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"Lo que equilibra a un equipo es la pelota. Pierde muchas y serás un equipo desequilibrado". Johan Cruyff


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Los ‘nueves’ de la historia del Barça: de Gamper a Messi

por el 1 enero, 2013 • 17:30

Ocupan la posición que todos los niños desean tener de mayores, la de goleador, la del hombre que culmina el trabajo del colectivo. Viven bajo el foco de los espectadores y los medios. Reciben los premios individuales cuando marcan goles y las mayores críticas cuando los fallan. Viven de rachas, de las buenas y las malas. Tanques, habilidosos, asociativos, torpones, creativos… todos caben en el más poliédrico de los deportes. En los 113 años de historia del Barça ha habido todo tipo de arietes. En las siguientes líneas destacaremos a los más trascendentes. Son todos los que están, pero no están todos los que son.

El primer gran delantero centro de la historia azulgrana fue… su fundador y mecenas, Hans (Joan) Gamper. El suizo fue un extraordinario delantero centro, un gran dominador del balón en los albores del balompié en Europa. En su país había jugado ya en el Basel y había sido co-fundador del Zürich. Con esta gran experiencia le sobraba para ser el mejor jugador de principios de siglo en Cataluña. Además era todo un sportsman que destacaba en deportes tan distintos como rugby, ciclismo o atletismo. Entre 1899 y 1904 marcó la friolera de 119 goles en 51 partidos. Formó una dupla histórica junto a su amigo alemán Udo Steinberg. Ambos fueron el terror de los rivales barceloneses de principios de siglo.

Hans Gamper

Hans Gamper

El heredero de Gamper en el primer equipo fue su íntimo amigo Carles Comamala. Hijo de canario y vasca, madrileño de nacimiento y catalán de adopción, fue un personaje apasionante, un auténtico humanista de todo lo que le rodeaba. Era un delantero de extraordinario talento que además de demostrar medias goleadoras increíbles fue capaz de jugar en todos los puestos del campo según las necesidades del equipo. Fue el referente goleador blaugrana entre 1903 y 1912 y marcó 171 goles en 151 partidos. Metió el gusanillo del fútbol a sus hermanos Arseni y Aureli, que fueron compañeros suyos defendiendo los colores del Barça. Aparte de su actividad como jugador, tuvo tiempo para ser directivo del club, fue cofundador de los clubes Irish, Galeno y Universitari y un destacado practicante de rugby, natación y atletismo. Tras dejar el fútbol ejerció como periodista y fue uno de los más destacados traumatólogos de Catalunya a principios del siglo XX.

El siguiente gran goleador azulgrana fue el primer gran crack mediático del club: Paulino Alcántara. El filipino no era delantero centro; de hecho su posición más habitual era la de interior izquierdo y en la práctica se movía por todo el frente de ataque. Sin embargo, su impacto goleador le hace merecedor de entrar dentro de esta cadena cronológica de goleadores. Es el máximo realizador de la historia del Barça y está considerado el mejor jugador asiático de la historia. Su imagen habitual, con un pañuelo blanco sujetado por una punta en la parte delantera del pantalón, se convirtió en uno de los iconos del fútbol de principios de siglo. Desde su posición de interior aprovechaba para ejecutar su impresionante disparo a puerta por el que fue conocido como Romperredes. Este apodo viene de un encuentro internacional entre Francia y España disputado en 1922 en el que conectó un chut que rompió la red defendida por el meta galo. Su superioridad era técnica y física; de hecho estudiaba medicina y mantenía una condición atlética superior a la de sus colegas. Sus cifras lo dicen todo: 369 goles en 357 partidos. Es el jugador más joven en debutar con el Barça en la historia y formó la primera delantera mítica de la historia del club junto a Piera, Samitier, Gracia y Sagi. En este quinteto hay otros dos grandes delanteros, Gracia, cuyo indiscutible nivel quedó tapado por el nivel de sus compañeros; y Sami, el hombre langosta, un jugador que logró 333 goles en su carrera sin ser nunca delantero centro.

