"La clave del éxito no es jugar como un gran equipo, sino jugar como si el equipo fuera una familia". Stephen Curry
Una ganga de ojeador con estrella. Adriano Correia es otro acierto de Monchi, estupendo director deportivo que tampoco puede obrar el milagro de traer jugadores que funcionen en un equipo que no funciona, y esto va por los tiempos recientes en Nervión. Adriano fue un negocio estupendo primero para el Sevilla, club vendedor con complejo de nuevo rico, y posteriormente para un Barcelona que lo trajo con agostidad y preñado de variables. Rindió donde se le puso y bien pudo haberle mencionado Guardiola en su relación de niñas bonitas, selecto club de chicas feas que se esfuerzan para abrillantar la guapura de las mejores muchachas del baile. Lo merece porque además atesora un complejo de personalidad múltiple, por el cual es capaz de ocupar cualquiera de las dos bandas en cualquiera de sus secciones correspondientes, envíos urgentes o centralita de recepciones, tal es la polivalencia del futbolista de Curitiba.
Adriano cumplió con creces con Pep pero sobre todo está holgado en el Barcelona multi-velocidad de Tito. Se ha desempeñado con brillantez en cada demarcación defensiva que le ha sido asignada, incluida esa sorpresiva aparición de central zurdo contra el Madrid en el Camp Nou. Abarca todo el campo en la buena tradición de los carrileros brasileños, mostrando un creciente equilibrio entre lo defensivo y lo ofensivo que lo hace hasta la fecha el mejor lateral del equipo junto a Jordi Alba. Además, también puede jugar de extremo, como es bien sabido. En Sevilla era el compañero de pillerías de Dani Alves y en Barcelona ha terminado por recrearle, versionarle y con el tiempo incluso superarle, al menos dando un rendimiento más fiable en los últimos tiempos. Tiene más gol que nunca y más capacidad de llegada –ya ha marcado 5 goles, por sólo 1 en cada uno de los cursos anteriores–, y su juego a pierna cambiada ha propiciado grandes momentos como el golazo frente al Atlético de Madrid, con su pierna mala, la izquierda, que prácticamente maneja tan bien como la derecha. Adriano es una dinamo multiusos, puñal arriba y abajo en el juego más veloz de este Barça dionisiaco.
Al final no hay estrellas sin clase media como no hay tanto disfrute sin la aparición repentina de actores secundarios. Adriano deja el sabor de los frutos inesperados, un regalo sin planear y una novia de las buenas, primero amiga y luego mujer. Es muy cierto que se le trajo para esto, para completar la defensa en periodo de bajas y rotaciones, pero su oportuno florecimiento siempre es una alegría imposible de agradecer para cualquier cuerpo técnico. Saben todos los entrenadores propios y ajenos que Adriano es un comodín que no está pagado, negocio parco pero opulento que no da titulares pero sí títulos, cheque en blanco al portador que no da millones pero sí una liquidez galopante. Con él en el vestuario, Tito y Zubizarreta duermen más tranquilos sabiendo que tienen a un tipo que correrá la Diagonal vendiendo entradas si es necesario, un chico incansable venido de la América de nadie que aún tiene 28 años pero que ya lo ganó casi todo, con poco nombre y para justicia poética de los que tanto dan pidiendo tan poco.
* Carlos Zúmer es periodista.
©2024 Blog fútbol. Blog deporte | Análisis deportivo. Análisis fútbol
Aviso legal