"El éxito se mide por el número de ojos que brillan a tu alrededor". Benjamin Zander
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No hay ningún entrenador inglés entre los 16 que disputarán los partidos decisivos de la Champions League. Hay tres franceses, dos españoles, dos portugueses, dos neerlandeses y dos italianos, además de un belga, un alemán, un argentino, un chileno y un ucraniano. Pero no hay ni un solo entrenador inglés. En realidad, era bastante previsible que no hubiera ningún técnico inglés en esta ronda final dado que tampoco había ninguno cuando comenzó la primera fase de grupos de la Champions League. En aquel lejano mes de septiembre de 2015 competían ocho entrenadores portugueses, siete españoles, seis alemanes, cinco franceses y un largo etcétera, pero ningún inglés.
¿Se trata de una lamentable casualidad? Por si acaso lo fuera, revisé los datos de la temporada anterior, la 2014-2015, y resultó que tampoco hubo ningún entrenador inglés presente en la competición más importante del fútbol europeo (y probablemente, del mundo). Ni lo hubo en las eliminatorias finales, ni siquiera en la fase inicial de grupos. Hubo muchos portugueses y españoles, bastantes franceses, italianos y alemanes. Incluso un irlandés, pero ningún inglés. Así que retrocedí una temporada más y estudié la 2013-2014. ¿Con qué resultado? En efecto, no hubo ningún entrenador inglés en Champions, en ninguna de sus fases. Y lo mismo sucedió en la anterior, la 2012-2013. Y sí, si ustedes imaginan que tampoco hubo ningún entrenador inglés en la Champions League 2011-2012 acertarán.
Hay que retroceder hasta el 13 de abril de 2011 para encontrar al último entrenador inglés que disputó un partido de Champions League: Harry Redknapp entrenaba al Tottenham Hotspur en la primavera de 2011 y tras lograr eliminar al AC Milan en octavos de final merced a un gol de Peter Crouch, fue barrido en cuartos de final por el Real Madrid (4-0 y 1-0). Desde aquel 13 de abril en que Cristiano Ronaldo marcó el gol del triunfo madridista en White Hart Lane han transcurrido casi cinco años completos sin que ningún entrenador inglés haya estado presente con su equipo en la máxima competición europea.
Como imaginan, este hecho no es una simple casualidad, sino el símbolo de una cruel realidad. Si contabilizamos únicamente las fases de grupos y las rondas eliminatorias, excluyendo los partidos previos de calificación, cuando se inicie la próxima Champions League en septiembre de 2016 el fútbol inglés llevará acumulados 630 partidos seguidos sin que ningún entrenador de dicha nacionalidad se haya sentado en un banquillo de Champions, con dos anecdóticas excepciones: Steve Bould lo hizo en septiembre de 2012, pero a causa de una sanción de Arsène Wenger; y Gary Neville lo hizo con el Valencia el 9 de diciembre de 2015 en Mestalla, perdiendo ante el OL (0-2) y siendo eliminado. 630 partidos a los que muy probablemente deberán sumarse otros 125 de la próxima temporada, dado que no existe ninguna perspectiva de que la tendencia vaya a modificarse.
Ningún entrenador inglés ha ganado nunca el título de la Premier League. Suena inverosímil, pero es cierto. La competición se fundó en 1992 y la han ganado entrenadores escoceses (Ferguson, 13 veces), franceses, portugueses, italianos y chilenos, pero nunca lo ha hecho un inglés. El último que ganó una liga fue Howard Wilkinson, que conquistó precisamente el último título de la Football League en el curso 1991-92. ¿Sucede esto por una supuesta invasión de extranjeros? No: desde 1992 se contabilizan 321 entrenadores que han disputado partidos de Premier League, de los que el 55 % han sido ingleses (179), pero en los últimos años sí se ha producido un decantamiento inexorable hacia técnicos foráneos, visto el mal rendimiento de los locales.
Si revisamos la relación de los veinte entrenadores que ahora mismo compiten en la Premier League vemos que solo cuatro de ellos son ingleses: Alan Pardew, Eddie Howe, Steve McLaren y Sam Allardyce, con el agravante que los equipos que dirigen (Crystal Palace, Bournemouth, Newcastle y Sunderland) no tienen la menor opción de ganar el título. Las primeras posiciones están ocupadas por un italiano, un argentino, un francés, un chileno, dos neerlandeses… Y a sus espaldas encontraremos a un croata, un alemán, dos españoles, un galés, otro neerlandés… Pero el primer entrenador inglés no aparece hasta la decimotercera posición: es Alan Pardew (Crystal Palace); Howe figura en decimoquinto lugar y McLaren y Allardyce, en posiciones de descenso.
Ningún entrenador inglés ha ganado tampoco la Champions League, aunque sí lo han hecho equipos ingleses: el Manchester United en dos ocasiones (1999 y 2008) y una vez el Liverpool (2005) y el Chelsea (2012). Los últimos entrenadores ingleses que levantaron la Copa de Europa datan de los años 80: Bob Paisley con el Liverpool (1977, 78 y 81), Brian Clough con el Nottingham Forest (1979 y 80), Tony Barton con el Aston Villa (1982) y Joe Fagan con el Liverpool (1984). Fue un período dorado para el fútbol inglés de clubes porque tras la supremacía de Ajax de Ámsterdam y Bayern de Múnich, los clubes ingleses sumaron siete títulos europeos en ocho años (solo el HSV Hamburger de Ernst Happel se incrustó en dicho dominio). Pero ya han transcurrido más de tres décadas completas desde aquella etapa de oro.
