"La audacia tiene genio, poder y magia. Comienza ahora, ponte en marcha”. Johann W. Von Goethe
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Allí donde se mide la distancia entre el ser o el dejar de ser, entre el cielo y el infierno, entre ganar o perder. Ese lugar donde reposan las esperanzas de una hinchada y la desesperanza de otra. El lugar donde todo termina y debe terminar. El vivieron felices y comieron perdices del fútbol. Allí, en el área, es donde vive el terror de las defensas. El hombre que no lleva espada, pero sí un ‘9’ a la espalda.
En el Vicente Calderón, tierra fértil si hablamos de depredadores, se ha desarrollado, durante los últimos años, la extraña ecuación del hombre gol. Ser el delantero centro del equipo rojiblanco parece, de manera inmediata, generar un profundo poso de goles para la parroquia colchonera. Desde la marcha de Fernando Torres, allá por 2007, a la llegada de Mario Mandzukic, procedente del Bayern de Múnich, han pasado cuatro delanteros que, aunque pareciera imposible, han conseguido hacer olvidar a su predecesor.
Toda historia tiene un principio, y la de esta se sitúa en la marcha del emblema de la entidad hacia la tierra de los Beatles. Fernando Torres, que anotó 91 goles en sus casi siete temporadas de rojiblanco, abandonó el club de sus amores dejando, según Transfermarkt, 38 millones de euros.
Como sustituto natural, el Atlético se hizo con los servicios de Diego Forlán, un fantástico goleador que marcó 59 goles en sus tres años en Castellón defendiendo la camiseta del Villarreal. Pero junto a él, emergió la figura de un joven argentino que, una temporada antes, había llegado al Calderón con la vitola de futuro crack. Era Sergio Agüero, que costó a la entidad madrileña en torno a 20 millones de euros.
Entre el argentino y el uruguayo formaron una de los dúos atacantes más temidos del Viejo Continente. Su conexión e implicación era total, y los números nunca mienten en este aspecto. 190 goles entre los dos durante las cuatro temporadas que coincidieron en el ataque rojiblanco: 96 de Forlán y 94 de Agüero. Y con ellos, la conquista de la primera Europa League y la Supercopa de Europa.
Pero en la pretemporada 2011/12, ese matrimonio se rompió por las dos partes. El uruguayo, enfadado con la directiva y el cuerpo técnico, abandonó el club destino Inter de Milán dejando 5 millones de euros a la edad de 32 años. Por su parte, el argentino forzó su salida, acabando en el Manchester City a cambio de 45 millones de euros.
Las dudas asomaban por el Vicente Calderón. Perdían de una tacada a las dos figuras más importantes de sus últimos veinte años. No había nadie en el mercado y, por supuesto, al alcance del nivel económico del club, que pudiera siquiera hacer sombra a la ráfaga de goles que se habían presenciado los últimos cuatro años. Pero entonces aparecieron en escena Jorge Mendes, el fondo de inversión Quality Sports y, sobre todo, un nombre propio: Radamel Falcao García.
El colombiano, delantero hasta ese verano del Oporto, llegaba pletórico tras alzarse con la Europa League y haber hecho una temporada estratosférica: 38 goles en 42 partidos (18 en competición europea). Se presentaba, a razón de 45 millones de euros, el delantero centro total con el ‘9’ a la espalda en el Manzanares.
Pero Falcao no era Agüero. No tenía esa calidad individual que atesoraba el argentino, capaz de aterrorizar a cualquier rival con una simple arrancada. Él era, es y será un cazador, un depredador, un tigre. Las dudas se cernieron sobre él. El equipo no iba bien y Radamel no hacía muchos goles. Pero llegó Simeone y la cosa cambió. Se pasó de un equipo a cuatro puntos del descenso a otro campeón de Europa League y de Supercopa de Europa. Y se pasó de un delantero con sequías a un matador que finalizaría la temporada marcando 36 goles, que, sumados a sus 34 de la temporada siguiente, harían un total de 70 en 91 partidos. Una media de 0’83 goles por encuentro, la más alta que se recuerda en la última década en el Calderón.
El colombiano firmaría por el Mónaco y dejaría en las cuentas del club 60 millones de euros y en el museo una Copa del Rey ganada al Real Madrid en el Santiago Bernabéu. Pero no se ficharía a ningún sustituto. No propiamente dicho. Llegó del F. C. Barcelona por 2 millones el que parecía que haría olvidar a Falcao, David Villa, pero el sustituto estaba en casa, y lo estaba desde hacía mucho tiempo. Retrocedamos.
Junto a Diego Forlán, llegaron en el verano de 2007 jugadores como Reyes, Raúl García, Simão o un joven delantero brasileño de 18 años procedente del Sporting de Braga. Su nombre era Diego Costa y costó al club un millón y medio de euros. Pero su relación con la rojiblanca no iba a ser fácil y le costaría mucho ganarse un hueco en la delantera atlética.
Las cesiones fueron el plato de cada verano. La incertidumbre de su progresión, unido a que ocupaba plaza de extracomunitario, obligó a la dirección deportiva del Manzanares a cederle hasta en tres ocasiones (Celta, Albacete y Valladolid), para dar el salto a la plantilla. Fue en la temporada 2010/11 donde aprovechó la tensión entre Forlán y Quique Sánchez Flores para ganarse un hueco en los equipos titulares. 28 partidos de liga y seis goles fueron su bagaje.
Pero cuando parecía que podía tener un hueco de verdad, se lesionó de gravedad tras romperse el ligamento cruzado anterior y el menisco de la rodilla derecha. Seis meses que facilitaron las cosas al club quitándole su plaza de extracomunitario y cediéndosela al argentino Salvio. Tras su recuperación, en enero, fue cedido al Rayo Vallecano, donde realizó una magnífica segunda vuelta con 10 goles en 16 partidos que facilitarían la salvación de los vallecanos.
Y, por fin, logró quedarse en el club rojiblanco. En la temporada 2012/13 compartió delantera junto a Radamel Falcao y su papel fue de actor secundario y guardaespaldas del colombiano. Pese a eso, finalizaría el año con 20 goles y como pichichi de la Copa del Rey que ganarían al Real Madrid. Fue con la marcha del colombiano cuando adquirió el protagonismo definitivo. Quería ser estrella y lo fue.
En la mejor temporada de la historia del Atlético de Madrid, Diego Costa ha sido el rey. 36 goles que han valido una liga y un subcampeonato de Champions League. El acierto rematador que no había tenido hasta la fecha apareció cuando el equipo más lo necesitaba. Los agoreros que veían el hundimiento del club tras la marcha de Falcao tuvieron que tragarse sus palabras al ritmo de las carreras del hispanobrasileño.
Pero un ruso y su billetera se llevaron el genio y el gol de Lagarto (ciudad natal de Diego Costa) hacia Londres, gracias al desembolso de 38 millones de euros. La historia vuelve a repetirse, una vez más. El gol se labra en el Calderón. Aunque no será el último. Tras él, llega el croata Mario Mandzukic por 22 millones de euros, un goleador que, si de algo estamos seguros, es de que marcará muchos goles en el Vicente Calderón: en los dos últimos años en el Allianz Arena ha metido 46.
Mario es el último dueño del ‘9’ atlético. En total, han pasado desde Fernando Torres cuatro delanteros, dejando una cifra de 316 goles. No lo duden, el Paseo de los Melancólicos es la tierra del nueve. Y ahora, le toca a Mandzukic.
* Imanol Echegaray García es co-autor de InterSportMagazine.com
– Fotos: Atlético de Madrid – EFE – Reuters – Kadellar
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