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Santoral / Baloncesto / Perfiles

We love Ricky

por el 10 marzo, 2012 • 11:00

Por si algún amable lector desea sopesar nuevas perspectivas sobre tan llamativa situación, ahí va una versión particular a propósito del amor que América parece profesar a Ricky, digno de un flechazo a primera vista. Fíjense, para empezar, en la imagen de la biografía de Pistol Pete Maravich que corona esta aproximación de Santoral. ¿Qué les parece? O entren en YouTube en busca de highlights del legendario base.  Para creer en las reencarnaciones. No son dos gotas de agua, pero si non e vero, è ben trovato... Pues por ese camino iremos, que para eso viví siete años en su casa y me tragué NBA hasta el hartazgo, agradable modus vivendi. Los yanquis necesitan un relato literario ante cualquier memez. O no se lo tragan, les aburre. Si consiguen novelar alguna epopeya deportiva, les chifla tanto que desean consumir más y más capítulos de su nueva serie favorita. Verbigracia, la perra de los neoyorquinos con Lin, basada en el sofá de su hermano y aquello, ponle fondo romántico de violines, del A dream come true. Eso del sueño convertido en realidad forma parte sustancial del, perdonen la reiteración, american dream, fenómeno incomprensible para los europeos y fundamental si quieres entender un mínimo de su ADN. El sueño americano quedó dinamitado con el asesinato de John Fitzgerald en Dallas, fue el fin de la inocencia cantado por el ex Eagle Don Henley. Quien no tolere sueños o inocencias, lo sentimos por él: Nunca entenderá los pilares básicos de USA. Y no nos pongamos estupendos: No confundir la política exterior americana con las evidentes virtudes de su perseverancia colectiva, su inmensa valía pretérita como tierra de promisión, donde cualquiera podía triunfar en justa meritocracia si así se lo propone. Aún hoy es así, doy fe a pies juntillas.

Ricky Rubio, eso. Les aterriza de golpe y sin avisar ese teenager, al menos de aspecto, desde El Masnou, tierno y con natural vocación por el basket entertainment. Allí, por si alguien aún muestra reservas al respecto, el deporte hiperprofesional es puro espectáculo, distracción de consumo que aquí no sabemos cómo encajar por mucho que nos lo expliquen. Una manera de pasar el tiempo y matar el rato. Cuando acaba, si han ganado los míos, estupendo. ¿Que no? También. El caso era divertirse y gozar con los Globetrotters esos, vista la especialidad que nos ocupa. Y cuando aparece un Natural, se lanzan temerarios a jalear la novedad. Primer consejo de amigo a Ricky Rubio: Aféitate la barba y ganarás contratos publicitarios a mansalva. ¿Por qué? Pinta de niño bueno que se transforma en pillo cuando juega, habilidad para divertir y, lo mejor, es casi un calco del añorado Maravich, a quien aún añoran. Desde Earvin Magic Johnson, el puesto de base ha sufrido un terremoto revolucionario, cambiaron el molde para ampliarlo a todo tipo de tallas y estilos. Pero perdieron identidad. Echaban de menos, sin saberlo de modo consciente, la figura del nene mañoso, caucásico, nacido para esto. Un sucesor de ‘Pistol Pete’, capaz de acudir a la escuela botando el balón, de talento alentado hasta el paroxismo por su padre, coach estilo madre de folklórica española, por situar gráficamente su vehemencia con el retoño.

Tras maravillar en la NCAA y lucirse con los pross, la fantástica carrera de Maravich comenzó a torcerse entre graves lesiones de rodilla, algunas jugarretas de directivos y esa muerte súbita, a los 40 años, que les dejó con una mala conciencia colectiva que ni te cuento. Estados Unidos creyó que había quedado en deuda con ese fantástico talento, torpedeado por las circunstancias a lo largo de su última década vital. Es de dominio común el fatalismo de su muerte, pura leyenda made in USA: Un minuto antes de caer redondo, había comentado al coro de amigos que le acompañaban su reencuentro con la felicidad y humana estabilidad tras los amargos tragos vividos. Y va, y se muere de golpe, por ponértelo coloquial, Martí. Y en la autopsia descubren que le hubiera podido ocurrir en plena cancha, en cualquier otro momento, que vivía de regalo por un defecto congénito en el corazón, falto de una pieza vital, nunca mejor empleado el término.

A partir de tan lúgubre descubrimiento forense, imagínatelos, hechos polvo. ¿Y ese chico nos deleitó más de quince años con su inventiva en cancha sin que ningún reconocimiento médico diagnosticara tamaño riesgo? De ahí a la canonización, sólo el paso brindado por los hagiógrafos del personaje, que América siempre ha gozado de formidables sportswritters. Durante mi estancia allí -inimaginables aún, por lejanas, las ventajas visuales de la Red-, a cada cuatro pasos, Maravich por aquí, si hubieras visto a Pistol Pete por allá. Como un santo milagrero. Y 30 años después del óbito, aterriza en Minnesota, mercado menor, alguien parecido a un clon. Y a diferencia de Europa, allá gastan una impresionante memoria histórica deportiva.

Otra más, también en cosecha de hipótesis: Responde por Ricky Rubio, gran fonética la de su nombre. El primer Ricky de la América moderna y consumista fue Ricky Ricardo, nombre de ficción para Desi Arnaz Jr., esposo de Lucille Ball, la cómica más querida de sus últimos 70 años. Aún hoy, seguro, reponen episodios de I love Lucy con devoción de feligreses, de legado de la gran cultura popular americana que pasa de bisabuelos a bisnietos con el apego de una joya familiar. Servidor se tragó unos cuantos episodios y siempre los miran como si fuera la primera vez, en fenómeno sólo comparable a Jackie Gleason, el inolvidable Gordo de Minnesota que le daba réplica a Paul Newman en El Buscavidas, aquel clásico del billar con remake cercano a cargo de Tom Cruise y… Paul Newman. Gleason, junto a Art Carney, ‘inventó’ casi las sitcom a finales de los 40 con The Honeymooners. Aún se reponen también, a pesar de la pésima calidad televisiva de las grabaciones, realizadas entonces en directo, sin pausa.

¿A qué viene esto? Cierro el círculo. Un país aún tan joven ha buscado sus héroes referenciales entre deportistas y actores, cuando a los viejos europeos nos sobra historia, sangre y batalla para dar y vender. Por tanto, nos cuesta glorificar a estos sectores banales. A ellos les encanta. Y acabo: Ricky Rubio puede convertirse en hijo adoptivo de la superpotencia si persevera con el rendimiento actual. El chaval tiene encanto, talento, guión, adecuación al entorno y uno de los mejores ángeles de la guarda que imaginar pudiera. Pistol Pete Maravich. Recupérate, Ricky.

* Frederic Porta es periodista. En Twitter: @fredericporta

– Fotos : El Mundo Deportivo

 




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