"El modelo de juego es tan fuerte como el más débil de sus eslabones". Fran Cervera
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1.- Los jugadores quieren, claro que quieren. ¿Cómo no van a querer? ¿Conocen a alguien que prefiera perder a ganar? ¿Jugar mal antes que hacerlo bien? Yo no, desde luego. Y menos estos voraces competidores, que virtualmente ya sin nada en juego se aferran a aquello que les convirtió en lo que son: la competición. El estímulo de robar el balón, marcar el gol, ganar el partido y más tarde el título. Y hacerlo una vez detrás de otra, pues no hay droga más adictiva que la victoria.
2.- Querer, quieren. Solo quienes les ven entrenar sabrán si trabajan lo suficiente como para convertir ese deseo en realidad; pero querer, quieren. Lo que sí que se aprecia desde fuera con claridad es que han dejado de saber cómo porque no tienen a quien les guíe o porque no se fían de quien trata de hacerlo. Es casi imposible saber hoy en día qué tipo de partido prefiere el Barça, cuándo se siente más a gusto. Quizá la idea inicial fuera la misma que antaño: empotrar al rival en campo contrario y dominar allí, pero la falta absoluta de recursos en ataque estático y el desorden en estos mismos ataques que convierte al equipo en vulnerable al contragolpe hayan hecho cambiar la idea.
3.- No lo sabemos, en definitiva. Lo que sí que sabemos es que las alineaciones que presenta el Barça solo son propicias para jugar a eso. Que si Bartra y Mascherano son los centrales hay que tratar de que defiendan en campo contrario, donde son tan sólidos como endebles en el área. Que si tus interiores son Xavi e Iniesta lo ideal será tener una salida de balón trabajada desde atrás para que la reciban al pie y no tengan que pelear en segundas jugadas tras pelotazos.
4.- Aunque las ausencias influyen, claro. La experiencia y capacidad en la toma de decisiones de Valdés, Piqué y Busquets camuflaban en buena medida la ausencia de mecanismos de calidad en la salida. Que los centrales se abran o que los laterales se proyecten empujando al contrario y generando espacios, por ejemplo. Ahora quieren pasarla, pero no saben cómo. Y ahí se ven las carencias que en cinco años no se le vieron a Pinto o que Bartra, pese a ser extraordinario con la pelota, no sepa qué hacer con ella. En esta ocasión, la medida de Martino ha ido en la línea de todas las que he tomado: que Pinto despeje cada vez que la toque. Ahuyentar el más mínimo riesgo a costa de perder cada vez más la esencia de juego hasta que no se sepa ni cuál es.
5.- Todo lo que fue el Barça empezaba en su salida de balón. La capacidad para someter al rival, para presionar, para atacar, para defender arriba. Para dominar el juego, en definitiva. Sin ser ni mucho menos lo único que se ha perdido, la pérdida de mecanismos de calidad en la salida de balón es el más claro ejemplo de las razones por las que este equipo no parece ni la sombra del que fue.
6.- En esta tesitura, el relativamente buen pressing del Athletic (relativamente, porque no era tan difícil superar y, una vez superado, el equipo quedaba completamente desnudo) convertía el balón en permanentemente dividido y aumentaba las dudas culés. Dudas aumentadas porque, una vez en campo contrario, la única intención era atacar. Nada de organizarse con el balón en campo contrario tampoco. Así, todo era desorden. El Barça no era ordenado ni saliendo ni atacando, y por ende tampoco en la transición defensiva. De la defensa organizada ni siquiera hace falta hablar, pues el equipo no está hecho para ella.
7.- Lo que sucede es que la calidad de los jugadores del Athletic es infinitamente inferior a la de los culés y, pese a tener mucho más claro su plan de juego, lejos de su estadio y con las dimensiones del Camp Nou esta diferencia era imposible de disimular. Solo gracias a la falta de acierto culé, esta diferencia tardó en plasmarse en el marcador.
y 8.- A falta de un equipo que sepa a lo que juega y en el que el acierto en la definición no sea lo único que separa el bien del mal, el público del Camp Nou pudo disfrutar hoy del esfuerzo de hombres como Pedro y Alexis, quienes pese a ser suplentes injustamente en los partidos importantes y aparecer en cada quiniela de transferibles no abren la boca públicamente y dan absolutamente todo lo que tienen por el equipo. Como también lo hace Mascherano, ese inmenso futbolista que paga como ningún otro la pobreza táctica a la que ha quedado reducida su equipo, pero que pese a ello siempre da más de lo que tiene. Guardiola no elegía mal precisamente a sus niñitas. Los del palco sabrán lo que hacen, pero pocos merecen formar parte del nuevo proyecto tanto como estos jugadores.
* Rafael León Alemany.
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