"Hay que recordar que quienes escriben para los imbéciles siempre tienen un numeroso público de lectores". Arthur Schopenhauer
Lamento la tardanza de estas líneas que tendrían que haber caído ayer. Lamento también la previsibilidad de tener que citar a Camba en este texto de presentación que ni en el baloncesto me puedo excusar. Estaré aquí por cuatro días y el descuento para hablar sobre la Copa del Rey de baloncesto. Realmente no es un torneo cualquiera. Es la Copa del Rey, pese a que éste, el último, sea más figurante que protagonista. Por suerte para el espectáculo, por muy variopinto que sea matar un elefante o cambiarse de cadera como de calzoncillos.
Mi nombre no es Camba, pese a la tentación de colocar aquí aquella presentación tan suya en el ABC de la época. Yo soy muchos y él era uno, el columnista. Camba traducía la anécdota en categoría y yo trataré de ir defenestrando categorías hasta llevarlas a las anécdotas de la cafetería del Martín Carpena o el transcurso del sexto de mi ascensor al cero. De Los Guindos al Muelle Uno pasando por las historias que tocan a la puerta cuando se está a otra cosa. La vocación de estas líneas es contar otra Copa, la que uno no ve, porque lo que usted observa por la tele o en el estadio no necesita ya que nadie se lo cuente. ¿Con qué permiso entro yo en sus ojos, con sus gafas empañadas y su miopía, a mirar un partido? Deje, deje, usted disfrute y luego lea.
Lo que pase en la cancha, por si alguien no ve con la precisión del detalle, lo hará Dani Arias unas líneas más arriba o más abajo. Lo que yo vea estará pasado por el filtro del pronombre personal y principios de vista cansada, que a mis veintiuno ya es algo de lo que puedo ir presumiendo. Lo pasaremos bien. Súbanse. Vamos a disfrutar (de) unas buenas Copas. Será breve, pero parafraseando a Wilder (no Billy, sino Thornton), disfrutemos del helado mientras esté en el plato. Pueden llamarme Fran.
* Fran Alameda es periodista.
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