“Y el día que te tenga que decir adiós
que no sea porque no hice lo suficiente
por entenderte”
No es que Messi sea perfecto. Como todo jugador de élite, tiene sus manías, sus aspectos que mejorar (más fuera del campo que en él) y su ego personal. Entendiendo esto, y sabiendo que no todo lo que hace Messi está bien (en el terreno de juego, casi todo), si algo ha demostrado el argentino es que cuando está feliz, rodeado de gente que le valora, le cuida y le ayuda, es cuando mejor rinde. En el campo y fuera de él.
Tampoco será cuestión de insistir mucho en las famosas declaraciones de Pep Guardiola tras la final de Wembley, como previniéndonos de lo que podía ser y finalmente está siendo, pero sí de analizar por qué, tras tantos años demostrando que es el mejor jugador de la historia del club, no hay unanimidad entre algunos de sus dirigentes, entrenadores e incluso aficionados, al coincidir en que el rumbo del Barça solo llegará a buen puerto si es Messi quien dirige el barco.
En el debe de Luis Enrique no está sacar a Messi en Anoeta cuando el equipo podía estar dejando escapar la liga. Es lo que cualquiera habría hecho: ante una situación límite, el mejor al campo. Pero si nadie duda de que es el mejor, ¿por qué no se le trata como tal?
Lo problemático para el Barcelona es que, si alguno de sus cracks no resuelve la papeleta (Messi, generalmente), el equipo es incapaz de generar fútbol fluido como para obtener réditos en el corto o largo plazo ante conjuntos organizados en defensa que planten un mínimo de resistencia. El asunto no es que Messi sea suplente tras haber llegado solo dos días antes. Lo ilógico es planificar un partido de máxima dificultad (los antecedentes así lo demuestran) dejando que tu mejor jugador llegue solo dos días del encuentro, sabiendo que, justificándote en la meritocracia, no será titular. Y que no lo sea sin que haya habido previo aviso. Como el 3-4-3 ante el PSG o la posición de Mathieu en el Bernabéu.
Pero, sobre todo, el error reside en no tener un plan que sostenga al equipo cuando el ’10’ no está. En este punto, muchos podrán recordar que Guardiola dejó al argentino en el banquillo en el mismo estadio y al día siguiente tampoco fue a entrenar. Cierto. Como también lo es que cuando Messi no jugaba (pocas veces), el equipo era reconocible, no buscaba planes B porque el objetivo era perfeccionar el A. Los artistas secundarios se sabían la partitura y la tocaban cuando el jugador más resolutivo no estaba en el campo. No podemos descifrar si actualmente el Barcelona tiene una partitura, un guión que, ante las dificultades, le lleve a resolver las notas desafinadas en forma de situaciones de juego. Lo que está claro es que, si la hay, los jugadores aún no se la han aprendido. Y si el mejor solista no está en el campo, los problemas crecen. Dentro, pero también fuera de él.
El objetivo de todo entrenador es extraer lo mejor, táctica y emocionalmente, de sus jugadores. Quizá en el futuro lo sea, pero hoy por hoy no parece sostenible para un equipo como el Barcelona ver recibir a Messi pegado a la banda derecha, con diez jugadores contrarios por detrás de él vigilando sus movimientos y todo su equipo esperando a que vuelva a inventar cosas que ni nuestras mentes son capaces de imaginar.
Sin la perspectiva del día a día interno, no contamos con todos los elementos de juicio como para opinar con total certeza sobre qué es lo que realmente sucede alrededor de Messi. Pero lo que queda claro es que no está cómodo, que no hay una conexión especial, ni siquiera una buena conexión, con el entrenador. ¿Ha comprendido y comprende el Barça las inquietudes de Messi?
Entender a Messi no te asegura ganar, pero sí que te acerca a ello. De momento no se está haciendo. El tiempo dirá si ya es demasiado tarde.
* Ismael Ledesma.
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