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"La competición no forja el carácter. Lo revela". Imanol Ibarrondo


Champions 2012-2013 / Análisis / Fútbol

Problema en las áreas

por el 14 febrero, 2013 • 20:47

Volver a reinar en Europa, ser el rey de reyes y demostrar por qué es el club más laureado del siglo pasado se ha convertido en un imperativo en los últimos tiempos en la mente de todo aficionado al Real Madrid. La ansiada Décima es una historia de tragedias y fracasos escrita a base de lágrimas desde hace una década con el Santiago Bernabéu siendo el escenario de todas esas experiencias vividas. Un cúmulo de todas estas tristezas forma una especie de ansiedad que solo es única en el conjunto merengue y llega hasta crispar a los propios futbolistas.

Con este entorno tan especial y poco casual partía la nueva travesía del Real Madrid 12-13 en busca de tan ansiado sueño; su rival, el siempre temible Manchester United. Un equipo difícil de digerir en todos los aspectos: son competitivos en muchas áreas y ante todo provocan respeto por sus aparatosas vitrinas llenas de títulos. Es una eliminatoria con sabor a UEFA Champions League en todos los sentidos. Los británicos quizás sean los encargados de cerrar otro fracaso o ser el primer capítulo de una epopeya.

Ayer se escribieron las primeras líneas de un enfrentamiento que ya solo con el resultado augura un partido de vuelta trepidante. El resultado favorece al cuadro mancuniano, pero si algo ha dejado claro el conjunto de Alex Ferguson es que no son especialistas en crear partidos cerrados, saben moverse cuando el partido es frenético y hay un intercambio de golpes. Lo busca así de manera continua. Ahora es hora de medir los frutos recogidos y todo indica que el United debería adaptarse al nuevo escenario que se abrirá dentro de tres semanas en Old Trafford. Ayer se dejaron algunos apuntes interesantes durante el transcurso del partido.

PROBLEMAS DE COHESIÓN

Empecemos por los protagonistas. Ningún cambio a gran escala en el equipo que está bajo las órdenes de José Mourinho. Sacó su habitual 4-2-3-1 con la única y leve variación de la inclusión de Raphaël Varane en el once. Algo lleno de lógica visto su alto rendimiento en partidos de máxima exigencia aparentando ser un veterano, cuando parece que fue ayer que dejó la adolescencia de lado. Apostó fuerte por Di María, que sigue bastante lejos de su mejor versión: aquella donde desequilibra con su desborde y su capacidad inventiva genera situaciones favorables para sus cómplices. Es pronto para sacar conclusiones, pero el miércoles se salió de esa tónica negativa, recuperó el vértigo de antaño y tomó decisiones buenas. Ojalá sea un cambio a las próximas finales donde está en juego un proyecto en el que reina cierta coherencia desde el banquillo.

El que sí que sorprendió fue Sir Alex Ferguson con su once inicial. Todo el mundo daba por hecho que Fergie sacaría sus activos más sólidos sin balón para facilitar el robo y salir al espacio. No fue así. La idea sí, pero los componentes que la formaron fueron netamente distintos a los que todo el mundo daba como favoritos: jugando con cuatro futbolistas (Kagawa, Rooney, Welbeck y Van Persie) cuyo cuerpo les pide vivir en campo rival, ser dominantes y ante todo ser una garantía de cara a portería, que al fin y al cabo es lo que computa para obtener la victoria. Por detrás suya un doble ‘5‘ formado por Michael Carrick y Phil Jones. El primero es orden y posición para no perder el norte; el segundo, mucho más agraciado en el ámbito físico pero no exento de colocación. Lanzó a los leones a Evans, quizá el central más cuestionable hace unos meses, pero que ha evolucionado y cambiado y ahora es un central de ciertas garantías, ya no resulta tan sensible al error. Un 4-4-2 con Welbeck + Rooney de inicio apostillados en las bandas, izquierda y derecha, respectivamente, dejando todo el eje horizontal para el samurái Shinji Kagawa. El motivo de la posición de Rooney era claro: encontrarlo cuánto antes y que junto con Kagawa fuera el hombre orquesta de los Red Devils.

Tras el pitido inicial, las emociones estaban a flor de piel y cuando todo se rige de manera unilateral hacia ese ámbito el Real Madrid se siente como Pedro por su casa. Un Bernabéu lleno hasta la bandera con hambre de recuperar el reconocimiento perdido en el viejo continente y con Cristiano sumergido en ese ambiente desde el primer momento. Solo De Gea, con su maravillosa intervención al disparo de Fabio Coentrao a los 5′, y más tarde Welbeck con un cabezazo a la salida de un córner, bajaron la expectación.

