"El éxito se mide por el número de ojos que brillan a tu alrededor". Benjamin Zander
Leyendas Olímpicas / Historias
Apenas quedan unos días para que empiece el año olímpico. Es hora de hacer un breve recorrido por las 27 ediciones anteriores. Nos detendremos en algún momento de cada una de ellas e intentaremos no contar aquellas historias del todo conocidas.
Pierre de Fredy, el barón de Coubertin, había conseguido contagiar su entusiasmo e ilusión a las autoridades griegas y a la propia familia real. Nada menos que la restauración de los antiguos Juegos que se disputaban en Olimpia.
Y es de justicia que este capítulo dedicado al resurgir de los Juegos se refiera al primer campeón que hubo en 1896 en la capital griega.
Dicho honor recayó en el norteamericano de origen irlandés James Brendan Bennet Connolly, que contaba entonces con 30 años: había nacido en South Boston, Massachusetts, el 28 de noviembre de 1865.
James era un estudiante de la Universidad de Harvard y le entusiasmó la idea de competir en Atenas, pero el decano de la universidad le negó el permiso para ausentarse temporalmente de las clases. No se rindió, ya que se subió en un barco junto a los integrantes del equipo del Boston AC y puso rumbo a la capital griega. Para sufragarse el viaje, tuvo que vender pasteles en su parroquia.
Hoy en día el reglamento del triple salto dice: “El primer salto se hará a la pata coja y el atleta caerá sobre el mismo pie con el que ha efectuado su batida, seguidamente dará un paso y caerá sobre el otro pie, en el que posteriormente hará el salto final”. Es decir: derecha-derecha-izquierda o izquierda-izquierda-derecha.
En 1896 el estilo era libre al no estar reglamentado. James realizó dos saltos con el pie derecho y un vuelo final. Cada saltador tenía derecho a tres saltos y el lunes 6 de abril de 1896 se ponía en juego la primera medalla.
El estadio rugió cuando el griego Ioannis Persakis se colocó en primer lugar con 12.52 metros, pero poco le duró la alegría, ya que el francés Alexandre Tuffère llegó hasta 12.70. Connolly tenía un estilo poco ortodoxo, pero le sirvió para volar hasta 13.71 metros.
La calidad del atleta bostoniano le hizo también quedar subcampeón en salto de altura con 1.72 y ser el tercer clasificado en longitud con 6.11.
James volvió a competir cuatro años después en París, pero no pudo revalidar su título en triple salto al ser segundo. Eso sí, mejorando su marca personal y dejándola en 13.97.
Posteriormente se dedicó a la literatura, llegando a obtener el premio Pulitzer. Falleció el 20 de enero de 1957.
* Joan Pelayo es juez-árbitro de atletismo, especialista en pértiga y miembro fundador de la AEEA.
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