"El modelo de juego es tan fuerte como el más débil de sus eslabones". Fran Cervera
Querido amigo:
Salgo de una e-pistola y me meten en otra. Esta gente es de traca, Martí, me recuerdan a Leonardo di Caprio en El lobo de Wall Street, con la notoria diferencia de no mostrar ni maldita la gracia. El mismo nivel digno de caracol arrastrado, eso sí, que la última de la FIFA es sensacional, no me digas que no. Va la FIFA y les tira de las orejas. ¡La FIFA! Vamos, ya que hablo de Martin Scorsese, especialista en retratar mafias, eso viene a ser igual que si el personaje de Robert De Niro le reprocha al de Joe Pesci en Uno de los nuestros que ha salpicado demasiado en la ejecución del último encargo. Ya sabes, es solo business. Ya ves, y que parezca un accidente. Me encantaría, sí, hablarte de la ida, del empate a uno, pero estos no se mueven del foco, lo acaparan todo, consiguen que andes absorto, sobrecogido, en constante contemplación de esta cara oculta del barcelonismo, dark side of the moon que no firmaría Pink Floyd, nada que ver con lo deportivo. Tema institucional, social o constructivo, de construcción, llamémosle como desees, nada de balones. A cuatro días del referéndum sobre la remodelación del estadio, las fuerzas vivas ajenas al palco de este fenómeno de masas, que las hay, han decidido por fin reaccionar mientras se escucha un coro de aleluyas en todo el territorio de influencia. Hoy ha salido Benedito a escena y les ha dado fuerte con la dialéctica, valiente y decidido, haciéndose perdonar la tardanza en irrumpir, él, segundo candidato más votado y, por tanto, oposición aunque no haya querido ejercer como tal.
Ya tocaba espabilar, ya era hora de reaccionar ante la interesada hiperactividad de la junta, dispuesta a arrasar cual bulldozer en la contienda. Tarde, mal y esquizofrénico el panorama porque el equipo va por un lado mientras lo institucional funciona por otros derroteros bien lejanos. Y así, tras meses de pasividad, algo les habrá activado la mala conciencia a cuantos no confían en esta junta directiva para salir a escena y sacar el capote ante un toro ya resabiado que se sabe ganador. Te cuento, Martí, todo el mundo da por seguro que ganará el sí y lo hará con porcentajes superiores al 70 %, espoleado por la baja participación y movilización directa de miles de socios y abonados que desean sacar directa y personal tajada de la remodelación. Quienes ahora no disponen de plaza fija en el Camp Nou, votarán a favor bajo promesa de conseguirla y ese egoísmo de reparar tan solo en el propio ombligo les hará remar en favor de la corriente oficialista. Como muestra significativa de los tiempos de irreflexión y egoísmo alcanzados, anteanoche me contaba una vieja gloria blaugrana de caché que un socio le aseguró que iba a votar sí por el simple hecho de que le molesta mojarse allá arriba cuando llueve, máximo dos partidos por campaña. Cree que no pagará él las fiestas, ay, iluso, y por tanto, venga, que le cubran el coliseo. Y alicatado hasta el techo, si hace falta. Y dos huevos duros, como clamarían los hermanos Marx… Nivelazo de reflexión y sentido común, ya ves. Cultura del todo gratis, creen que es. Menuda manera de proceder en el autoengaño.
