"Lo que equilibra a un equipo es la pelota. Pierde muchas y serás un equipo desequilibrado". Johan Cruyff
1.- Hace cinco años, Serbia hizo su reaparición en la élite mundial con una plata ante España en el EuroBasket de Polonia. Era una generación que venía de ganarlo todo en categorías inferiores y que se postulaba como sustituta natural de la selección de los Gasol y compañía. Solo un año más tarde, una canasta de Tunçeri en el Mundobasket de Turquía les dejó sin final y sin futuro: de la dinámica se fueron cayendo Macvan, Tepic, Perovic, Velickovic, Tripkovic, Paunic, Keselj o Rasic, todos ellos con potencial para convertirse en estrellas. Por fin, en 2014, el trabajo vuelve a dar fruto y lo hace, no es casualidad, de la mano de Sasha Djordjevic.
2.- Puede que Djordjevic vea mucho de sí mismo en Teodosic. El base del CSKA empezó el campeonato con un perfil bajo, sin confianza alguna, y lo está acabando a lo grande. Excelente anotador y pasador, genial y perezoso a partes iguales, Milos carece de la disciplina y la ética de trabajo de su ahora entrenador, pero talento le sobra. Su primera parte fue para enmarcar, con triples, bandejas, pases doblados, asistencias de punta a punta del ataque… Teodosic acabó esa primera parte con 18 puntos y empezó la segunda con un triple. Serbia llevaba por entonces 49 puntos, quedaban dos cuartos y su rival quedaba a diecisiete en el marcador. Todo pintaba de color de rosa cuando, de repente, se apagaron las luces.
3.- Todo fue tan sencillo como un ajuste que Collet ya había intentado en la primera parte sin demasiado éxito: Batum se puso a defender al base serbio y el base serbio desapareció. Por completo. Solo sumó tres puntos más en todo el partido, aunque, eso sí, en un momento clave. Lo del jugador de los Portland Trail Blazers fue otro espectáculo descomunal. Si Teodosic acabó con cinco triples y 24 puntos, Batum lo hizo con ocho triples y 35 puntos. El resultado conjunto fue de 13 de 19 desde la línea de 6,75, muy cercano al 70 por ciento. El coraje de Batum, su fe irredenta, estuvo a punto de darle una victoria a Francia que nadie podía ni vislumbrar cuando al final del tercer cuarto el marcador reflejaba un contundente 46-61.
4.- Ahí empezó la remontada y por supuesto los triples de Batum tuvieron que ver, pero no solo eso. Heurtel empezó a jugar a algo, cosa que no había hecho el resto del partido, y a él se unieron otros tres jugadores: Fournier, Pietrus y Boris Diaw. Lo de Diaw en concreto volvió a ser un espectáculo de inteligencia y recursos. Uno no juega en los San Antonio Spurs con ese cuerpo por casualidad. Más mérito aún tuvo Pietrus, pieza clave en el control del rebote y la defensa interior del último cuarto. No anotó ni un punto, pero cubrió la ausencia de Lauvergne, no sabemos si con problemas físicos. A veces, como se ve, el cuartospívot tiene sentido en una plantilla. Sumando de tres en tres llegó Francia a ponerse a solo cuatro puntos a falta de cinco minutos: 61-65. Como dice el tópico, había partido.
5.- Con Teodosic perdido, Raduljica entregado a la diosa Fortuna –pocas veces he visto a alguien meter una canasta sin ni siquiera tirar y menos aún en el último cuarto de una semifinal mundialista–, Serbia se encomendó a Bogdan Bogdanovic, y el escolta del Partizan, ya reclutado por Obradovic para su Fenerbahçe, respondió como solo lo hacen los grandes. Con apenas 22 años, Bogdanovic anotó un triple descomunal, después una bandeja clave y remató con dos tiros libres sin fallo. Durante los minutos de mayor zozobra, Serbia solo lo encontró a él, pero bastó para impedir al menos que Francia atacara para empatar o ponerse por delante.