Leve bajón en el juego y desánimo en el rostro de ciertos futbolistas merengues, pero como en toda historia debe haber un salvador, alguien que revierta la situación, y ahí apareció Cristiano para dar un salto de fe. Marcar el empate, relajar la crispación que ya se respiraba en el estadio y darle una inyección de adrenalina a sus compañeros. Demostrando también un IQ futbolística soberbia quedándose emparejado con Evra, el componente de esa línea defensiva que menor altura posee. Una vez más, se había pasado de la euforia a la decepción para volver a desear trotar y someter al United.

Ayudó el conjunto de Sir Alex Ferguson a afianzar esta imagen. Ya dijimos anteriormente que su línea defensiva es lenta para retornar a campo propio y le cuesta seguir el ritmo de los futbolistas puramente ofensivos. Pueden surgir dos variables: una que la defensa se atreva a seguir el ritmo y deje auténticos agujeros negros tras su espalda por intentar estar más cerca de su línea de centrocampistas; la otra opción es más conservadora y consiste en quedarse atrás, donde Evans & Ferdinand saben que son hábiles y actúan con tranquilidad. Ambas posturas facilitaban a un Real Madrid que o bien tenía espacios a los que atacar tras la espalda de de la dupla defensiva o bien facilitaba las recepciones sobre tres cuartos, donde se crea la magia y se desata el auténtico fútbol del Real Madrid en ataque posicional.

Özil dejó detalles de grandeza, supo generar ventajas y conectar de manera frecuente con un Di María más acertado de lo habitual. Solo faltó que Benzema se quisiera unir a la fiesta donde el Manchester United abría sus puertas para acoger al conjunto merengue. El caso de Karim es desesperante. Ver a un futbolista con un talento innato descomunal que lleva varios meses sin sumar. Su cabeza desconectó del fútbol tras la exhibición contra el Athletic hace más de tres meses. Se le necesita, no solo para anotar goles, sino para generarlos y poder alejar a Cristiano del área, que últimamente se ha convertido en sus aposentos reales.

El Madrid tenía sometido a un Manchester United que nunca se dejó llevar por la situación. Quitó de su plano inicial el retener grandes cantidades de posesión y verticalizó sobre la figura de Van Persie, que dejó en evidencia que Ramos no está a su mejor nivel ni de activación mental y tampoco a la hora de sacar sus gratas condiciones físicas. Por la izquierda corría el imparable Welbeck, que también se sumó a buscar las cosquillas al central andaluz. Varane tenía que ir al rescate y fruto de su inexperiencia cedía saques de esquina. Esto es un detalle importante: el Real Madrid no sabe defender bien este tipo de jugadas, que acabaron dando oxígeno a un United desfondando territorialmente pero que aun así era capaz de plantarse en el área de Diego López y abofetearlo.

Los primeros 45 minutos dejaron una consigna clara: el Real Madrid tenía la iniciativa pero le faltó lujuria y pasión en los últimos metros, mientras que el United no quería el balón pero sí contaba con una pegada y unos futbolistas que necesitan muy poco para sembrar el pánico en la mente de todo aficionado madridista. Seguramente, si la cohesión entre defensa y centro del campo del Manchester United hubiera sido mejor, podríamos haber visto un partido menos espectacular. Hizo que la excitación creciera y estaba claro cuál iba a ser la medida para regular esta serie de despropósitos tras el descanso.

REPLIEGUE BAJO, ATASCO BLANCO Y PROBLEMAS EN AMBAS ÁREAS

El hecho que cambió el partido fue el cambio en el ideario de Ferguson. Vio que su equipo podría acabar perjudicado en un intercambio de golpes de manera frecuente y decidió minimizar esto y que las ocasiones fueran menores. Escoró a Kagawa en la banda izquierda, donde antes se encontraba Welbeck, que pasó a tener una posición de delantero mucho más definida. Quería explotar el sensacional partido del joven internacional inglés y anexionarlo al poderío aéreo que estaba demostrando Van Persie en su particular pugna con Sergio Ramos. Dos referencias capaces de descargar balones aéreos con soltura y dar desmarques de ruptura al espacio. Sir Alex se guardaba su tridente bajo la manga y optimizó la parcela defensiva con un repliegue bajo. Dos líneas de cuatro hombres bien juntitas para matar los espacios entre líneas.