Y en éstas –que ellos no lo dirán, por supuesto–, los mentideros hablan ya de tres millones largos invertidos en la campaña por el sí cuando comentaron que destinarían uno y basta. Por no llevar la cuestión en el programa electoral, hasta el uno sobraba, pero bueno. Entre actos, desplazamientos, presentaciones y suplementos de pago en la prensa –ay, cuarto poder, quién te ha visto y quién te ve–, fácil echar cuentas, sumas bastante desmesuradas. Al final, tan notoria ha resultado su inclinación, tanto se les ha visto el plumero de pensamiento único, sin debate, sin alternativas, sin sensibilidades diversas que han permitido celebrar un aquelarre reservado a los partidarios del no en auditorio del club, no vaya a ser que alguien pueda acusarles de escasamente demócratas; ellos, que han vendido el alma del club a una dictadura catarí de pésima catadura moral (en eso Benedito ha estado incluso brillante). Y pretenden seguir haciéndolo, por cierto, que serán árabes los nombres y apellidos en el futuro del estadio, tanto que no te extrañe que se hagan suyo el palacete a construir. Aunque pareciéramos Simón el Etilita clamando desde una columna en pleno desierto, eppur si muove y ya se vislumbra a un montón de personal que empieza a moverse, a no callar, a reaccionar ante el continuo abuso de confianza al que se ven sometidos. Fracciones, familias y gentes que ven el Barça con ojos situados en las antípodas de pensamiento de los actuales gestores, que se presentaron bajo piel de cordero cuando eran lobos de la escuela de Chicago, neonuñistas convencidos de que la cuenta de explotación pasa por delante de cualquier sentimiento, que su fin privado merece cualquier medio.
Nadie duda que el Camp Nou necesita un buen meneo o como quieran llamarlo. Tampoco existe apenas divergencia en la construcción de nuevo pabellón polideportivo o en la necesidad de integrar el espacio del Camp Nou en la vida del barrio de Les Corts. Lo que hay, y mucha, también, es desconfianza ante las constantes maniobras realizadas por esta junta directiva de las medias verdades y mentiras flagrantes, pillada en unos cuantos renuncios que ya no procederemos ahora a enumerar. Tras años de vivir del cuento, han perdido la inercia gloriosa para meterse en berenjenales cuando les ha tocado actuar y así, mayúsculo mérito el suyo, lograr la imputación del club ante la Audiencia Nacional, con Neymar costando ya como el tan otrora criticado Bale, en la frontera de los cien millones y aún sin cerrar la cosa, a la espera de mayores sustos y novedades que irán apareciendo desde el flanco de la justicia y el juez.
Andan en falso y son conscientes, eso les debilita a ojos vista, les precipita hacia nuevos errores (y conste que nadie contaba con el puñetazo de la FIFA). De ahí que se muestren tan hiperactivos para lo que les interesa. El juez Ruz no ha terminado, cuentan en los mentideros, con la instrucción del caso y podría aumentar la lista de imputados. También, al ex le amenazan cual espada de Damocles nuevos vínculos con la operación Neymar, prodigio de desagradables sorpresas y opacidad, mientras contra otros miembros de la directiva se van escribiendo comprometedores dossiers de negocios desde otras peceras llenas, por supuesto, de tiburones con dentadura tan afilada como la suya. Los hay que dispararán contra los representantes nada maniáticos del patrocinador por estas tierras, los hay que redactan contra otra sectorial de negocios turbios, personificado en uno que lleva meses amagando con dimitir sin hacerlo. Por tanto, ganarán pero no convencerán y la oposición hallará una tercera vía para no deslegitimizar la opinión del socio. De acuerdo, vale, habrá remodelación, pero que la afronte la directiva surgida de inminentes comicios, de nuevo henchida de confianza, exigida y obligada a proceder con absoluta transparencia con números, proyectos, concursos y todo aquello que pueda tentar al diablo bien a la vista y clarito, como toca en democracia cabal. El sábado, referéndum y aprobación, sí. Y a partir del lunes, nuevo escenario. Está por ver por dónde discurre, si lo hace de acuerdo a lo que sueña la actual y apresurada junta o los próximos golpes judiciales giran el rumbo hacia la convocatoria urgente de nuevas elecciones.
