"Cada acto de aprendizaje consciente requiere la voluntad de sufrir una lesión en la propia autoestima". Thomas Szasz
Pedro es uno de esos jugadores que evocan sensaciones encontradas. Por un lado, es uno de los símbolos aún vigentes del Barça de Guardiola. El chico joven y silencioso que, con su trabajo, capacidad de aprendizaje y ganas de comerse el mundo le quitó el puesto a una institución como Henry. Por el otro, es un jugador cuyo rendimiento ha estado por debajo de su papel en el equipo las dos últimas temporadas.
A grandes rasgos, en la 2008-2009 se postuló como bala en la recámara de Pep; en la 2009-10 irrumpió con fuerza convirtiéndose en titular indiscutible y el segundo mejor delantero del equipo; en la 2010-11 mantuvo su nivel confirmándose como una pieza clave del mejor Barça de la historia; y en la 2011-12, a causa de reiteradas lesiones, vivió un curso para olvidar. La opción por la continuidad fue la apuesta, y ello le convirtió, de inicio, en titular indiscutible en el Barça de Tito. Sin embargo, analizando el global de la temporada, no ha estado ni mucho menos a la altura de semejante exigencia.
Vayamos al principio. Su inicio de temporada fue bastante bueno, recordando al Pedro que acabó la temporada anterior –muy al final de la misma– volviendo a su mejor nivel. Los matices tácticos del momento le encomendaban una labor más oscura y le alejaban del gol, por lo que su buen momento pasó desapercibido. Sin embargo, a medida que fue avanzando la temporada el protagonismo de los extremos en las ocasiones aumentó. Se les pedía menos veces que permanecieran abiertos y más que realizaran desmarques de ruptura. Este hecho, unido a la práctica conversión en ‘9’ móvil en muchos momentos del Barça de los centrocampistas, llevó a Pedro a mejorar sus cifras antes y después de las Navidades.
Sin embargo, tras una primera mitad de la temporada en la que sí había estado a la altura, en la segunda se hundió por completo. En su caso, los factores individuales han sido, sin duda, decisivos. Tal vez la saturación a la que se vieron sometidos los titulares en enero y febrero le pasó especial factura. Quizá simplemente debamos asumir a Pedro como un jugador irregular que depende demasiado de su estado de forma. No obstante, antes de ello habrá que valorar la influencia de los factores colectivos, pues a un maestro del esfuerzo en distancias cortas puede superarle tratar de hacer la misma función en dimensiones más amplias, función que le ha correspondido en este Barça más largo y transitorio.
Aun teniendo muy en cuenta el punto anterior, la lectura es clara: ya no puede partir como titular indiscutible y ha de ser cuidadosamente dosificado buscando maximizar sus puntos álgidos de forma, en los que sigue estando capacitado para ser un jugador muy importante en el equipo. En definitiva, es el momento de que dé un paso atrás para no caerse.
¿Y si, aún así, vuelve a decepcionar? Entonces será el momento de que el paso atrás lo dé en su posición en el campo. Su capacidad de aprendizaje, trabajo, posicionamiento táctico y manejo de ambas piernas hacen de Pedro una más que probable opción para reemplazar a Adriano cuando este se marche del Barça -va a cumplir 29 años y tiene un largo historial de lesiones a su espalda-. Obviamente, no se puede hablar a ciencia cierta de una opción que no hemos visto, pero los indicios son favorables y lo serían más aún si se hiciera un análisis pormenorizado de esta opción. Análisis que tal vez hiciera Vicente del Bosque, para quien Pedro era la segunda opción en el lateral izquierdo en la última Eurocopa.
Bajo la tutela de este mismo técnico, al inicio de la Confederaciones, pareció que fueran a revertirse estas sensaciones. Tal vez, de haber sido mejor el funcionamiento colectivo habría sido así, quién sabe. Sin embargo, la libertad posicional a partir de la que lo podría haber conseguido no sería reproducible habitualmente en el Barça, dado que Messi, Neymar y Cesc, jugadores de talento superior, también prefieren esta libertad. Y, claro, todos no pueden ir por libre. Algún atacante tiene que ensanchar, fijar, arrastrar, presionar, vigilar…
Quizá resulte llamativo que ni siquiera se plantee la opción de traspasar a un jugador cuyo rendimiento ha sido insuficiente durante dos temporadas consecutivas. Sin lugar a dudas, no sería descabellado, pero a mi modo de ver no resulta ni siquiera planteable. Pedro es patrimonio y símbolo del club, de esos valores que dice atesorar: la cantera, el trabajo, el coraje, el esfuerzo, la humildad, la deportividad… Y, sobre todo, es un jugador con unas cualidades específicas idóneas para el estilo de juego del Barça capaz de aceptar su papel, sea cual sea. Aun no volviendo a llegar al nivel necesario para alcanzar la titularidad, Pedro es de esos jugadores a los que merece la pena tener en el banquillo. Tanto por lo que aporta en el vestuario como por el aire fresco que puede ofrecer como revulsivo en el campo.
En definitiva, para que Pedro vuelva a estar a la altura el primer paso es reconocer el problema y el segundo, tratar de resolverlo por todos los medios posibles, aunque estos impliquen una relación menos intensa o una mudanza. Porque el de Pedro aún es un amor joven –25 años– al que con un esfuerzo por ambas partes –por la de Pedro seguro que lo habrá– aún le quedan muchos momentos felices. Por todo ello se merece todas las oportunidades antes de, ni siquiera, mencionar la palabra divorcio.
* Rafael León Alemany.
– Foto: AFP
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