Naturalmente, el fútbol inglés dispone de todos los medios para triunfar, pero acumula treinta años de fracasos con sus clubes y nada menos que cincuenta con su selección, que continúa viviendo del recuerdo del Mundial 1966. El fútbol inglés tiene más dinero que nadie, más pasión que nadie, y más deseo de triunfo que nadie. En estas décadas ha ensayado todo lo que se puede ensayar: entrenadores de todo tipo y nacionalidad, futbolistas de características diversas e incluso se ha esforzado por erradicar el pensamiento conservador y aislacionista que desde los tiempos de Jimmy Hogan ha impedido el progreso a causa de un orgullo desmedido. Cualquier innovación técnica o táctica, cualquier idea que podía suponer un avance, cualquier medida de progreso fue sistemáticamente boicoteada en Inglaterra por los propios ingleses, con el argumento de que ellos eran los padres fundadores del fútbol. Esto no solo fue válido tanto para quienes, tras haber emigrado, intentaban repatriar los avances del fútbol continental (casos de Jimmy Hogan o George Raynor), sino que también afectó a quienes eran auténticas instituciones dentro de la propia Inglaterra, como Herbert Chapman, cuyas propuestas fueron saboteadas sin cesar (salvo en la aplicación de la WM, su única innovación conservadora).
Protegido por la armadura de los “padres fundadores”, el fútbol inglés rechazó siempre el conocimiento foráneo y no digamos los avances técnico-tácticos. No solo lo rechazó, sino que también despreció cualquier advertencia de peligro. Si Hogan, Raynor o Chapman advertían que austríacos o húngaros jugaban un fútbol moderno y avanzado, los ingleses rechazaban semejantes avisos con la displicente soberbia de la aristocracia elitista. Así llegaron golpes históricos, pero ni siquiera los imperiales batacazos propinados por Escocia en 1928, por Hungría en 1953 y 1954, por Alemania a partir de 1970 y más adelante por Italia y España, hicieron cambiar de rumbo a los firmes fundadores de este deporte. Ellos decían saber más que nadie. Y esto sucedió a pesar de las numerosas advertencias que lanzaban continuamente analistas ingleses como Charlie Buchan, Brian Glanville, Ivan Sharpe, F. N. S. Creek, Bernard Joy, Geoffrey Green o los mencionadísimos Hogan y Raynor. Es decir, sí hubo numerosas voces críticas -y muy prestigiosas- que a lo largo de décadas advirtieron con argumentos de peso que el fútbol inglés se hallaba preso de una mentalidad anticuada y obsoleta que acabaría sucumbiendo a la innovación que afloraba en el fútbol continental. Pero nadie consiguió doblegar esa mentalidad conservadora de los “fundadores”.
Cuando Inglaterra cambió y quiso modernizarse -y soy de los que pienso que quiere hacerlo de verdad- ya iba muy tarde con respecto al resto de Europa. Desde los años 90 ha invertido cifras millonarias en todos los ámbitos: jugadores, entrenadores, formadores, academias, centros de alto rendimiento, servicios médicos, seleccionadores… Inglaterra posee la liga con el mejor envoltorio del mundo, pero cuando llegue el próximo 30 de mayo se cumplirá otro año más sin que ningún entrenador inglés gane la Champions League y ni siquiera su competición nacional, la Premier League. Y ya hemos dicho que no parece imaginable que en la próxima edición de la gran competición europea esté presente ningún entrenador inglés, ni que tampoco le veamos pelear por el siguiente título de liga.
Los propios ingleses han desplegado un arsenal de ensayos y análisis, algunos en forma de libro, para conocer las causas de semejante retraso. Aunque la frase que se hizo célebre fue el “siempre ganan los alemanes” de Gary Lineker, la verdadera cuestión consiste en averiguar porqué nunca ganan los ingleses. Entre las numerosas claves que se manejan para explicar la caída libre sufrida en las últimas décadas, me parece muy interesante la opinión de Stéphane Henchoz, el que fuera defensa central de Blackburn y Liverpool, que señala la formación como el punto débil del fútbol inglés.
En uno de sus excelentes artículos en el diario suizo Le Temps, Henchoz detalla con ejemplos el bajo nivel técnico de los jóvenes futbolistas ingleses, lo que fuerza a un reclutamiento masivo de jugadores extranjeros que compensen este déficit de formación. Y añade otro punto importante: “Los entrenadores carecen de formación”. Lo afirma poco antes de relatar que los dirigentes del fútbol inglés por fin han entendido la gravedad de su problema y están intentando compensar la deficiencia en materia formativa, tanto en técnicos como en jugadores. Recomiendo la lectura del artículo de Henchoz, pese a que no poseo el conocimiento interno de la situación inglesa actual como para asegurar que estas sean las únicas razones de la crisis.
Pese a todo lo anterior, la afición es inasequible al desaliento por más que se prolongue durante décadas y depositará una vez más, como en los cincuenta años transcurridos desde 1966, todas sus esperanzas en un milagro de la selección inglesa en la Eurocopa de naciones. Y quizás tengan suerte y la ganen, pero el problema estructural del fútbol inglés, su retraso endémico respecto de varias otras naciones europeas en el terreno técnico, táctico y estratégico, no puede resolverse con un triunfo puntual. Los padres fundadores necesitan profundizar en un cambio que sacuda su fútbol de raíz y que lo coloque al nivel de los países innovadores en esta materia.
– Fotos: Jesper Juinen (Getty Images) – Tore Falk (EXPRESSEN/Press Association Images)
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