Paulino Alcántara

Paulino Alcántara

Contemporáneo a Alcántara y con un paso tan efímero como impactante por el club, surgió casi de la nada la figura de George Pattullo, un formidable escocés de gran corpulencia y un goleador magnífico tanto con sus cabezazos como con su pierna diestra. Era famosas sus corajudas entradas al área con enorme determinación que terminaban en sus potentísimos disparos a puerta. Fue el gran goleador del club entre 1910 y 1911 con 42 goles en 23 partidos, pero su prioridad no era el fútbol. De hecho, en ocasiones se perdía partidos importantes porque coincidían con partidos de tenis que no quería dejar de jugar. Su figura está siendo estudiada por muchos investigadores barcelonistas que están descubriendo nuevos detalles sobre su carrera en los últimos años. Sin embargo, para la mayoría de los culés, es un hombre desconocido cuyo nombre debe ser reivindicado. Durante los años diez hubo otros arietes, como Vicente Martínez o Pepe Rodríguez, que fueron dignos herederos de las estrellas anteriormente citadas. A finales de los años veinte y principios, el gran referente del equipo azulgrana fue el chicharrero Ángel Arocha, un goleador de calidad espectacular, que hacía todo tipo de cabriolas y que logró 210 goles. Su carrera, como la de muchos de sus contemporáneos, acabó en la Guerra Civil. Perdió la vida en el frente de Balaguer con apenas 31 años.

Otro gran goleador perdido para la causa por mor de la guerra fue Josep Escolà, un delantero inteligente, con visión de juego, calidad y potente disparo a portería. Cuando estaba en su mejor momento estalló la Guerra Civil y emigró junto con el resto del equipo en una gira que les llevó por México y Estados Unidos. Posteriormente, estableció su domicilio en Francia y jugó en el Sète, equipo francés en el que permaneció hasta 1940. Ese año volvió a Barcelona pero para colmo fue sancionado con un año de suspensión por la federación franquista. A pesar de estos impedimentos llegó a jugar 185 partidos en el cuadro azulgrana con el que consiguió 201 goles y conquistó 3 Ligas y 1 Copa.

César Rodríguez

Tras la guerra, y en mitad de una situación de penuria social y económica del club, emergió la figura de Mariano Martín. El palentino fue un gran goleador, conocido como la Furia del área por su enorme determinación de cara a portería. No era un superdotado en lo técnico pero por su intuición y gran remate de cabeza se convirtió en todo un referente y una de las pocas alegrías de la afición culé de la posguerra. Con 25 años sufrió una gravísima lesión de rodilla de la que nunca se recuperó totalmente y no volvió a ser el mismo. Y de un cabeceador a uno de los mejores, César Rodríguez, el Pelucas, que ha pasado a la historia por la calidad de sus remates de cabeza pero que era mucho más que eso: fue un hombre elegante en sus movimientos, fino y que a pesar de su poca corpulencia se las arreglaba para esta bien colocado para el remate. Fue uno de los hombres más queridos por la afición azulgrana y no tuvo problemas en ceder su puesto a Kubala para moverse hacía el interior diestro con tal de beneficiar al colectivo. Fue el gran goleador de su época y solo Leo Messi le ha desbancado de ser el mejor goleador de la historia del club en encuentros oficiales. Hubo un tercer gran cabeceador en esa misma década. Fue Sandor Kocsis, Cabeza de Oro. El húngaro, que siempre partía desde el interior derecho, pasaba por ser el mejor jugador por alto del fútbol mundial junto a Tommy Taylor. Llegó al Barça ya con 29 años y en seis temporadas demostró su calidad y profesionalidad. En Barcelona se reunió con sus compatriotas Kubala y Czibor y juntos formaron una delantera de una dimensión desconocida hasta la fecha en la Liga española.

Quien por supuesto merece una página aparte es Laszi Kubala. De todos es conocida su dimensión dentro del F. C. Barcelona por su impacto tanto en el ámbito deportivo como en el social. Hay un equipo antes del húngaro y otro después de él. La ciudad condal se volvió loca con un futbolista que era mucho más que un delantero; era un hombre creativo que enseñó gestos técnicos desconocidos en estas latitudes. Desde los controles con el pecho hasta los efectos fueron elementos que le hacían parecer un mago que iluminó los terrenos de juego durante los años cincuenta. Pero si alguien quiere conocer la verdadera dimensión de este futbolista, hay que remitirle a una publicación de rabiosa actualidad titulada Kubala!, escrita por Frederic Porta y editada por Saldonar. Si alguien lee esta novela/biografía y no se conmueve, es que el fútbol no es lo suyo. Es una lectura obligada no solo para los culés, sino para todos los futboleros y amantes de la historia y de Barcelona.

