra.

En una especie de simbiosis, Luis Enrique consiguió solucionar un problema que tenía en la banda derecha, puesto que prefería a Augusto Fernández en otras tareas más propias de centrocampista que de extremo y Santi Mina veía reducido su olfato de gol caído a la banda (Rafinha llegó a jugar ahí como solución), mientras que Orellana rehízo su cartel y volvió a dejar destellos de lo buen futbolista que puede llegar a ser cuando se lo propone.

La segunda vuelta del Celta siguió con altibajos, pero ya cuajando partidos muy serios, como los que jugó en El Madrigal o Los Cármenes. Se le seguían escapando puntos de oro en los tramos finales de los partidos, como en Cornellà, con unos nervios patentes en la zona defensiva que se fueron incrementando hasta encajar el gol de la derrota en el 88’, obra de Sergio García, o en Elche, donde se recibió otro gol a falta de nueve minutos para el final tras un partido muy flojo del club celeste.

Si algo se le puede achacar al equipo en esta temporada es la excesiva diferencia que ha existido entre una versión y otra. Como si del yin y el yang se tratase, el Celta ofrecía caras muy distintas según la ocasión. Cuando tocaba negro, la intensidad no hacía acto de presencia y las transiciones defensivas eran un esperpento. Cuando tocaba blanco, aunque se seguía concediendo atrás, la cosa en tres cuartos fluía de manera natural y muy vistosa y los goles acababan cayendo por su propio peso. Quizás al entrenador, conocedor del potencial de la plantilla, le haya quedado un sabor agridulce en este aspecto.

Andalucía, eso sí, les sentó genial durante todo el año. Hasta el punto de que Luis Enrique llegó a bromear sobre realizar la pretemporada 2014/2015 por esas tierras.

SU TRATO A LA CANTERA

Una de las características que más destacan de su labor como entrenador es la confianza que suele depositar en los jugadores jóvenes que intentan abrirse paso en el fútbol profesional. Explicaba así su visión sobre la cantera en una entrevista concedida en enero:

“Me hicieron una prueba con el colegio, éramos muchos y me cogieron. Luego fui a un equipo de Gijón de fútbol sala, donde quedamos campeones de Asturias. Después me cogieron en el Sporting, pasando a formar parte de la Escuela de Fútbol de Mareo. Después estuve en otro filial del Sporting, para volver después a alternar el segundo y el primer equipo. Lo veía muy difícil, pero me dieron la oportunidad y la aproveché. Y al año y medio de debutar con el Sporting, de ahí al Real Madrid. Por eso soy partidario de que en el fútbol no hay que tener prisa ni presionar a los chavales, tienen que ir quemando etapas”.

Durante su primer año como técnico celeste se han ido asentando en el equipo David Costas, Santi Mina y, en el tramo final, adquirió también peso en la rotación del equipo Madinda, que llegó a jugar de interior. De una manera natural y pausada, sin prisas, el aficionado celeste dejó de sorprenderse si los veía en el once inicial.

Como colofón final hizo debutar a David Goldar la semana pasada contra Osasuna.

LAS VACAS YA NO SON SAGRADAS

Todo el mundo recuerda su enfrentamiento con Totti al poco de aterrizar en Roma. Era agosto, todavía no se había acabado el verano y Francesco ya estaba cansado de Lucho. Il Capitano apareció en un entrenamiento con una camiseta que decía “Basta” en clara alusión a sus suplencias, retando así al técnico. Sin embargo, jugador y míster acabaron limando asperezas y Luis Enrique terminó siendo arropado por Totti en su despedida.

En Vigo no le ha temblado el pulso a la hora de sentar a jugadores muy queridos por la afición celeste. Borja Oubiña, que empezó siendo clave en los esquemas a principios de temporada, se acabó diluyendo como un antigripal en un vaso de agua debido a su estado de forma. Los años no pasan en balde y Oubiña acusó un bajón físico en el último tercio de liga que obligó a Luis Enrique a usar a Fontàs, Madinda o incluso Krohn-Dehli de pivote defensivo.

Otro caso peculiar ha sido el de Álex López, que ha pasado de futbolista revelación en el curso anterior a no ser imprescindible para Luis Enrique (dentro de todo lo imprescindible que se puede ser para un técnico que no tiene un once tipo). Aunque empezó siendo el único que jugaba siempre (diecinueve partidos consecutivos entre liga y copa con un rendimiento más que aceptable allá por diciembre), la impresión que deja la temporada es que el ferrolano ha perdido la confianza del entrenador.

