No es Godot ni está por medio Samuel Beckett, pero esperar a Nadal empieza a convertirse en una cuestión de fe, un quebranto existencial con algunas preguntas que hacerse. Rafa volverá, qué duda cabe, y no es arriesgado decir que lo hará para competir otra vez por los grandes objetivos, pero su figura y su carrera empiezan a parecer cubiertos de una cierta bruma mediática, la confitura oficial de un hombre de Estado con salud de ida y vuelta y cuerpo de atleta herido. Nadal es la épica y el drama, también con sus lesiones y toda la particular intriga que las rodea.
Mientras, ya se han cumplido más de seis meses desde su derrota en Wimbledon, el 28 de junio ante Lukas Rosol (segunda ronda). Fue su último partido oficial en 2012. En su momento pareció un mero traspié de un tenista atosigado por un calendario cruel, el duro circuito ATP. Luego, cuando anunció que no asistiría a Londres a llevar la bandera española ni a defender su oro en Pekín, las cosas se pusieron serias. Nadal tenía antecedentes importantes con su lesión en el pie de 2005, que cerca estuvo de retirarle, y con sus problemas de rodillas de 2009, manifestados sobre todo tras su primera derrota en Roland Garros, en octavos ante Robin Soderling. Después de la derrota en el All England Club y el anuncio de su lesión, nadie sabía exactamente cuál sería el tiempo de baja del tenista balear, o al menos nadie de su equipo lo comunicó públicamente. Así las cosas, Rafa fue confirmando su baja en los distintos torneos, sin descartarse de casi nada con mucha antelación. Declinaría competir, uno a uno, en los Masters de Montreal y Cincinnati, el US Open de Flushing Meadows, el Masters de Shanghái y Torneo de Maestros de Londres, además de la final de Copa Davis. Poderosas razones parecían las culpables. El clan Nadal anunciaría en verano que el tenista de Manacor sufría, además de la rotura parcial del tendón rotuliano, el Síndrome de Hoffa en su rodilla izquierda, una extraña inflamación del tejido graso por debajo del mismo tendón. Lo trataron con paciencia y calma, tomando todo el tiempo necesario para recuperarlo, con la habitual discreción del entorno del jugador. Pasaron los meses sin prisa pero también sin pausa, acumulándose las ganas y las cuestiones de los aficionados, que no sabían si Nadal estaría fuera de las canchas dos meses o seis, quizá incluso más tiempo. Tampoco los rumores de retirada definitiva contribuían a despejar el ambiente.
Finalmente, se anunciaría su vuelta para el inicio de la temporada 2013. Sin embargo, un misterioso contratiempo acabaría por impedirlo en el último momento: un virus estomacal, proceso febril incluido. Por esta razón, finalmente no competiría ni en Doha ni en Australia, un Grand Slam para el que aún restaban casi 3 semanas. En este sentido, Toni Nadal declararía: “No era prudente empezar a 5 sets (…) Está previsto volver en Acapulco”. El torneo de Acapulco comienza el 25 de febrero y Nadal tenía previsto volver en Doha, el 31 de diciembre. Más allá de la cuestión de la superficie, ¿qué tipo de contratiempo ha sufrido el tenista balear para tener que posponer su reaparición casi dos meses más? ¿Qué virus o enfermedad puntual trastoca hasta ese punto una planificación deportiva?
Al momento se rescatan todas las teorías de la conspiración, las visitas al médico de Vitoria, los controles anti-doping, etc. Quizá sencillamente el equipo de Nadal está siendo especialmente prudente en la reaparición del tenista, escarmentado por varias lesiones no curadas del todo y muchas tardes de partidos con dolor. Quizá por eso están posponiendo el momento todo lo posible echando mano del argumentario clásico del deportista de élite, con su carga inevitable de suspicacias. En todo caso, Nadal sigue perdiendo terreno en el ránking mientras toda su hinchada suspira por el retorno. Es una batalla del todo perdida, pero no deja de llamar la atención que el hombre con más Masters 1000 de la Era Open –21, los mismos que Federer– y siete veces ganador de Roland Garros, amén de otros cuatro Grand Slam, vaya a perder muy probablemente hasta su cuarta plaza en la clasificación, para caer hasta el inédito quinto puesto. Más tiempo pasa y mejor se cobran las apuestas que dan a Nadal de nuevo como número 1, pues más difícil parece que Rafa vuelva a alcanzar esas cotas, escepticismo que se retroalimenta por la peculiar rumorología en torno al jugador de Manacor. Es un asunto de Estado en cualquier caso, y aunque Davydenko no lo eche de menos, será bueno ver a Nadal de vuelta, ocurra cuando ocurra, aunque sólo sea por ver cómo se enfrenta a la nueva norma de sanciones por demora entre punto y punto, más dura con los hombres que se toman su tiempo para ponerse de nuevo a jugar.
* Carlos Zúmer es periodista.
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