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Fútbol / Crónicas 2014-2015 / Inglaterra

Van Gaal, Fellaini y el juego de posición

por el 3 noviembre, 2014 • 10:35

 

Desde el primer partido de pretemporada, la idea futbolística de Louis van Gaal no ha cambiado ni un ápice, pero la incorporación tardía de fichajes, las numerosas lesiones y la búsqueda de recursos a corto plazo para cortar la hemorragia de resultados negativos han hecho que pasados tres meses ni sistema ni componentes se identifiquen con aquel equipo que deslumbró en pretemporada. Sin embargo, Van Gaal sí ha dejado claro que Blind como mediocentro y Rooney por detrás de los delanteros –bien como mediapunta cuando juegan con dos nueves, bien como interior con vuelo cuando falta uno de ellos–, son dos apuestas sobre las que no negocia. El técnico holandés considera que colocar al capitán inglés como delantero es limitar su radio de acción, así que la baja de Falcao contra el Manchester City desechó el 4-4-2 y Rooney –que volvía al equipo tras tres partidos de sanción– sacó a Mata del once para jugar de interior a la misma altura que Fellaini en el 4-1-4-1 que dibujó el Manchester United.

Repetía en el equipo titular Fellaini, que sin ser el perfil de Van Gaal para ejecutar el juego de posición sobre el que trabaja para que fructifique a medio plazo sí funciona como válvula de escape cuando el equipo tiene dificultades para superar líneas de presión fuertes, buscando su cabeza mediante balones largos para que deje de cara a los extremos e interiores para activar así una zona de tres cuartos a la que todavía cuesta llegar en asociación colectiva. Esta alternativa al plan principal, el estado de forma del belga y su compromiso a la hora de arropar a un Daley Blind todavía curtiéndose para ejercer de mediocentro único en un equipo de semejante envergadura han dejado fuera de momento a Ander Herrera. El bilbaíno es el perfil perfecto para esta filosofía de juego que reclama velocidad en la circulación de balón, precisión y movimientos para crear líneas de pase, pero la presencia de Fellaini quizá sea un inteligente paso a un lado –se endurece el centro del campo sin dejar de trabajar en la primera fase del ataque, sabiendo que a Ander no le costará engranar en el equipo cuando vuelva– para poder seguir dando pasos hacia adelante.

Esta línea de cuatro por delante de Blind se completaría con los extremos zurdos Di María y Januzaj, siendo el belga el que jugaría a pierna cambiada. Enfrente, Pellegrini, ante la baja de Silva, renunció a jugar con mediapunta y formó en 4-4-2 en línea con Demichelis en lugar del lesionado Mangala como pareja de Kompany en el centro de la zaga, Clichy entrando a última hora en el lateral izquierdo sustituyendo al también lesionado Kolarov, Fernando y Touré en la medular, Navas en la banda derecha, Milner en la izquierda y Jovetic y Agüero arriba.

El City colocó el bloque muy alto para intentar dañar la salida del balón de un United que recurría a la salida lavolpiana para conseguir superioridad numérica en esa fase abriendo mucho a los centrales e incrustándose Blind entre ellos para recibir. La intensidad en la presión de los locales y la falta de un receptor de calidad por delante del mediocentro holandés –ahí se echaba de menos a Ander– obligaba a Di María y Rooney a bajar para dar continuidad al juego, siendo Fellaini la opción para un juego más vertical. Sin ser demasiado fluido, el Manchester consiguió en más de una ocasión plantarse en campo contrario asociándose, pero adolecía de falta de profundidad para generar peligro cerca del área de Hart.

