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Deportes / Tenis

El elixir de la raqueta

por el 12 febrero, 2015 • 7:55

 

Algo tiene ese artefacto que transforma al ser humano. Un mango, una cabeza y unas cuantas cuerdas. No parece muy complicado de descifrar, aunque jamás podremos entender más allá de lo estrictamente material. Lo que sí deducimos es que un algo mágico ocurre en el momento en que la mano del jugador abraza el grip de tal instrumento, una sinergia persona-objeto que provoca maravillas sobre una pista de tenis. También parece ser que esta unión se va haciendo fuerte con el paso de los años: a más edad del sujeto, más probabilidades de éxito dentro de la cancha. No lo digo yo, ni las multinacionales, sino que se refleja en los propios números: nueve campeones masculinos en lo que llevamos de curso con una media en el carné de identidad de 30 primaveras. ¿Ha envejecido el circuito? ¿Están fallando las nuevas generaciones? Cada día que pasa la teoría del vino coge fuerza entre los componentes del vestuario ATP: el paso del tiempo les beneficia.

En España tenemos el mejor ejemplo del caso que nos atañe. En estas últimas semanas, jugadores como Feliciano López o Guillermo García López se han destapado como figuras rematadas profesionalmente, altamente pulidas, peligrosas en cualquier tipo de superficie y rindiendo como en el mejor momento de sus carreras. El toledano, afincado en el puesto nº14 de la clasificación, es un prototipo evidente de madurez y dosificación capaz de explotar al máximo sus virtudes sea cual sea el rival. Una lástima que, con su brillante historial, haya tenido que ser en el tramo final de su ejercicio donde el espectador se haya dignado a valorar a uno de los jugadores más artísticos de nuestra Armada. Por su parte, el de La Roda ha ido perdiendo el miedo a la derrota al mismo tiempo que perdía el respeto a sus oponentes, hasta el punto de cosechar grandes victorias ante jugadores importantes a lo largo de los últimos meses. Tanto es así que, a estas alturas de la temporada, Willy representa al jugador español con más triunfos en las primeras cinco semanas de calendario. Sin duda, dos modelos de superación constante.

No son los primeros ni esperamos que sean los últimos en alcanzar su cenit a una edad tardía. Todavía en mente tenemos al David Ferrer de 2012-2013 que no se bajaba de las 7-8 finales por temporada, capaz de tocar su cielo en el Masters 1000 de París e incluso de terminar un curso entre los tres mejores jugadores del mundo. Una brutalidad solo alcance del de Jávea. Otros como Tommy Robredo también se han dedicado a cultivar la cultura del esfuerzo y la ilusión para recoger el premio una vez llegada la treintena. La ecuación da sus frutos tanto en sensaciones como en resultados, para muestra sirve con fijarse en el top-100 y ver que hasta 14 jugadores de nuestro país tienen plaza reservada. De ellos, solamente uno no ha cumplido aún los 25. Acechados por los fantasmas de la retirada y desprotegidos por la prensa debido a la sombra de Nadal, todos los miembros de nuestra Armada masculina han ido sumando granitos de arena hasta sobreponerse al gigante de Manacor, acaparador de todos los focos. Cuanto más pensábamos nosotros en el futuro, más endulzaban ellos el presente, un terrible vicio del que aún pecamos y del que nos arrepentiremos en un lustro cuando haya que conformarse con un par de representantes en la primera línea del tenis mundial.

Pero si alguien se lleva la palma en esta insurrección de los veteranos, ése es Víctor Estrella Burgos. Nacido en 1980, acostumbrado a deambular entre el circuito Future o Challenger y lastrado por varias lesiones durante su carrera, a este dominicano de 34 palos no le llegó la gloria ni siquiera en la treintena. No hasta la pasada temporada, cuando consiguió su objetivo de instalarse entre los cien primeros del ranking. No sabía el bueno de Viti que esta hazaña se iba a quedar pequeña respecto a lo que le deparaba el 2015: primera final ATP y primer título como profesional. El recién nacido torneo de Quito (Ecuador) vivió el pasado domingo un lance inaudito hasta el momento, un jugador de la República Dominicana bajo la etiqueta de campeón. Enfrente, por cierto, otro veterano como Feliciano López, primer cabeza de serie. Hechos que demuestran las nulas barreras que tiene este deporte si uno mantiene la esperanza cada mañana. Que se lo pregunten a nuestro protagonista, que ha visto cómo la palabra estrella ha pasado a ser algo más que un apellido. No diga Víctor, diga victoria.

No faltan expertos ni empeño por explicar este acontecimiento donde las arrugas parecen imponerse a la osadía del novato. Actualmente el top-100 cuenta con 23 atletas que puntúan más allá de los 30 años. Por el contrario, solamente cuatro no han cumplido aún los 22. Un desajuste que indica el envejecimiento del primer vagón de la ATP  y lo caro que se ha vuelto formar parte de él. Al menos, a una edad temprada. ¿Razones? Las hay de todo tipo. La experiencia acumulada en las piernas resulta una ventaja ante los novicios que van entrando en la brecha. Donde antes había prisas, ahora hay calma. Donde antes había expectativa, ahora hay relajación. Exentos de presiones, estos jugadores se dedican a disfrutar, y la maniobra tiene consecuencias positivas. Óscar Borrás, técnico alicantino, amplía el abanico añadiendo una mejoría física en los jugadores adaptada a los nuevos tiempos, un perfeccionamiento en sus equipos de trabajo y un mejor diseño del calendario particular de cada uno dispuesto según sus pretensiones. Una amalgama de situaciones que desembocan en una fuente de inspiración y motivación hacia el éxito.

¿Qué nos deparará el futuro? A este paso, quién sabe, a lo mejor volvemos a ver a Tommy Haas regresando al top-10, a Ivo Karlovic ganando un Masters 1000 o a Radek Stepanek levantando un Grand Slam. La madurez se ha convertido en el camino más productivo hacia la gloria, un talento que multiplica su valor al no estar al alcance de todos. Los Coric, Schwartzman, Carreño o Thiem siguen esperando una oportunidad en las rondas finales mientras ven cómo los Muller, Seppi o el propio Federer prolongan su sed de victorias. Mientras, debajo de todas estas aclaraciones, se esconde el motivo fundamental e innato de todos, el que resulta de la fusión de la espada y su guerrero. Ese momento en el que no importa la edad y solamente el corazón hace vibrar las cuerdas de la raqueta, aquella que contiene el elixir para transportar a cualquier jugador, tenga las canas que tenga, hacia un paraíso atemporal donde lo único que cuenta es la ambición del individuo. Señores, la magia del tenis.

* Fernando Murciego es periodista.




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