6.- Mucha culpa tuvo también Djordjevic en esa resistencia serbia; en las distancias cortas, ya se sabe, tener a alguien en el banquillo que manda, que tranquiliza, que marca la jugada correcta tiene una enorme importancia. Sasha vio cómo su equipo se iba viniendo abajo, pero no permitió la rendición definitiva. Hubo bastante de Bogdanovic, incluso el citado triple de Teodosic, pero lo que más me llamó la atención del final del partido fue lo bien que ejecutó Serbia todos sus ataques, cómo consiguió posiciones cercanas al aro o tiros abiertos o forzar faltas. Vas ganando por 17 puntos, de repente se convierten en tres y en vez de ponerte de los nervios buscas al hombre adecuado en el momento adecuado. Mentalidad de campeón.
7.- Cara a la final, sin embargo, hay un elemento inquietante para los serbios: bastó que Francia subiera líneas en defensa y doblara su agresividad para hacer zozobrar el barco. Eso es exactamente a lo que está acostumbrado Estados Unidos, a presionar desde medio campo, meter muchas manos, jugar con la permisividad arbitral y bombardear con triples si es necesario. Más le vale a Djordjevic repasar los primeros minutos del último cuarto y sacar conclusiones de qué demonios falló para que Francia volviera a entrar en el partido, al margen del descomunal acierto desde la línea de tres puntos. Cuando tu rival anota 39 puntos en diez minutos algo has hecho mal, y ese algo quizá tiene que ver con exprimir a tope a siete jugadores y confiar muy poco en el resto.
8.- Tanto acierto dio poco margen a los rebotes, y lo cierto es que Francia ganó la batalla de nuevo –32 a 28–, pero aquello no fue lo del otro día contra España. Serbia solo consiguió tres rebotes en ataque, pero cerró bien el propio y mantuvo a raya a Gobert y el citado Lauvergne, las dos pesadillas de los hermanos Gasol. No pareció demasiado complicado. Con todo, demos ahí el mérito que corresponde a Collet, porque volvemos a lo de siempre: los rebotes no los cogen los entrenadores, pero un entramado defensivo que permite que el rebote siempre caiga de tu lado no puede ser casualidad. No a este nivel, al menos.
9.- Uno de los encargados de cerrar el partido con sus tiros libres fue Nikola Kalinic, un jugador con una pinta impresionante. Alero de perfil bajo, aún enrolado en el modesto Estrella Roja, su rendimiento ha sido intermitente, pero con fogonazos de verdadero esplendor, sobre todo físico. Los otros dos tiros libres que realmente mataron el encuentro fueron lanzados por Nemanja Bjelica, uno de los resistentes de 2009 junto a Teodosic, Krstic, Raduljica y Markovic, quien, por cierto, parece de nuevo un jugador de élite, después de varios años perdido en la inseguridad de su tiro. El mundial de Bjelica está siendo un escándalo, y poca gente lo comenta. Solo tiene 26 años, pero ya se comporta como un líder.
y 10.- Si alguien nos hubiera dicho al principio del mundial que Francia y Serbia iban a jugarse un puesto en la final en un partido espectacular, con 175 puntos entre los dos y actuaciones individuales descollantes, no le habríamos creído. Los dos equipos han sorprendido, cada cual con sus bazas: Serbia desde el talento y la organización mezclados con la rigurosidad y la disciplina propia de un obseso del trabajo como Djordjevic; Francia, desde una defensa atosigante y un dominio total del rebote, dejando que Diaw, Batum y el irregular Heurtel hicieran lo que quieran en ataque. Al final prevaleció Serbia, quitándose de encima el fantasma de 1986 en el mismo escenario, cuando también superó los diez puntos de ventaja contra su rival y vio cómo tres triples en poco más de un minuto llevaban un partido que tenían ganado a la prórroga. Es cierto que el rival no era Francia, sino la URSS de Sabonis, Tikhonenko y Valters. Divac miraba desde la primera fila como temiendo que en cualquier momento saliera un júnior a cancha e hiciera dobles en la última posesión. Ni mucho menos. Como hemos dicho, Serbia controló los últimos dos minutos con un temple envidiable y jugará la final del torneo por primera vez desde 2002, cuando el país, de manera algo ficticia, aún se llamaba Yugoslavia.
* Guillermo Ortiz es filósofo y escritor.
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