"La audacia tiene genio, poder y magia. Comienza ahora, ponte en marcha”. Johann W. Von Goethe
Si yo lo entiendo. ¿Cómo no caer en la tentación? Pasan cuatro años, aparecen unos nuevos Juegos Olímpicos y La Armada -no siempre invencible- viaja hasta Brasil con el sueño de colgarse una medalla. ¿Una? Qué digo una, tantas como se puedan. Sabemos que el reto es harto complicado y que ni siquiera han respetado la tierra batida presente en los dos torneos que se celebran en Río durante la temporada regular (lo de las pistas de cemento es algo que alguien debería explicar), pero no nos importa: nosotros somos los mejores. Y punto, somos así. Y por si no tuviéramos ya suficiente fe, nos basta un día redondo para inflar más el colchón de la expectativa. Cinco espadas en el individual y tres parejas en los cuadros por equipos, todo parecía muy bonito cuando la jornada del martes emergía en nuestro calendario. Mucha presencia española en el programa y ningún miedo o posibilidad a que la derrota asomara la cabeza. De hecho, algunos ya habían cambiado la apuesta. Ahora la cuestión acerca de las medallas ya no distaba en si ganaríamos alguna; ahora directamente jugaban a acertar la cantidad. Una vez más, periodistas incluidos, volvimos a subir al cuarto piso antes de pasar por el tercero. Y claro, pasa lo que pasa.
El primer aviso nos lo dieron nada más levantarnos de la siesta, a las 16:00 de la tarde. Carla Suárez buscaba su acceso a los octavos de final ante Madison Keys, una estadounidense de 21 años inmersa en la mejor temporada de carrera. ¿Realmente conoce la gente a esta mujer? Visto lo visto tras la derrota, está claro que no. Nada mejor que unos Juegos Olímpicos para destapar las vergüenzas de algunos periodistas, incluso de algunos medios de comunicación. “Alison Kays” fue lo más duro que tuvimos que leer y no proveniente de un diario comarcal. El desconocimiento es tan amplio que se habla sin saber y aquí todo queda archivado. Para los que nos quedamos prendados de Madison desde sus semifinales del Open de Australia en 2015, sabíamos que el camino individual de la canaria corría serio peligro de tocar a su fin. Y así fue, doloroso pero esperado. Dos raquetas con aplicaciones totalmente diferentes, lástima que las de Keys (potencia, servicio) gocen de una mejor aceptación en esta época.
Al mismo tiempo, en la pista contigua, David Ferrer luchaba por el mismo premio ante Evgeny Donskoy. Imagínense. Si Keys, número nueve del mundo, pasaba inadvertida para el aficionado medio, dónde podíamos situar al número 84 del ranking ATP. Y eso que su cara nos resultaba familiar, él fue uno de los “asesinos de Vladivostok”, quien junto a Rublev, Khachanov y Kravchuk nos mandaron a la Segunda División tras marchar 0-2 arriba. Un tenista de perfil bajo que se enciende de vez en cuando, sobre todo ante los españoles. Parecía que David tenía controlada la situación, recordando las buenas sensaciones de su primera ronda ante Istomin. Dos pelotas de partido desde el resto encendieron las alarmas, aquello ya estaba hecho, solo faltaba tuitearlo. Exacto, hubo sorpresa. Donskoy destroza el planning y se adueña del asalto con su descarado drive y su irritante frialdad. Hace 48h leíamos titulares como “Ferrer renace en Río”, “Vuelve la mejor versión de Ferru” o “David quiere medalla”. Por supuesto que la quería, y yo un Pikachu de compañía (aunque esto pronto se hará real). Tras caer ante Evgeny, la balanza de piropos se convirtió en diana fácil para despedir al de Jávea en los últimos JJ.OO. de su carrera. Para muchos, por la puerta de atrás.
Y todavía faltaba el plato fuerte, el gran jarro de agua fría. Congelada. Garbiñe Muguruza llegaba a octavos tras un par de encuentros donde la mayor rival sobre la pista fue ella misma. En cuanto la española logró resolver sus dudas internas, la jugadora presente al otro lado de la red solo pudo que agarrar sus bártulos y regresar al hotel. Despiadada la caraqueña como de costumbre, capaz de aniquilar a cualquier si sale el sol por donde toca. Pero ayer el cielo se llenó de nubes, desde la primera hasta la última bola. Vale que Mónica Puig hizo el partido de su vida, otra mujer de 22 años que se encuentra en pleno ascenso, pero es que ningún momento se pudo ver una reacción, cierta oposición o directamente algo de carácter para frenar el vendaval puertoriqueño: 6-1, 6-1. Un repaso hiriente a una de las grandes favoritas, no solo a medalla, sino al Oro. A este carro admito que se subió hasta el que escribe, y con razón, pero así son las Olimpiadas. Contaba con el lado más patriótico de Muguruza, ese que le ha hecho ganar cada uno de los partidos individuales que ha disputado en Copa Federación, pero ni con esas. Como yo, millones de personas se quedaron con ese malestar y perplejidad generalizada. Y para rematar, horas más tarde, Ferrer y Bautista caían también en el apartado de dobles. ¿Cuándo se iba a terminar esta pesadilla?
Menos mal que está Rafa Nadal para arreglarlo, único tenista español que mantiene su candidatura en el cuadro individual junto a Roberto Bautista. El balear se plantó cómodamente en tercera ronda para, horas después, acceder a semifinales del dobles junto a Marc López. Otro doblete en menos de 24h para demostrar que su muñeca está preparada para cualquier maratón. La noche cambiaba de color, hasta Garbiñe y Carla se dieron otra oportunidad entre tanta pena y avanzaron hasta los cuartos de final ejerciendo como pareja. Esto ya era otra cosa. Ahora bien, abrimos nueva página. ¿Qué esperamos de este miércoles? Nadal y Bautista están a dos victorias de luchar por medalla, igual que Muguruza y Suárez en el dobles. Más cerca todavía están Rafa y Marc, a un solo triunfo de firmar, como mínimo, la plata. Y además, se abre el cuadro mixto. ¿Correremos esta vez antes de andar? ¿Subiremos en ascensor antes de coger la escalera? ¿Menospreciaremos a tenistas como Muller o Simon? ¿Nos cercioraremos de una vez de que en este deporte no es tan fácil ganar? Vayamos con precaución, humildad y paciencia. Solo hasta el domingo, en ese momento ya podremos empezar a vaticinar quién se llevará el Oro en Tokyo 2020. Apuesten por un español.
* Fernando Murciego es periodista.
Twitter: @fermurciego
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