"Cada acto de aprendizaje consciente requiere la voluntad de sufrir una lesión en la propia autoestima". Thomas Szasz
Jorge Wagensberg, investigador y escritor, director científico de Fundación la Caixa, escribió el pasado julio, a raíz del torneo de Roland Garros, un interesante artículo en El Periódico de Catalunya sobre las relaciones psicológico-emotivas de los tres mejores tenistas del mundo: Nadal, Federer y Djokovic, el congrio, el pulpo y el bogavante. Meses más tarde, la norma se rompió en el Open USA, donde Djokovic engullió a Federer, aunque por un margen tan estrecho como el pelo de un centollo. Tercer round en el Open de Australia, donde el congrio Nadal confirma la tesis venciendo al pulpo Federer y enfrenta al bogavante Djokovic en una final exuberante, agotadora, llevada hasta el límite y resuelta por detalles ínfimos. Pero en la que se confirmó de nuevo la tesis: el congrio se comió al pulpo y el bogavante al congrio. He resumido lo principal de dicha tesis:
La conjetura me la confió un viejo pescador de Llançà (Girona) con el que solía pasear en barca: el congrio come pulpo, el pulpo come bogavante y el bogavante come congrio. ¿Sorprendido? Usted que es científico -me retaba- podría hacer la prueba confinando un congrio, un pulpo y un bogavante en un acuario. ¿Qué cree usted que sucederá? Y se contestaba a sí mismo. Pues algo extraordinario: se irán cada uno a un rincón para aterrorizarse tranquilamente.
El cálculo parece razonable: si A come B, B come C y C come A, nadie puede comerse a nadie impunemente. Cualquiera de los tres es, a la vez, depredador y presa y si a cualquiera de los tres se le ocurre comerse a la que es su presa entonces quedará inmediatamente indefenso ante el que es su depredador. En buena lógica, hay que pensar que los tres se respetarán en una tensa paz a tres bandas.
Este caso singular tiene su universalidad. Basta recordar el popular juego piedra-papel-tijera. Dos contendientes esconden una mano y las presentan simultáneamente en forma de piedra (el puño), de papel (la palma) o de tijera (dos dedos en uve). El papel gana a la piedra (porque la oculta), la piedra gana a la tijera (porque la rompe) y la tijera gana al papel (porque lo corta). La idea es una alternativa algo más divertida que la del socorrido pares o nones.
En los meses anteriores al último torneo de tenis de Roland Garros se dio otro buen ejemplo de triple depredación cíclica. Rafael Nadal le tiene comida la moral a Roger Federer, Federer domina a Novak Djokovic y Djokovic le gana varias finales seguidas a Nadal. Los tres primeros jugadores del mundo acuden a París con una relación mutua muy parecida a la del congrio-pulpo-bogavante: Nadal come Federer, Federer come Djokovic y Djokovic come Nadal. Los cuatro mejores jugadores del mundo alcanzan las cuatro plazas de las semifinales del torneo. Tal como fueron las cosas, Nadal gana la copa porque Federer y Djokovic se enfrentan antes en las semifinales. Si en las semifinales se hubieran enfrentado Nadal y Federer, el campeonato se lo hubiera llevado Djokovic. Y si en las semifinales se hubieran enfrentado Nadal y Djokovic el vencedor hubiera sido Federer. Todo ello en buena lógica, pero el tenis, por suerte para jugadores y aficionados, también se escapa a veces de la buena lógica.
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