"El modelo de juego es tan fuerte como el más débil de sus eslabones". Fran Cervera
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“Hemos salido del pozo, pero la pesadilla no ha terminado”.
Oliver Kirch resoplaba sin cesar, con el rostro enrojecido. Quizás era por la exigencia de haber sido asaltado, consecutivamente, por el Apache Tévez y por Álvaro Morata o sencillamente porque la azafata del estadio nos había mandado escaleras arriba, seis pisos nada menos para encontrar la salida del Juventus Stadium. La escalada conjunta permitió que Kirch nos contara la realidad interna del Borussia Dortmund: “Ya ves, no lo recuerdo muy bien pero creo que es la primera vez en mi vida que juego de lateral derecho. Pero no hay otra: Durrm y Subotic con gripe, Piszczek estará mes y medio de baja por un esguince de tobillo y a Sokratis le ha petado el abductor. Es lo que hay. Nos tenemos que apañar”.
El Dortmund acababa de perder (2-1) ante la Juventus en la ida de octavos de Champions. Un partido algo extraño en el que nadie parecía querer dominar el juego. La Juve sintió pronto que le iría mejor replegándose y lanzando a Tévez y Morata, autores de una actuación formidable, y así fue. Cuando se lesionó Pirlo en un gemelo, la Juve evolucionó mejor. El Dortmund dio otro recital de esos dos rostros que atesora: frenético, febril, veloz en las combinaciones atacantes; frágil, liviano y torpe en la organización defensiva. Las espaldas de Gündogan y Sahin son de cristal.
En el hotel del equipo, el director comercial del club, Carsten Cramer, no tenía dudas: “Hemos salido del pozo y empezamos a mirar hacia arriba, pero no podemos mirar demasiado lejos. Nuestro proyecto necesita jugar competición europea, pero lo hemos pasado demasiado mal como para levantar ahora castillos en el aire”.
Cuatro días más tarde, Oliver Kirch volvió a ser alineado como lateral derecho frente al Schalke 04 en el gran duelo del Ruhr. El Dortmund aplastó a su viejo y enconado rival: 3-0 en el marcador después de disparar 31 veces contra el marco del jovencito Wellenreuther, 19 años y buenos reflejos aunque cometiera un error grosero ante Reus. El Schalke de Di Matteo es lo que es: un 5-3-2 que pretende defenderse con uñas y dientes, pero que no tiene a Terry y Cahill para hacerlo. Así que, finalmente, es un flan que no acierta a cerrar bien ni los pasillos interiores, por donde el BVB se hartó de llegar y rematar.
El Dortmund cabalga a lomos de Marco Reus, en un estado de forma soberbio tras tantos meses de desventuras. El equipo es lo que es: gelatina atrás si pinchas a Subotic o a Weidenfeller, si sacas de esquina o si atacas la espalda de Gündogan; pero efervescente en ataque. En ocasiones, tanta efervescencia conspira en contra del propio equipo, pues Reus y Aubameyang pretenden jugar a tanta velocidad que caen en el error. Probablemente el conjunto deba agradecerle mucho al jugador más oscuro del momento: Nuri Sahin, que aguanta la posición en medio del ataque de febrilidad que asalta a sus compañeros.
Reus y Aubameyang han alcanzado ese punto de compenetración de las parejas dulces, como Robben y Ribéry o Terry y Cahill. Con excelente criterio, Jürgen Klopp les ha dado todo el frente de ataque a ellos dos y les apoya con quien menos errores vaya a cometer, Kagawa a menudo, Mkhitaryan a veces, ahora que casi es una evidencia que los fichajes de Immobile y Adrián Ramos han entrado en la categoría de decepción. A principios de marzo hay alegría en Dortmund porque la situación se ha regenerado y el equipo ya solo está a 8 puntos de los puestos europeos aunque todavía se manejan demasiadas incógnitas: ¿dará el talento de Reus para remontar en liga, competir en copa y sorprender en Champions? Porque el juego del equipo continúa siendo el mismo.
El ecosistema que gusta a Klopp y sus jugadores es el de la boca del lobo. El equipo prefiere que sea el rival quien maneje el balón e intente sacarlo jugando raso y corto desde atrás. Por eso le encanta enfrentarse a rivales como el Bayern o el Real Madrid y sin duda gustaría de jugar contra el Barça. A cambio, padece frente a quienes optan por sacar en largo, saltándose el centro del campo, o sencillamente se deshacen del balón.
Al Dortmund le gusta esperar en formación “abrazo mortal”. No presiona con fruición a los defensas contrarios que inician el juego, sino que les permite avanzar unos metros, confiados en esa engañosa “blandura”. Es una celada. Porque a medio camino de esa salida de balón siempre hay seis hombres del Dortmund esperando en la siguiente formación:
Entre los seis forman una especie de “abrazo del oso”: los dos mediocentros esperan en la base de la figura, en tanto los restantes cuatro se disponen como si fuesen los brazos gigantes de un pulpo que quiere “acoger en su seno” al portador del balón. Los cuerpos siempre perfilados de tal modo que sugieran al rival que la opción de entrar en dicha ratonera es beneficiosa. Los laterales se mantienen bajos, alejados de la trampa.
Ante esta formación, el contrincante puede optar por entrar o no en ella. Si no lo hace y elige salir por las bandas, el Dortmund rompe la formación y de inmediato saltan el mediocentro y el lateral afectados para ejercer un 2 contra 1 (o un 3 contra 2), acorralando al rival en la banda para arrebatarle el balón. El Atlético de Madrid de la pasada temporada realizaba esta acción de manera excelente.
Si el rival elige entrar dentro de la “boca del lobo”, el Dortmund le permite hacerlo sin presionarlo; le permite avanzar unos metros sin tensión y entonces, con la velocidad tradicional del equipo negroamarillo, cierra las mandíbulas sobre él. Illarramendi no lo ha olvidado aún. Cuatro de los seis componentes del “abrazo del oso” han saltado a por el portador y los posibles receptores del cuero: será difícil que no logren recuperar el balón.
Y en este punto se inicia el verdadero juego del BVB. Hasta entonces solo se trataba de una estratagema para “seducir” al contrario e inducirle a sufrir las garras del pulpo. Pero en cuanto un jugador del BVB recupera el balón se da el pistoletazo de salida. Según sea la posición de dicho jugador, cara a portería rival o de espaldas, la acción colectiva se iniciará con un pase hacia delante, descarga hacia atrás y lanzamiento definitivo del ataque; o bien directamente será una descarga hacia atrás para el lanzamiento definitivo de la acción de ataque. En cualquiera de los casos, todos los componentes del cuadro conocen su misión en ese instante: el lateral del costado opuesto corre veloz por la banda y otros tres jugadores acompañarán en carriles distintos al portador del balón. Si es viable, a menudo en el borde del área se producirá otra combinación para facilitar la posición más adecuada a quien vaya a finalizar.
Todo el entrenamiento diario del Dortmund está enfocado a esta acción: embolsamiento del rival, robo de balón y despliegue de ataque. Es la tarea que se repite de manera constante en las instalaciones del BVB, generalmente sobre la distancia de 40 metros. Arriba y abajo, a toda máquina.
La maestría del equipo de Klopp en este tipo de juego es superlativa. A cambio, si el rival le obliga a practicar otro juego que se aparte de su carril consuetudinario, el equipo pierde la mayor parte de sus referencias.
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