"Todo lo que no está creciendo está muriendo. Crecer significa aprender y transformarte cada vez en una mejor versión de ti mismo". Imanol Ibarrondo
Roger Federer llegará a Wimbledon del mismo color que vestirá: en blanco. Ni siquiera el verde que tanto le gusta ha sido capaz de dibujar. Por primera desde que se convirtió en campeón, es decir, desde febrero de 2001 cuando derrotó a Julien Boutter en la final de Milan, el suizo pisará el césped del All England Club sin ninguna conquista en su maleta. Ni siquiera aquel maldito 2013 cargado de lesiones y tropiezos resultó un sendero tan despejado de gloria para el genio de Basilea. Aquella temporada le sirvió con vencer sobre el pasto de Halle quince días antes para maquillar un poco sus expectativas de cara al gran objetivo del calendario. Esta vez ni eso, ni probando suerte en dos torneos sobre hierba. Parece que el 2016 se ha empeñado en ponerle obstáculos al helvético y, de momento, lo está consiguiendo. Algunos creen que hasta se está pasando. Son ya muchos factores los que confluyen en la raqueta de Roger, siendo los más perjudiciales los que van ganando peso con el paso de las semanas. ¿Qué podemos esperar del heptacampeón en su jardín particular? ¿Realmente es candidato a hacer un gran resultado? ¿Cuál sería un gran resultado para alguien de casi 35 años con más períodos de inactividad que de ejercicio? De las expectativas que se proponga cada uno emergerá el posible éxito o fracaso del suizo.
“La final es en tres semanas, por lo que todavía tengo tiempo. Está claro que Wimbledon no se puede ganar en la primera semana, así que será importante ver cómo me siento al inicio del torneo. El peligro de las primeras rondas de un Grand Slam está ahí y más sobre la hierba, ya se ha visto en mis dos derrotas ante Thiem o Zverev las últimas semanas. Ambas podrían haberse evitado pero no fui capaz. Por lo tanto, tengo mucho trabajo que hacer, los demás chicos están haciendo bien las cosas y yo tengo que concentrarme en tomar las decisiones correctas hasta el inicio de Wimbledon: jugar como yo quiero jugar, ser agresivo, mentalidad positiva, ser coherente entre punto y punto y hacer que mi rival se sienta incómodo. Lo primero es descansar y una vez que vuelva a los entrenamientos, recuperar mi balanceo para empezar Wimbledon con buen pie. De momento es todo lo que puedo decir”, reflejó el jugador tras despedirse en las semifinales de Halle.
Las palabras denotan ante todo entusiasmo. La moral del ex número uno del mundo, pese a haber besado dos veces la lona ante jugadoras de otra generación, sigue en pie. Con Thiem en Stuttgart fueron dos las pelotas de partido que dispuso el suizo, una al saque y otra al resto. Contra Zverev en Halle no llegó a estar en una tesitura tan favorable, pero todos pudimos ver cómo un chico de 19 años manejó a su oponente con formidable claridad desde la línea de fondo. Jugadores de 22 y 19 años, raquetas recién desempolvadas que ya arañan las grandes esferas del circuito. La última vez que Roger caía ante un menor de 20 años -lo que solemos llamar un teenager– fue ante Andy Murray en Cincinnati 2006. Pero claro, hablamos de un Federer de 25 años, todavía con mucho champán por descorchar. Hoy en día hay que rebobinar ocho meses en el calendario para rescatar su última conquista: Basilea 2015. Curiosamente ante el peor de los rivales, Rafael Nadal. Por sus pies ha pasado el indoor, el cemento, la arcilla y la hierba, todas las superficies posibles para volver a colgarse un distintivo. Ocho torneos resueltos con dos finales fallidas: ante Djokovic en la Masters Cup y con Raonic en Brisbane. Por supuesto, sin olvidarnos de los casi dos meses de parón entre marzo-abril-mayo debido a numerosos contratiempos e infortunios. No hay que negar que esto también influye, pero no como para sostener tanta sequía.
La cuestión es que, en las buenas y en las malas, Halle siempre aparecía para equilibrar cualquier balanza. El Gerry Weber Open es, a día de hoy, el torneo que más veces ha ganado Roger Federer en toda su carrera, hasta ocho ocasiones. Por detrás quedan los siete Wimbledon, los siete Dubái, los siete Basilea o las siete Copas de Maestros. Es en el pasto teutón donde el helvético siempre encontró una mano amiga para resolver todas sus dudas. ¿Se puede ganar en Londres sin hacerlo antes en Halle? Es una buena pregunta hasta que estudias el contexto. Entonces se convierte en la mejor de las preguntas. Año 2007, 2009 y 2012. Ninguno de los tres acabó con el suizo conquistando el Gerry Weber Open. Quince días después, el trofeo en Wimbledon llevaría su nombre. ¡En las tres temporadas! Resulta hasta ilógico, ya que llegar sin ese trampolín previo a un major sobre pasto debería restar antes que sumar. En este caso, solo sirvió de incentivo para que Federer llegase a la Catedral del tenis más cabreado que de costumbre y firmase un nuevo Grand Slam en su zurrón.
Para descubrir en qué lugar se encuentra exactamente nuestro protagonista es de ley bucear entre los juicios del pueblo. Abrir Twitter. Aquí podemos encontrar todas las corrientes posibles, desde el aficionado que ya no da un duro por él, hasta el que cree que el #18 está más cerca que nunca, pasando por algún que otro individuo sensato que intenta comparar los pros y los contras. Roger Federer va a cumplir 35 años, este curso ha tenido más lesiones que en las diecisiete temporadas previas de su carrera y su ritmo sobre la pista, aun siendo todavía fugaz por momentos, es una burda silueta de lo que llegó a ser en su plenitud. Y lo más sangrante: este verano se cumplirán cuatro años desde su última conquista de Grand Slam. ¿Realmente tiene posibilidades de ganar Wimbledon? Desde luego. Tanto como las puede tener Edouard Roger-Vasselin, siempre y cuando supere la fase previa y gane luego siete partidos más. Sin rodeos, estamos ante el Wimbledon con menos expectativa sobre los hombros del suizo, por estadísticas, síntomas y rendimiento. Pese a ello, esto le va a ayudar a jugar con menos presión, pero puede que no le alcance para, por ejemplo, defender las dos finales que firmó en 2014 y 2015. Al final, pensemos lo que pensemos, será el propio Roger quien decida o confirme dónde está su límite. Ojalá que esté mucho más lejos de lo que algunos piensan.
* Fernando Murciego es periodista.
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