"Volved a emprender veinte veces vuestra obra, pulidla sin cesar y volvedla a pulir". Nicolás Boileau
Campeón del mundo en Brasil en 1950, Roque Máspoli pasó a la historia tanto por ser protagonista de aquel legendario ‘Maracanazo’ como por su carrera como futbolista primero y entrenador después. Con él al frente, el Peñarol vivió una auténtica era dorada en la década de los 60 y fue él quien, contra toda lógica, disparó al estrellato a un joven imberbe llamado Ladislao Mazurkiewicz, el Chiquito, quien falleció el pasado 2 de enero en Montevideo a los 67 años habiéndose consagrado como uno de los mejores porteros de la historia en todo el mundo.
Mazurkiewicz comenzó en las categorías inferiores del Racing de Montevideo, pero recién cumplidos los 20 pasó al plantel del Peñarol. Era el tercer portero, invisible a ojos de todos menos de Máspoli, quien a finales de marzo de 1965 no tuvo reparos en apartar del equipo al titular Luis Maidana, por indisciplina, en vísperas de jugar el desempate de la semifinal de la Copa Libertadores ante el todopoderoso Santos de Pelé. García, el suplente, estaba preparado para tomar la alternativa… Y el entrenador sorprendió a todo el mundo colocando en la portería a Mazurkiewicz. Ganó el Peñarol por 2-1 y Pelé, autor de la única diana del equipo brasileño, no tuvo reparos en acudir a felicitar al portero uruguayo por su prodigiosa actuación. A partir de ahí ya fue intocable en la meta de los aurinegros.
Subcampeón aquel año en la Copa Libertadores (perdió la final ante Independiente), Peñarol conquistó en 1966 su tercer cetro continental y la Copa Intercontinental frente al Real Madrid y para entonces la figura del Chiquito ya era incontestable, hasta el punto de acudir al Mundial de Inglaterra como titular de la selección uruguaya, dándose a conocer en Europa en un gran debut frente a la anfitriona a la que le arrancó la celeste un meritorio empate sin goles. Abandonó el Mundial como tercer mejor portero por detrás del inglés Gordon Banks y el soviético Lev Yashin antes de, en 1967, conquistar la Copa América.
Héroe en el Peñarol, fue en el Mundial de 1970 donde Mazurkiewicz alcanzó la leyenda. La misma Alemania Federal que había eliminado a Uruguay en los cuartos de 1966 le venció en la final de consolación a la que le había abocado el Brasil de Pelé, ganándole la semifinal por 3-1. Esa semifinal, disputada en el estadio Jalisco de Guadalajara y dirigida por el español Ortiz de Mendíbil, pasó a la leyenda por una jugada considerada entre las más bellas e inolvidables de la historia del torneo, cuando Pelé, en un pase adelantado, sorteó la salida desesperada del meta uruguayo… dejando pasar el balón de largo por un lado y superando al portero por el otro. Después, a puerta vacía, O’Rei no consiguió marcar el gol que habría podido entrar en la leyenda del torneo y que entró con el sobrenombre del ‘No gol de Pelé’.
Con todo, Mazurkiewicz fue considerado como el mejor portero del torneo y un año después, en 1971, vivió otros dos momentos inolvidables, en Moscú primero y Minas de Gerais después. En mayo fue invitado al partido de despedida de Lev Yashin, el legendario portero soviético que al retirarse del campo le entregó sus guantes diciéndole: “Tú serás mi sucesor”, y en diciembre conquistando el primer título brasileño de la historia del Atlético Mineiro.
Ya desligado del Atlético Mineiro y comprometido con el Granada, acudió al Mundial de Alemania en 1974 en un torneo del que se despidió la selección por la puerta de atrás, cayendo en la primera fase de un grupo donde fue barrida por la Holanda de Cruyff (2-0) y Suecia (3-0) apenas empatando con Bulgaria. Sin embargo, la personalidad y rendimiento de Mazurkiewicz le valió ser considerado el mejor tercer portero del campeonato, sólo por detrás del campeón Maier y del polaco Jan Tomaszewski (que años después tuvo también un efímero paso por el Hércules).
El Chiquito, ya ídolo también en Brasil, dio el paso en falso de su carrera en aquel 1974, cuando aconsejado por su compatriota Montero Castillo fichó por el Granada y en una temporada apenas disputó dos partidos oficiales de Liga, siendo suplente del eterno Izkoa. Espanyol y Celta, en febrero de 1975, fueron sus únicos rivales en la Liga española antes de volver a cruzar el charco para defender la meta del Cobreloa en Chile (un equipo menor con el que logró el subcampeonato) y el América de Cali en Colombia, con el que llegaría a disputar la semifinal de la Copa Libertadores antes de regresar a su casa, al Peñarol, con el que se retiraría ganando la Liga uruguaya de 1981.
Tras su retirada, tuvo una corta experiencia como entrenador para, en diversas ocasiones, ser preparador de porteros, aunque nunca nadie en el Peñarol dejó de considerarle como una de las personalidades del club al que siempre profesó, como él dijo en alguna entrevista “el cariño incondicional”.
Aquejado de problemas respiratorios desde hacía meses, Mazurkiewicz entró en coma a mediados del pasado mes de diciembre y falleció el segundo día de enero. El recuerdo de sus salidas, de sus saltos, de sus vuelos imposibles, dicen, permanecerá inalterable en el corazón aurinegro del Peñarol. Las leyendas son así.
El 16 de febrero de 1975 visitaba el Espanyol de Santamaría al Granada en Los Cármenes en una jornada muy especial para la hinchada local. Y es que aquel fue el último partido de Liga que disputó como rojiblanco Enrique Porta, un delantero aragonés que logró el único pichichi de la historia del club (en 1972 con veinte goles). Porta, surgido de las categorías inferiores del Zaragoza, explotó con 34 goles en el Huesca en 1968 antes de ser incorporado al Granada, que le fichó por 350.000 pesetas con las que el Huesca compró los terrenos en los que edificaría el estadio de El Alcoraz. Porta fue titular hasta 1974, cuando Dueñas acabó relegándole a la suplencia. Las ovaciones en aquel último encuentro al ídolo local (que volvía al Zaragoza de su niñez), fueron las mismas que escuchó el desconocido portero de nombre impronunciable, de quien sólo se tenía constancia por los periódicos y unas pocas imágenes de televisión.
Así debutó el uruguayo con el Granada, coincidiendo con el adiós de un ídolo y antes de jugar su segundo y último partido. A la semana siguiente volvió a ser titular en Balaídos y el 3-0 con que cayó ante el Celta le condenó a ojos de Joseíto, que devolvió a la portería a Izkoa hasta final de temporada. Cuando al verano siguiente se cambió de entrenador, lo primero que hizo Miguel Muñoz fue comunicarle a Mazurkiewicz que no contaba con él, por lo que arregló su finiquito para volver a su país.
* Jordi Blanco es periodista. En la web: notas-de-un-forofo.blogspot.com.es
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