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SU SISTEMA PREFERIDO

Tuvo un par de idilios con el 5-3-2 a principio de temporada como parche a problemas temporales, pero su esquema preferido ha sido el mismo todo el año. Un 4-3-3 con pivote defensivo y dos interiores con mucho derroche, arriba dos extremos desequilibrantes, preferiblemente a pierna cambiada, y un nueve al uso. Salvo en lo del nueve al uso, el dibujo es prácticamente idéntico al sistema que lleva implantado el Barcelona durante los últimos tiempos.

INNOVACIONES TÁCTICAS

Esta es una de las mayores bazas diferenciales de Luis Enrique con respecto a otros entrenadores. Para bien o para mal, es muy difícil ver al entrenador asturiano repetir un once de una semana para otra. Lógicamente, siempre busca tocar menos piezas cuando la cosa funciona, pero no deja de probar a jugadores en nuevas posiciones. Esta práctica a veces genera demasiada controversia alrededor de sus decisiones (Madinda de interior, Santi Mina de extremo, Rafinha de extremo, etc.), pero gracias a la misma ha solventado problemas de difícil solución con una eficacia totalmente inesperada. De esta forma, la plantilla se ha mantenido involucrada prácticamente en su totalidad hasta el final de liga.

EL TRATO EN EL DÍA A DÍA

De personalidad fuerte, suele mostrarse comedido y sincero ante la prensa. Nunca se ha planteado ganar un título, y su objetivo como entrenador es dar la mejor versión de sí mismo. Se sirve de su experiencia como jugador para establecer relaciones con sus discípulos y se define como muy exigente. Y lo es. Perdona cualquier error a sus jugadores mientras la actitud y el esfuerzo sean correctos. En caso de no ser así, no le falta mano dura para tomar cartas en el asunto. No tolera la indisciplina bajo ningún concepto.

EL VÉRTIGO

El principal lunar de Luis Enrique en su primer año en Vigo se desprende de este concepto: el vértigo. El equipo se estiraba tanto con el balón o en los contragolpes que a veces le costaba muchísimo recomponerse, llegando (casi  literalmente) a romperse. Esa sensación de estar al pie del abismo durante muchas fases del encuentro es una mancha en su currículum de cara a su condición de futurible del F. C. Barcelona. En caso de que llegue a producirse su partida hacia tierras catalanas, este sería el punto que le generaría más quebraderos de cabeza a Luis Enrique. Heredaría un equipo con un repliegue defensivo que sufre cada contragolpe como un aguijón en el cogote, donde los laterales se han malacostumbrado y los centrales están viviendo siempre al límite.

SU FUTURO

Es duro de afrontar para el aficionado celeste, pero quizás, y digo quizás, el ciclo de Luis Enrique en Vigo haya llegado a su fin. Su paso dejará huella y su despedida recordará a esos grabados de púberes en los árboles: Luis Enrique estuvo aquí.

Siempre ha dicho que le gusta cumplir los contratos que firma. Lo aseguró el año pasado, cuando algunos periódicos dieron por hecho su salida al Barcelona, y lo repitió a finales de esta temporada. Sin embargo, las informaciones que han salido a la luz sobre su reunión con Zubizarreta hacen inevitable pensar que esta vez sí está valorando seriamente cambiar de aires.

Mientras Lucho deshoja la margarita y el Celta le busca sustituto por las Américas, las prioridades para el Celta pasan por reforzar urgentemente su lateral izquierdo y encontrar un sustituto para el vacío que dejará Rafinha.

Un Rafinha al que se encontrá el entrenador de Gijón si finalmente acaba en el banquillo del F. C. Barcelona. Con él mantiene una relación deportiva más que satisfactoria desde hace tiempo. El brasileño este año ha sido un pilar básico del Celta y está llamado a ser uno de los puntales en el futuro azulgrana más inmediato.

Quizás Luis Enrique sea el puente más idóneo que Rafinha pueda encontrar para dar el salto definitivo.

* Diego Basadre.

– Fotos: Getty Images – De Arcos (Faro de Vigo)




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