Ahogaron a Özil, principal catalizador de ventajas tras la incomparecencia de Benzema en el partido. Ya no se veía un Xabi Alonso dominante, sus problemas de pubis acabaron pasando factura, y solo Di María y Cristiano Ronaldo conseguían generar situaciones favorables que De Gea se encargaba de menospreciar haciendo gala de sus reflejos. Durante este tramo final se volvió a ver que este Real Madrid no es el de Xabi Alonso, no es el mismo del año pasado. No ves pasar el mismo río dos veces: lo mismo sucede en el mundo del fútbol. Hay cambios leves y este año Khedira se está consagrando: ya no solo es capaz de ser un maestro a la hora del quite, también sabe dirigir y auxiliar en la base en momentos poco favorables. Por la cantidad de opciones de pase que da sin balón, más su excelso físico que le permite pisar área, da auténticas soluciones a los quebraderos de cabeza de José Mourinho.

Movió ficha Ferguson. Metió veteranía e historia viva como es Ryan Giggs. Le faltó la explosividad para resolver la eliminatoria en una jugada pero fue importante en las ayudas defensivas a Evra. Quitó a un Welbeck, que se vació durante el transcurso del partido, para meter más velocidad. El dibujo para atacar era claro: balón a Van Persie, que fijaba y arrastraba rivales para que Valencia buscara el espacio.

La entrada de Higuaín restó asociación al Real Madrid, que jamás vio ninguna recompensa con el argentino sobre el césped. Lento en movimientos y con sus carencias técnicas más que exhibidas por Europa, aquí se encuentra el problema blanco esta temporada. No son fuertes ni en el área rival y tampoco en la propia. Karim y Gonzalo están muy por debajo de sus posibilidades, más alarmante en el caso del francés, ya que es el cómplice perfecto de Cristiano. Hay poca carga en el área rival y atrás son vulnerables en especial a balón parado. Modric dio minutos de claridad y contemporizó el partido; su capacidad de retener la posesión es sobresaliente y alivió una situación controvertida. La entrada de Pepe fue de cara al futuro: adquirir tono competitivo para las próximas dos finales que tiene en el horizonte el Real Madrid en el Camp Nou y en Old Trafford.

JUVENTUD AL PODER

Hay un hecho curioso en este partido que no deja de ser importante para las próximas temporadas. Siempre es digno de alabar que futbolistas jóvenes rindan en escenarios tan exigentes a un nivel propio de un futbolista en su etapa de máxima madurez: Phil Jones & Raphaël Varane.

El primero creció tras el repliegue. Al estar arropado por compañeros se quitó los miedos de la primera parte y nubló la vista a un Mesut que estaba consiguiendo hacer que la maquinaria blanca funcionara de manera más o menos correcta durante 45′. Tiene un poderío físico descomunal, es casi una apisonadora: por donde pasa lo deja todo liso y perfecto para que sus camaradas se desenvuelvan mejor. Le quitó los focos a un Carrick que llegaba al cita a su mejor nivel desde que fichó por el cuadro mancuniano y deja claro que va a ser un futbolista importante. Polivalente, buen posicionamiento y unas condiciones físicas brutales que le permiten tapar carencias por su clara inexperiencia en determinadas fases del partido.

Varane completó otro partido de jerarquía. Aún está en fase de aprendizaje, pero esta temporada su evolución puede considerarse más que positiva. Ha superado en la rotación a Raúl Albiol y Ricardo Carvalho y cada vez apunta más alto. Comete fallos que costarán algún que otro disgusto, pero la calidad y la planta para ser un central de élite las tiene. El miércoles corrigió a un Sergio Ramos que se vio superado en todo momento. Raphaël apunta a ser importante a corto plazo si sigue con esta línea ascendente.

La primera final de Champions del Real Madrid será en Manchester. Una ciudad que baila al ritmo de Oasis o The Smiths pero que se ruboriza al ver al United llevar su run and score al máximo esplendor. Todo se decidirá bajo la atenta mirada de Old Trafford y aunque las sensaciones sean negativas tras el partido, no cabe olvidar que la historia del conjunto se rige por una norma: las victorias más trascendentales han estado escritas con sangre y sudor. Ese es el hábitat natural del Real Madrid, vaciarse hasta el fondo para llevarse la victoria. Bonito escenario para cerrar el primer capítulo de la ansiada Décima. ¿O será su primer y último capítulo? Nobody knows…

* Paola Cid.

– Foto: Ángel Martínez (Real Madrid)




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