Como hiciera el domingo anterior con Cesc, Van Gaal mandó a Fellaini a marcar al hombre a Fernando para evitar una salida limpia de balón, y el City, que echó de menos a Silva en ataque estático, lo acusó. A la contra la historia iba a ser distinta. Primero Zabaleta por la derecha y después Fernando por la izquierda un minuto después iban a irrumpir para meter sendos balones a Navas –tras dejada perfecta del Kun– y Agüero que De Gea solventó de una forma que ya no sorprende en él. Su momento de confianza ha acabado de elevarle a un nivel estratosférico que tendrá la trascendencia mediática que le corresponde cuando su equipo consiga resultados y se pueda decir sin faltar a la verdad aquello de que es un portero que gana puntos.

A los 38 minutos, el partido iba a reventar. O más bien, Smalling lo iba a reventar. El central diestro del Manchester United –que se había cargado con una amarilla absurda seis minutos antes por obstaculizar un saque de Hart– se precipitó en una internada de Milner por la izquierda que no presentaba peligro inminente, midió mal y se ganó una expulsión que el propio Van Gaal calificó de estúpida al final del encuentro. Fellaini se colocó como central momentáneamente, pero en los tres minutos que tardó Carrick en entrar al campo sustituyendo a Januzaj le dio tiempo a hacerle un penalti absurdo al Kun que pasó desapercibido para el árbitro. Así pues, el United se recompuso en un 4-4-1 con Carrick y Rojo como centrales, Blind y Fellaini en el doble pivote, Di María en la banda derecha y Rooney como extremo izquierdo.

El Manchester United encaraba el segundo tiempo replegado en su propio campo, intentando juntar las líneas al máximo y subiendo la intensidad defensiva, partes todas de un plan que buscaba minimizar daños ante el arreón local que se venía. En este contexto de superioridad numérica emergió la figura de Touré, que con metros para conducir y facilidad para pisar área puso cuesta abajo el campo hacia la portería de De Gea. En pleno sufrimiento visitante, Marcos Rojo se dislocaba el hombro y era sustituido por el joven McNair, que pasaba a formar una pintoresca pareja de centrales con Michael Carrick. Van Gaal montaba un circo y le crecían los enanos. Las bandas del City comenzaron a apurar la línea de fondo con facilidad, hasta que en el minuto 62 se rompió el marcador. En un gol calcado al que le daría el empate frente al Chelsea, Touré filtró un balón a la espalda de Di María que aprovechó Clichy para servir el gol a Agüero, que marcó su décimo tanto en diez jornadas.

El United solo podía salir de su cueva a base de conducciones largas de Di María y Rooney, pero el resultado obligaba a arriesgar y Pellegrini buscó en Nasri y Dzeko –que entraron por Milner y Jovetic– para aprovecharse de esto y aprobar la gran cuenta pendiente de esta temporada: cerrar los partidos. El City se armó en 4-2-3-1 con Nasri como mediapunta, Agüero en la izquierda y Navas en la derecha, pero su ímpetu disminuyó, y a pesar de que pudo sentenciar, la sensación de fragilidad del resultado se respiraba en el ambiente. Tuvo ocasiones el United con un jugadón de Rooney que acabó en parada de Hart a disparo de Di María y otro de Van Persie sobre la línea de fondo que terminó del mismo modo. A siete minutos del final, y viendo que el partido no se cerraba por aplastamiento, Pellegrini metió a Fernandinho por el Kun para cerrarlo cortando el grifo de las transiciones.

El United dejó una imagen competitiva bastante alentadora de cara al futuro, pero los errores individuales, las lesiones y la falta de confianza siguen poniéndole zancadillas al crecimiento del equipo. Inculcar el juego de posición a un equipo que lo desconoce por completo lleva tiempo por buenos que sean los jugadores –cada uno en su estilo, Cruyff en Barcelona, Bielsa en Bilbao o el propio Van Gaal en Múnich, estuvieron con un pie fuera del club para dejar luego una herencia impagable en dichas instituciones–, pero los frutos que puede dar tener paciencia con Van Gaal pueden ser exquisitos. De hecho, lleva 25 años demostrándolo.

* Alberto Egea.





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