Kubala, Kocsis y Czibor

Durante la etapa de Kubala, además de los César y Kocsis, hubo otros dos delanteros que dejaron huella: Evaristo y Eulogio Martínez. El brasileño fue un atlético delantero centro que destaca por su técnica individual y valentía en el remate de cabeza. Muy pronto demostró su calidad y sus cifras estuvieron cercanas al gol por partido en sus cinco temporadas en Can Barça. Fue el hombre que logró el gol que dejó al Real Madrid fuera de la Copa de Europa por primera vez en la historia. Esa es su imagen más recordada como azulgrana. Paradojas del destino, en 1962 no accedió a nacionalizarse español y terminó fichando por el Real Madrid. Mientras tanto, Kokito Martínez fue jugador con una habilidad increíble y especialista haciendo sombreros, al que se conoció como el Abrelatas. Durante siete temporadas levantó de sus asientos a los aficionados con su enorme calidad.

Otro sudamericano les sucedió con el nueve a la espalda. Fue Cayetano Ré, otro paraguayo que vivía en el área como si fuera su propia casa. Tuvo tres temporadas a gran nivel pero acabó siendo apartado del equipo por mal comportamiento en la temporada 65/66 junto a Vicente. Los complicados sesenta y principios de los setenta del Barça no tuvieron un goleador hegemónico y fueron pasando por el equipo el luso-angoleño Jorge Mendonça, el navarro José Antonio Zaldúa y el canterano Ramón Alfonseda, igual que el Tigre Barrios y Teófilo Dueñas, jugadores que dieron muestras de gran profesionalidad y tuvieron buenas rachas goleadoras pero que no lograron ser hegemónicos. Durante la etapa en el club de Johan Cruyff jugó Manolo Clares, ariete madrileño que permaneció cuatro temporadas en el club y que pasó a la historia por marcar cinco goles en un encuentro liguero ante el Valencia.

Quini

Tras años sin un referente goleador claro, el Barça contrató en 1978 al austriaco Hansi Krankl, uno de los más reputados goleadores del fútbol europeo que llegaba al club tras haber sido Bota de Oro. Era un hombre de área pequeña, de los que se alejan de la jugada para buscar el remate. Su llegada al club fue fantástica, siendo Pichichi en su primera campaña. Todo le iba de dulce hasta que tras ser un hombre clave en alcanzar la final de la Recopa, sufrió un accidente de coche en plena Diagonal que estuvo a punto de costarle la vida a él y a su mujer, que fue ingresada en estado muy grave en un hospital barcelonés. Cientos de aficionados del club enterados de la noticia se dirigieron al hospital a donar sangre y a hacer guardia en espera de noticias. Al final, tanto el austriaco como su esposa se recuperaron satisfactoriamente. Con su mujer todavía ingresada, y muy afectado, jugó la final de Basilea y logró un gol decisivo para el triunfo. Sin embargo, y tras ser un héroe, vivió la peor cara del fútbol al ser apartado del equipo por sus discrepancias con Rifé. Volvió a la disciplina del plantel tras el cese de Quimet, pero no volvió a ser el mismo y terminó viniendo el Brujo Quini para sustituirle. El cazagoles asturiano llegó con 31 años al equipo azulgrana y todavía tuvo tiempo para ser dos veces Pichichi. Su gran profesionalidad y bonhomía le hizo meterse en en bolsillo a la gent blaugrana, todavía más tras ser liberado de un secuestro que le tuvo 25 días en cautiverio.