Y ahora, Martí, permíteme acabar con una especie de metáfora y recreación del pasado, lecciones de hace sesenta años que resulta imprescindible conocer y quedan despreciadas de manera sistemática por parecer tan frescas como recién salidas de la nevera. Ya sabes que el déficit de la construcción del Camp Nou mediada la década de los cincuenta provocó un cataclismo que estuvo a punto de llevar el Barça a la quiebra técnica, a la más rotunda bancarrota. Se presupuestaron 66 millones de pesetas para la edificación del coliseo y terminaron pagando 288 por la broma, una absoluta barbaridad. Durante años, entre voces quedas y rumores cuchicheados, se sospechó que ahí hubo corrupción a espuertas, tapada a paletadas de olvido por la dictadura y la absoluta falta de libertades del momento. Entre camaradas falangistas andaba el caso y quien no disponía de intereses en la constructora tal, los guardaba de la luz pública fabricando o trasegando con materia prima equis, y griega o zeta. Había una manera de saber cómo contempló y sopesó la directiva de entonces, presidida por el camisa azul Miró-Sans, tamaña desviación, si tuvo conocimiento o no del desaguisado, de la desproporción creciente, si ello le preocupaba. Pues bien: ni una sola cita al respecto en todas las actas de las reuniones directivas de aquellos años, entre el 54 y el 57, cuando no hay que ser un lince para suponer que ya estaban pagando facturas hinchadas por docenas. Entre bomberos no iban a pisarse la manguera, ni, por supuesto, a dejar constancia por escrito del descomunal mangoneo para la posteridad, para que algún gañán les enrojeciera el rostro medio siglo después. Se los llevaron puestos sin ningún problema, sin dejar huella y sin alterar prácticamente el gesto. Bueno, o sí, no te lo pierdas, la única mención en acta al excesivo, desmesurado coste de aquel entonces –tan extrapolable al día de hoy– consiste en una somera línea dedicada a la creciente carestía del hierro. Además, ya resultaba atrevimiento sumo: como la suministraba la empresa tal, citada y conocida, propiedad del notorio falangista cual, ni una sola palabra más. El caballero en cuestión tenía nombre y apellidos. Nunca fue interpelado, claro.
Pues eso. Y los accesos al campo, detalle que quedó en el olvido, no fueron terminados hasta dos años después, ya que el ayuntamiento, responsable de la urbanización, no tuvo ninguna prisa en acondicionarlos a tiempo para la inauguración, día de la patrona Mercè, iniciando el otoño del 57. Las malas lenguas siempre sostuvieron que la tardanza obedecía al enfado de los gerifaltes municipales por no haber untado pan en tamaño festín, entrañable comportamiento el suyo. Y el club tardó siete años en desprenderse del viejo Les Corts, terreno que no había manera de recalificar por vendettas entre prebostes del régimen, que pasaban así factura por haberse quedado al margen del negocio mientras cuatro ingenuos creían que el poder quería fastidiar al barcelonismo. No, se estaban haciendo la puñeta entre los poderosos del momento por no haber podido sumarse todos al festín del reparto, menuda jeta la suya, visto ahora desde una democracia en la que, desgraciadamente, no han cambiado tanto los comportamientos reprobables. ¿Viene a cuento recordar aquellos desdichados tiempos? Sí, porque ahora, cuando te caen euros a mansalva del cielo, los paganos te crujen a contraprestaciones que los responsables callan hasta que no les queda otro remedio. Por ejemplo, Qatar Foundation como antesala del Qatar Airways o cómo meterla doblada sin que se note. Y en el precio iba toda la frontal de tribuna o mención en los asientos de gol, nadie advirtió de ello hasta que la realidad nos hizo topar con la verdad: pagan al Barça para que la buena imagen del club que antes lucía UNICEF ahora les limpie la cara a ellos, que la lucen bien negra, sucia, detestable.
Bueno, Martí, por no abusar, me despido ya. Por cierto, me cuentan que el nuevo presidente escribe al dictado del missing y le consulta cualquier movimiento. Bondad graciosa. ¿Y para qué se largó, entonces? Nada de alarmismos ni apocalipsis. El club es muy sencillo, son ellos los que se empeñan en complicarlo. Presidente-títere, vamos, lo que faltaba. Encima de que no lo ha elegido nadie, escribe al dictado del cesante
Poblenou, entre Pinto y Valdemoro
* Frederic Porta es periodista y escritor.
– Foto: EFE
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