"Hay que recordar que quienes escriben para los imbéciles siempre tienen un numeroso público de lectores". Arthur Schopenhauer
Juega en casa, llega con un título bajo el brazo, ha alcanzado la madurez como tenista y está en el mejor año de su carrera. Ni siquiera el ranking miente: sexto. Por delante, solamente el trío calavavera, el ganador del Open de Australia y un jugador intermitente como Tomas Berdych. Quizás solo sea una cuestión de azar que el calendario haya puesto justo esta semana el Masters 1000 de Canadá. O puede que el destino, siempre actuando de forma inteligente, lo haya colocado como línea de salida para Milos Raonic hacia el trono mundial. Aunque más que línea de salida, podemos hablar de línea de entrada. Una entrada definitiva que le permita mirar de tú a tú a los mejores de la clasificación, esos que llevan gobernando el circuito más de una década. ¿Habrá llegado la hora del canadiense? La semana que comienza en Toronto tiene la respuesta.
Once meses llevaba sin asestar un bocado a un trofeo, concretamente desde que en Bangkok aniquilara a Tomas Berdych. Desde entonces, una final perdida en Tokio y todo el 2014 esperando una oportunidad. Hasta que llegó a nuestros televisores el torneo de Washington, donde partía como segundo cabeza de serie. La temporada traía consigo buenos resultado,s pero faltaba el toque maestro, esa actuación que se recuerda para siempre porque significa una nueva corona en la maleta. Cinco partidos y cinco victorias, sin ceder ningún set y apuntándose su primer ATP 500, hasta el momento, la copa más valorada de sus vitrinas. Tras este éxito, ya solo queda un jugador de entre los diez primeros por coronarse esta temporada: Andy Murray, que ni siquiera ha jugado una final.
El título en Washington es simplemente la recompensa a muchos meses de trabajo y a una evolución constante. Sirve con medir cómo ha ido de menos a más en los torneos de Grand Slam: tercera ronda en Australia, cuartos de final en Roland Garros y semifinales en Wimbledon. Tres superficies distintas y una mejoría que demuestra el alto grado de adaptación que el de Podgorica ha aprendido a manejar con el paso de los años. Se dijo que no funcionaba sobre tierra: la respuesta fue alcanzar los cuartos de final, como mínimo, en cada certamen sobre arcilla. Solamente en Madrid resbaló antes, derrotado por Nishikori (futuro finalista) en octavos de final. Se dijo que la hierba era demasiado exigente para su escasa movilidad: la respuesta fue las primeras semifinales de su carrera en un major. Nada más y nada menos que en Wimbledon, donde cedió ante el heptacampeón Roger Federer. Ahora vuelve la pista dura, su territorio predilecto, donde no se bajó de cuartos de final en los dos Masters 1000 previos celebrados sobre cemento, Indian Wells y Miami.
Es como si todo estuviera alineado para que ocurriese. Buenos resultados, un título que no llegaba, incluso un establecimiento entre los diez mejores, de donde nadie lo puede expulsar ya. Desde que se introdujera en el primer vagón de la ATP a principios de abril, la posición de Raonic en la clasificación solo ha mejorado. Situado ahora mismo como sexto mejor jugador del mundo, el oriundo de Montenegro se enfrenta a uno de los retos más laboriosos del tenis: defender lo conseguido el curso pasado. Fue precisamente allí, en el Masters 1000 de Canadá (en la ciudad de Montreal, este año es en Toronto), donde el pupilo de Ivan Ljubicic cruzó la puerta hacia su primera final en torneos de esta categoría. Tuvo mala suerte, en la última ronda se enfrentaría a Rafa Nadal, un jugador que te da pocas oportunidades. Fue una derrota dolorosa, en una oportunidad irrepetible y ante un público entregado a sus pies. Pero necesaria para aprender. Un año después, toca volver al lugar del crimen, donde no estará el asesino que le dejó a las puertas del éxito.
La historia dice que Canadá está cercada desde hace diez años por cuatro vándalos que arrasan con todo lo que pillan por delante. Son conocidos como el Big Four y representan la mayor dictadura que se haya visto en el deporte de la raqueta. Roger Federer (2004, 2006), Rafa Nadal (2005, 2008, 2013), Novak Djokovic (2007, 2011, 2012) y Andy Murray (2009, 2010) se han repartido el título canadiense en la última década sin importar la sede del torneo. En esta edición, el español es baja por lesión, el suizo y el serbio llegan sin jugar desde su encuentro en el All England Club y el escocés continúa en horas bajas en un 2014 que le ha relegado como un tenista inofensivo. El camino de Raonic no será fácil; hombres como Sock, Gulbis, Berdych o Federer serán serios obstáculos hasta proteger los 600 puntos que defiende. Pero los retos se hicieron para medir la grandeza de los campeones. Este año la misión de Raonic no es repetir la final de 2013. El objetivo es coronarse en casa.
* Fernando Murciego es periodista.
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