En la era Venables, llegaron los arietes británicos. El escocés Steve Archibald fue decisivo en el logro de la Liga 1984/85, en la que fue el hombre gol del equipo. Sin embargo, su rendimiento fue decayendo poco a poco y el técnico inglés apostó por el fichaje de Gary Lineker y Mark Hughes. El inglés demostró su calidad y olfato goleador durante años y, aunque no logró los niveles goleadores de su etapa en Inglaterra, fue el killer del equipo durante tres temporadas. En su tercer año en el equipo bajó su productividad ya que a Johan Cruyff se le ocurrió la genialidad de colocarlo en muchos partidos como extremo diestro. En cuanto a Hughes, por aquel entonces un tanque galés que jugaba siempre de espaldas a portería, pasó con más pena que gloria por el club.

Durante la etapa del Flaco, el Barça tuvo dos arietes muy distintos entre sí: Julio Salinas y Romario. El vasco era un hombre capaz de marcar goles imposibles y de fallar cosas increíbles. Siempre era elemento de debate pero sus cifras goleadoras fueron apreciables y poco cuestionables. Al igual que con Lineker, el técnico holandés lo situó como extremo diestro durante largas temporadas. En cuanto a Romario, solo se puede decir que era la perfección hecha futbolista. Tenía todos los recursos técnicos y físicos, cambio de ritmo, regate, remate… Siempre que quiso fue el mejor. Tenía el problema de su poca profesionalidad pero la temporada que rindió en plenitud fue una de las más recordadas de una individualidad en la historia del Barça. Por aquella época también jugaba Stoichkov, un gran goleador que sin embargo jugó siempre como extremo y muy pocas veces en posiciones interiores. En la etapa final de Cruyff se fichó al bosnio Meho Kodro, que estuvo muy lejos de ser el gran goleador que había demostrado ser en la Real Sociedad.

El heredero de Romario fue Ronaldo Nazario, un delantero brasileño que marcó época y que firmó una temporada absolutamente increíble en la que fue máximo goleador y mejor jugador del mundo en la temporada de Robson al frente del club. En su única temporada en Can Barça, la 1996/97, dejó boquiabierto al mundo y los culés se frotaban las manos pensando que aquel jovencito iba a llevar al club a las mayores cotas. Sin embargo, el jugador terminó firmando al final de temporada por el Inter, lo que supuso un enorme cisma social. El sucesor del Fenómeno fue Sonny Anderson, un jugador que estaba a años-luz del que era mejor jugador del mundo, por lo que el técnico del momento, Louis Van Gaal, pidió el fichaje de Patrick Kluivert. El holandés era un ‘9’ clásico de la escuela Ajax, muy bueno técnicamente, excelente jugando de espaldas a la portería y con todas las virtudes que podría desear un delantero. Sin embargo, se le acusó en su etapa azulgrana de tener poco gol. Para marcar esos goles llegó el Pibito Saviola, que pareció durante un tiempo ser un mesías pero que terminó por decepcionar a la parroquia culé. El verdadero mesías no tardaría en llegar.

A partir de ahí, los delanteros de la era de oro del club: Samuel Eto’o y Henrik Larsson, los héroes de París en la etapa de Rijkaard y la aparición del canterano Bojan Krkic. Poco se puede añadir sobre ellos que no sepan ya los lectores. Lo mismo se puede decir de Zlatan Ibrahimovic, genio y diablo en un solo cuerpo. Y por supuesto, el surgimiento de Leo Messi, el que va camino de ser el mejor jugador de la historia del club, si no lo es ya. Poco se puede añadir a toda la literatura que lleva acumulada un hombre que compite por ser el mejor jugador del planeta de todas las épocas.

Dejemos un pequeño espacio a la prospectiva. No es bueno exagerar sobre los jóvenes canteranos, pero apuntamos un par de nombres de cara al futuro que ya están en la cabeza de muchos: el camerunés Jean-Marie Dongou y el canario Sandro Ramírez. Dos matadores que han roto estadísticas en categorías inferiores pero con los que hay que tener paciencia para que no se repita el caso Bojan. De momento, y por muchos años, disfrutemos de Leo.

 

* Ángel Iturriaga Barco es Doctor en Historia y miembro del GIHNT (Grupo de Investigación de Historia de Nuestro Tiempo). Autor de ‘Diccionario de Jugadores del FC Barcelona’ y ‘Diccionario de Técnicos y Directivos del FC Barcelona’.


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– Fotos: Reuters – EFE – AP – FC Barcelona – La Vanguardia – Mundo Deportivo




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