En diez temporadas como presidente del Real Madrid, Florentino Pérez ha conseguido cinco grandes títulos. En cuatro, Pep Guardiola logró siete, siendo una Champions League y una Copa del Rey los que hacen la diferencia. Evidentemente, carece de sentido comparar, sin más, a un presidente con un entrenador, además de distintos equipos. La razón por la que se hace aquí es la manera de fichar.
Florentino ficha al mejor jugador disponible y después se preocupa de vender a algún jugador importante para equilibrar las cuentas y deja en manos del cuerpo técnico lograr que estos cambios redunden en una mejora del equipo, por difícil que sea. Guardiola ficha al jugador que considera más conveniente dadas las necesidades específicas de su equipo, teniendo en cuenta el modelo de juego y las jerarquías del vestuario.
El rendimiento medio de Figo, Zidane, Beckham, Ronaldo, Kaká o Cristiano es muy superior al de los fichajes de Pep, de eso no cabe duda. Como tampoco la cabe del nivel de unos y otros equipos. El mejor ejemplo es cómo salió el único fichaje florentiniano de Guardiola (Ibrahimovic). Pero es lo primero lo único que salta a la vista, lo único que se ve en los titulares: a quién se ficha. Las consecuencias colaterales, no. Y ya sabemos que nuestra sociedad es muy de ver lo que salta a la vista y olvidar tanto el fondo como el contexto.
Por ello, los diarios deportivos dulcifican su lenta pero inexorable agonía sacando nombres por doquier, sin importar que tengan cabida en el modelo de juego del equipo, ni en la estructura jerárquica del mismo. Incluso los periodistas de más prestigio aplauden al también respetado Miguel Rico cuando dice que Zubizarreta debió imponer su criterio y fichar a Özil cuando era posible, pese a que esta no era la intención de Pep.
Quizá sea aquí donde se parta de una base, a mi modo de ver, totalmente errónea. El entrenador es el único que conoce de primera mano al equipo. Cómo piensa cada uno, cómo de importante necesita sentirse, con quién encaja mejor y con quién peor, las puertas que tiene que haber abiertas para mantener enchufados a los chicos del filial… Todo ello además de las cuestiones puramente tácticas.
Pongamos que el entrenador es capaz de solventar todos estos problemas. Que, pese a recibir un fichaje que no desea, consigue hacerle hueco en el equipo mejorándolo sin que haya daños colaterales. Por difícil que sea, imaginémoslo. Ni siquiera así los problemas se acabarían, pues el crédito del entrenador ante sus jugadores quedaría seriamente menoscabado. Si el club puede fichar cuando y a quien le plazca, no se puede prometer a un chico del filial que acabará teniendo sitio. Ni a tu jugador estrella que se le rodeará de quienes más le beneficien. Ni nada.
Es decir, un entrenador sin un poder absoluto no puede tener un crédito absoluto. Y a menos poder, más difícil es que lleve su obra a la máxima expresión. Los mejores entrenadores de esta era tienen como denominador común este poder. Y no es casualidad. Más bien pienso que si otros técnicos dispusieran del mismo pasarían a formar parte también de tan selecta nómina.
Una vez explicado por qué es mejor que fiche el entrenador, aunque fiche a Chigrinskiy, la conclusión ha de ser necesariamente otra. El fútbol es de la gente, da igual que el equipo sea un club o una sociedad anónima. En los primeros, porque el poder les corresponde por derecho. En los segundos, porque el poder les corresponde por mercado. Es la gente la que se va a abonar a la televisión de pago o a comprar la camiseta, al fin y al cabo.
Y la gente, siempre poderosa, adora el proceder de Florentino. Adora los títulos de verano, quizá incluso más que los de primavera. Y en los títulos de verano, los que no hemos contabilizado al principio, Pérez gana por goleada. Incluso la propia afición culé, que viene de contemplar con sus propios ojos cuál era el modelo que llevaba a lo más alto, babea con la posibilidad de fichar a uno de los mejores ‘9’ del mundo, pese a que, para tener cabida en la alineación, dos entre Iniesta, Cesc y Alexis deberían permanecer en el banquillo. Además de haber visto cómo el mejor Messi se ha visto con atacantes que viven por y para él. Pese a que habría que cambiar la manera de jugar. Algunos lo quieren pese a todo ello y es respetable, pero no así la mayoría, a la que se refiere el ejemplo.
Pero, ¿para qué darle tantas vueltas a la cabeza? Es un cromo bonito, así que lo quiero. Por eso compro el periódico que lo dice y compraré su camiseta si lo fichan. No es esto una crítica, en absoluto. Simplemente llama la atención ver cómo la gente, pese a los resultados, adora el modelo de Florentino. Quizá gusten más los títulos de verano que los de primavera. O quizá, simplemente, no apetezca pensar. Pese a ser el denominador común también en otros ámbitos, no sería justo criticar a quien afronta de manera irracional un mero entretenimiento que le sirve para abstraerse de problemas verdaderamente graves.
Por ello, aunque a algunos nos cueste entender que se disfrute más ganando en verano que en primavera, Florentino y los que actúan como él tienen su razón de ser. Y la gente lo adora. Incluso adorarían a uno como él en Barcelona.
* Rafael León Alemany.
– Foto: Claudio Álvarez (El País)
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