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"Donde está la fuerza también está, en ocasiones, la debilidad". David Llada


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Ningún milagro inesperado

por el 12 marzo, 2014 • 10:41

El Arsenal llegaba al Allianz Arena, casa del campeón de Europa, casi un año después de su última visita, de la cual salió victorioso por dos goles. La idea de los de Wenger era repetir la gesta, aunque ahora se antojara más complicado. La idea de Guardiola, en sus propias palabras, era gestionar el resultado a través de la pelota. La pregunta era cómo iban a intentar competir los londinenses. ¿Presionar a todo campo como en los primeros minutos en el Emirates? ¿O esperar y salir? Lo primero le dio réditos al Arsenal hace tres semanas, pero no contó con la pizca de suerte necesaria en este deporte para trasladar esa ventaja en el juego al marcador. Esperar ponía las cosas más complicadas, teniendo en cuenta las declaraciones del técnico de Santpedor. Se protegería con la pelota. Si Arsène no atacaba a Pep, ¿cómo le quitaría el balón para intentar marcar? El alsaciano optó por lo segundo en la primera parte, y no le salió muy bien.

Los gunners saltaron al campo con Fabianski en la portería. Sagna, Mertesacker, Koscielny y Vermaelen jugaron en la defensa; el belga lo hizo de lateral izquierdo. La siguiente línea la ocuparon Cazorla, Arteta, Oxlade y Podolski. Un poco más arriba, Özil y luego Giroud. Un 4-4-1-1 que se volvía un 4-5-1, pues Mesut se escoraba a la izquierda y quedaba muy pegado a la línea de cal. En realidad, así fue durante la mayoría del primer tiempo. Los visitantes plantaron un bloque muy bajo de poca presión en el que taponaban el centro y regalaban los costados.

Guardiola alineó a Neuer bajo palos; Lahm, Dante, Javi Martínez y Alaba en la zaga; Thiago y Schweinsteiger formando un doble pivote; Ribéry, Gotze y Robben en la zona de tres cuartos, y Mandzukic de punta. Desde el arranque se encendió la maquinaria de casa. Los laterales se fueron arriba y hacia adentro. Ribéry y Robben retrasaron un poco su posición y Thiago y Schweinsteiger permanecían casi siempre uno al lado del otro para asegurar la posesión de la pelota. Era un 2-4-3-1 en el que los tres antes de Mandzukic eran Alaba, Gotze y Lahm.

La presión asfixiante del Bayern no permitía transición alguna al equipo inglés, que cuando la recuperaba lo hacía muy lejos de Neuer. Los visitantes no podían enlazar pases en campo propio y que la pelota llegara limpia arriba les resultaba una quimera. El porqué de la posición de Özil puede estar en que llevarle el balón a la banda se antojaba más fácil que encontrarlo entre líneas, y además, en ese perfil, Alaba dejaría desprotegida su zona. Sin embargo, el alemán se diluyó cerca de la línea. Ofreció poco a su equipo desde ahí. Quien sí aportó desde su posición interior fue Oxlade-Chamberlain. Intentaba quedarse con ella a pesar de la presión e incluso conseguía avanzar. Él era el único tanque de oxígeno para su equipo. La otra manera de salir era el balón largo hacia Podolski, ubicado en la izquierda, donde Lahm sí aparecía más a menudo para defender.

El Bayern era profundo. Movía el balón de un lado a otro y su doble pivote comandaba el ritmo de juego. Sin embargo, a la hora de crear peligro la única vía eran los centros laterales de Ribéry y Alaba y Robben y Lahm, superiores a Sagna y Vermaelen y quien ayudara a cada uno. Mertesacker y Koscielny rechazaron prácticamente todo lo que les cayó. Gotze apareció poco al inicio, pues su zona de acción estaba llena de camisetas y piernas amarillas. Había muy poco espacio y Mandzukic no le creaba espacio al mediapunta. Los muniqueses podían meter una marcha más, pero ello implicaba desprotegerse un poco, y Guardiola ya había dicho que priorizaría cuidarse con el cuero. Sí que buscaba adelantarse en el marcador, pero no apuraba. Así terminó el primer tiempo. Nada del Arsenal y un Bayern consciente de su ventaja en el global.

Al inicio de la segunda parte, la sustitución de Rosicky por Özil soprendió por el peso de los nombres, pero no por rendimiento. Además, el exmadridista salió tocado. Wenger decidió soltar a su equipo para los últimos cuarentaicinco minutos. Empezó a presionar mucho más la salida de balón de su oponente y a conceder espacio entre líneas. El checho apareció para los de Londres por todos lados. Su movilidad y sacrificio están fuera de duda. El caso es que en este nuevo escenario planteado por el Arsenal, el partido adquirió otra cara. El Bayern sufrió pérdidas en la salida que aprovechó su rival para hacer daño y tomar, sobre todo, más fuerza psicológica. Hasta que llegó el gol de los locales. Ribéry centró desde la banda y remató Schweinsteiger, que se incorporó desde atrás. Aprovechó que Mandzukic fijaba a los centrales y que nadie lo marcó. Dos minutos después, Cazorla realizó un cambio de orientación a Podolski con el Bayern girado a la derecha. Lukas se asoció con Giroud, recibió de nuevo, se fue de Lahm y definió fuerte ante Neuer.

Lo cierto es que luego de ello, la producción ofensiva del Bayern disminuyó, al igual que la del Arsenal. La entrada de Toni Kroos por Mario Gotze fue fundamental para ello. Se juntó con Thiago y Schweinsteiger en la mitad y la permuta fue constante en pro de mantener la pelota. Así durmió el encuentro el pentacampeón. Antes, sufrió mucho más de lo previsto en el comienzo del segundo tiempo. Queda la duda de qué hubiese pasado si Arsène salía a buscar desde el inicio con los ajustes correspondientes, más allá de cualquier respuesta que pudiese tener Guardiola –que tiene muchísimas–. Otro aspecto a tener en cuenta es que el Arsenal no contaba con Walcott, Wilshere y Ramsey. El resto del encuentro fue anecdótico. El Bayern ya está en cuartos de final. Con la Bundesliga sellada a su nombre, va catapultado hacia su objetivo principal: revalidar el título europeo. Ninguno de los rivales que encontrará serán fáciles. Para los gunners, a los que el sorteo de Copa de Europa casi nunca les sonríe, les queda decir que otro año será, otra vez.

* Sebastián Duque es periodista.

– Foto: EFE




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