Perarnau Magazine

"Se llama genio a la capacidad de obtener la victoria cambiando y adaptándose al enemigo". Sun Tzu


Frederic Porta / Firmas

Un respeto por la historia

por el 20 marzo, 2012 • 20:21

Si un país se respeta y ama, cuida de preservar y trasladar el bagaje de su propia historia a las nuevas generaciones tal y como fue, consciente de su inmensa valía en cuanto a guía de aprendizaje, semilla de la que germinó la realidad actual. No entremos en aquello, tan manido, del riesgo en repetir errores caso de ignorar sus enseñanzas. Aplicado al deporte, este percal de territorio se antoja un absoluto paño de lágrimas; qué frustrante, qué rabia produce alcanzar tal conclusión. La excusa para el planteamiento, esa corrección de última hora sobre los goles marcados en competición oficial por César Rodríguez. In extremis, antes de enfrentarse al Granada, hemos conocido el ajuste de distancia entre Messi y el Pelucas, autor en realidad de 232 goles y no de los 235 adjudicados por corriente de opinión anterior jamás replicada. De repente, y en la misma tacada, conceden a Paulino Alcántara 369 goles, contra los 357 que datan la gran mayoría de referencias dedicadas al mayor realizador en los 113 años de existencia blaugrana. Y todo marcha así, a la buena de Dios y abandonado de su mano, vaya chapuza continuada.

Suerte de la existencia del Centre de Documentació i Estudis del Barcelona. La inmensa mayoría de clubs, grandes y modestos, o sus federaciones, no disponen siquiera de ese clavo ardiendo donde agarrarse. La falta de consideración hacia los labradores del camino, hacia aquellos que tanto contribuyeron a forjar el imaginario de cada equipo, de cada institución, redunda ya en una carencia absoluta de respeto, digna de ignorancia catedralicia. En otros países considerados, la preservación del pasado deportivo común figura en un altar de incondicional veneración popular. Aquí, los recuerdos, la parafernalia conmemorativa, la memorabilia, las lecciones, las circunstancias del momento, las claves de estudio, yacen en ceniza esparcida por las cunetas, pendiente de redención. Inmensa lástima y umbríos por la pena, en recuerdo de Miguel Hernández, autor, por cierto, de una preciosa poesía dedicada a su amigo Lolo, difunto arquero del Orihuela.

 

DENTRO DE NADA NO SABREMOS NADA…

Como si se tratara de auténticos lunáticos, un pelotón de historiadores dispersos vaga por el territorio realizando su sorda labor de manera desinteresada, en pos de tejer esa cultura común que la rutilante actualidad desteje a diario, perversa Penélope que nos niega disfrutar de la literatura dedicada al pretérito. Si ignoramos de donde venimos, difícil será hallar los caminos correctos para seguir, ya que andamos desprovistos de tal brújula. Máxime cuando, en cambio, algunos se emperran en revisar los anales para acomodarlos a la voluntad del gobernante, ese que desea leer un cuento de hadas antes de enfrentarse a los estantes y anales mirándoles a los ojos, dispuesto a conocer la frialdad glacial de los aciertos y errores. Aquí, lees ciertas componendas y parecen las obras completas de los hermanos Grimm. Pura invención, traje a medida de quien paga y manda. Poco sabemos del pretérito y dentro de nada, será nada. Bueno, bien pensado será la enésima variante aplicada por ese poder etéreo dispuesto a condicionar nuestro pensamiento. Saltemos a los ejemplos, ¿por qué, cómo y cuando se genera la Liga? ¿A santo de qué servicios se concedía o negaba la categoría de Real? Y paramos aquí los interrogantes para dejar fluir los ejemplos a modo de reivindicación, de mentalización si cabe. La auténtica verdad sobre la edificación de Chamartín. Los nueve años sin derribo de Les Corts y su recalificación urbanística. El fin auténtico en la creación del Espanyol. Las interioridades que generaron la tardía fundación del Zaragoza. La tremenda depuración de futbolistas tras la Guerra (In)Civil. La verdad sobre el 11-1. Finales, ay, qué finales: la de Santander en el 28 con la Oda a Plattkó, la del agua en Mestalla, la de las botellas, la que pone fin a la máxima rivalidad entre clubs barceloneses. La mayor gloria y olvido del Real Unión, del Arenas de Getxo, la extravagante aparición del Atlético de Aviación…

Lo que cada club, de cada pequeño pueblo o ciudad significase para el imaginario común, la autoestima de sus paisanos, las señales de identidad donde cada cual fijó su pertenencia emocional… Nada, no vale nada. Aquí, si nos ponemos románticos, la tradición pasa de manera oral desde padres a hijos y así se solidifican leyendas del todo reñidas con la realidad. Demasiado trabajo quizá, eso de corresponder a la pasión común con el afecto por su legado, por mantenerlo veraz y presente como mínimo signo de agradecimiento ante lo aportado al bien común. No, aquí, hay que dar pasto al olvido o barrer bajo la alfombra, no sea que expongamos vergüenzas allá donde creen en la impoluta, perfecta trayectoria de ciertos escudos y colores. Visto el panorama en la historiografía de nuestro fútbol, de nuestro deporte, ni siquiera es ya necesario enterrar a los muertos en el armario, que no existen ni difuntos, ni muebles, ni llave para abrirlos. Si ser historiador aquí es llorar, al menos no debes preocuparte por las ratas de biblioteca que desean desempolvar el archivo deportivo. No existen, simplemente, no hay tal oficio. Y quienes sacan algún libelo, bien se lo han cobrado antes a base de expandir mentiras y vestir de nuevo al santo, cuando igual hablamos de un auténtico truhán.

Sin historia no hay verdad, no hay fútbol ni cimiento donde edificar una convivencia sólida, efectiva. Traicionarla significa deshonrar la memoria de tantas generaciones. Ignorarla es aún pecado peor. A nadie le importa un pimiento: todo se resume en el último gol de Cristiano; en la postrer polémica artificial que ayude a cavar lastimosas trincheras de enfrentamiento; en el titular altanero, irrespetuoso y llamativo que ayude a vender más, a ganar audiencia, a volver resplandeciente la cuenta de resultados. Al amo, en su amplia panoplia de significados, le interesa que no aprendamos nada de antiguas lecciones, de vetustos héroes, de antepasados sin biógrafos ni hagiógrafos veraces. Al pasado sólo se le mira bajo el barniz de la anécdota superficial y divertida. Cuando César Rodríguez cambia la historia deportiva de León para aparecer en Barcelona con alpargatas y maleta de cartón, ahí queda una historia humana digna de ser contada. En otros países la relatan y jalean. Aquí, no; aquí el fútbol, el deporte, nunca será siquiera auténtica cultura popular. Y eso que lo de popular, francamente, me sobra. En el fútbol español, cuando se oye hablar de eso, de cultura, hay dirigente que se echa la mano al cinto, como los tunantes de antaño. Nunca aprenderemos nada. Tanto como costó acabar con la funesta epopeya de la Furia para pasar a la triunfal filarmónica de talentos musicales y aún ni nos suena de algo el estribillo. Historia es tolerancia. Historia es lección cívica. La primera forma de embrutecer al fútbol pasa por no darle entidad intelectual, esa vida insuflada sin la que no pasaría del opio del pueblo que es y no debería nunca ser. Quede aquí este clamor lanzado en el más puro desierto.

 

* Frederic Porta es periodista. En Twitter: @fredericporta

– Fotos: Barça 5 Copes – Atlético Aviación – Chamartín 1925 – Les Corts




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