Perarnau Magazine

"Cada acto de aprendizaje consciente requiere la voluntad de sufrir una lesión en la propia autoestima". Thomas Szasz


Firmas / Frederic Porta

E-pistolario: Regreso al pasado

por el 20 agosto, 2014 • 12:38

 

Querido Martí:

Vaya, hemos vivido el Gamper y uno se siente como si le hubieran metido en el túnel del tiempo, recién aterrizado en las primeras ediciones del homenaje al fundador, allá por los sesenta, cuando la tropa salía de aquella comunión de confirmación en la fe, retiro espiritual de dos largos días, como si le hubieran limpiado el alma por fuera y por dentro, renovado de ilusiones. Tiempos, recordarán quienes no luzcan una amnesia selectiva y voluntaria, de rotundas frases acuñadas para la posteridad por el imaginario culé, aquellos jubilosos gritos de “ja tenim equip!” o el no menos entrañable “aquest any, sí!”. Era entonces momento excelso de pretemporada, fiesta mayor a falta de Supercopas y otros títulos oficiales por dirimir. Seamos prosaicos, en aquellos tiempos del desarrollismo, el club ni siquiera había alcanzado lo que se denominaría era alzarecopas, fase posterior en dos décadas cuando por fin caían esporádicos frutos maduros de competición europea entre los considerados para paladares gruesos, sin ninguna finesse. En aquel entonces, Martí, el barcelonismo militante renovaba carnet y fe en la dolorida causa, sentía la euforia de agosto a flor de piel y volvía a marchitarse de inmediato, no fallaba, sin necesidad siquiera de haber comido los turrones. Para los primeros fríos invernales, el club quedaba ya congelado: los nuevos refuerzos no soportaban el peso ni la presión del escudo, la casquivana directiva de turno echaba al míster, siempre interino, y aquello era el manga por hombro continuo hecho club de fútbol, victimismo, fatalismo por doquier y la fantástica excusa de la situación política a mano para tapar las propias vergüenzas de mala gestión. De repente, tras este Gamper como cumbre veraniega, debemos confesar que hemos rejuvenecido medio siglo o casi, cuando volvemos a escuchar los viejas jaculatorias propias de la cruel travesía por el desierto de los sesenta.

Año tras año, como tantas tradiciones de raíz religiosa, se ganaba el Gamper y la gente desbordaba entusiasmo, espléndida ilusión. Este año, la directiva ha querido huir hacia adelante con una rutilante inversión basada en sesudo estudio de improvisación. Compremos cromos, adquiramos centrales a peso muerto, desviemos atenciones, corramos a ver si suena la flauta. Al final, por reducción, esto tan simplista del fútbol se resume, hoy y aquí, en agarrarse al clavo ardiendo de Luis Enrique y a confiar que el zagal sea reedición del Ausente (Pep, of course. Al otro no le echan de menos ni sus presuntos amigos). Que ya es mucho confiar y mucho mundo a cargar sobre las espaldas de este aspirante a Atlas. En eso se sintetiza, amigo, el latido del barcelonismo hoy: Luis Enrique y punto, particular versión de la cofradía del clavo ardiendo, deseo generalizado de que se ponga en plan chusquero, capataz de obra, esclavista, sátrapa o similar que les haga correr lo que no corrieron, por indolencia o irresponsabilidad propia y ajena, durante el último bienio, justo desde que Él dijo bye, bye y se acabó el movimiento ganador generado gracias a la inercia del legado.

Hoy, ni rastro de crítica, ni ganas, no se mira nada del resto. Ya no importa el rechazo a Kroos o Reus, los veteranos zagueros o la compra de cromos por capricho a la Florentino. No, todo pasa por Luis Enrique, el Houdini del escapismo hecho balón, la piedra filosofal para salir del brete donde esta singular directiva accidental ha situado la voluntad y realidad del barcelonismo. Luis Enrique para que Alves, Piqué y Alba vuelvan a ser reconocibles. Luis Enrique para ponerles una guindilla en salva sea la parte. Luis Enrique para conseguir que Neymar marque más goles que visitas al peluquero y al juzgado realiza, un montón. Luis Enrique para convencer al petiso de que vuelva a ser la exageración imposible que era tras un año de simple exageración posible. Ha existido un tremendo bajón anímico en el barcelonismo que nadie ha querido hasta hoy analizar y desde el lunes, Luis Enrique, perejil de cualquier salsa para evitar la depresión. Asturiano que debe tapar a los responsables del creciente desaguisado, obligados en estos meses a dar sensación de control y proyecto definido, impresión de saber por dónde van aun cuando es evidente que les falla el GPS y el sentido de la orientación más básica. Para el barcelonismo, ha sido un corto aunque brutal, vertiginoso viaje desde los días de vino y rosas, maravillosos y ya pasto de colosal nostalgia, a la catatonia más inexplicable y también exagerada, consistente en que le pinchas hoy y no le sacas sangre, de paralizado como está. Ellos, los sucesores de Rosell, siguen sacando partido de esta paradoja. La gente está desanimada y la actual directiva, con el accidental Bartomeu al frente, hace ver que están como muy animados, vamos, a ver si cuela. Es un diálogo de Groucho: los animados son los que han desanimado al personal por su persistencia en el error, pero prosiguen haciéndose el animado porque, en caso contrario, se les cae el montaje. Para desgracia de los desanimados, por supuesto. Y en caso de duda, agítese un Luis Enrique.

El Barça del Gamper mostró recuperación en ciertas ideas básicas de su modelo, que arranca, como todos, en la cultura del esfuerzo. Fallar en el primer punto significa no dar ya pie con bola y seguir la senda de lo anterior. ¿Calidad? Por supuesto. ¿Competencia? Hay que generarla sin regalar plazas en el once titular por razones de jerarquía y rango, tal como, por desgracia, sucedió demasiado en estos duros tiempos de desazón. Se le hincha el corazón al culé solo de imaginar que el relevo anda más que asegurado. Que si se duerme este, aparecerá el excelso Sergio Samper. Que si fallan otros, habrá espacio y tiempo para Munir o aquel barbilampiño que quiera presentarse a oposiciones. Talento hay, y de sobras. La incógnita radica en saber cómo responderá cada cual, si con ganas o renuncia. Y si hay quien lanza la toalla, volvamos a la enésima por aburrimiento, que Luis Enrique ponga sin pestañear al joven, al menos famoso, al que no costó un dineral

Ni fútbol ni Barça, por supuesto, son materia de pensamiento y reflexión. Funcionan por vísceras e intuición. Y hoy, desde aquí, existe mayoría absoluta en el deseo de mirar hacia otro lado, sea con la dichosa directiva, con la fatal dirección técnica, con la inversión desmesurada, con todo y más, si vuelven a ser competitivos. Desde que concluyera la desgraciada campaña anterior, el pulso del barcelonismo ha emitido en sordina continuas señales de alarma. Hay un fuego pavoroso que nadie quiere reconocer por devoción repentina hacia el bombero encargado de sofocar el peligro. Sí, de nuevo, Luis Enrique. Ya veremos como sigue. De momento, con el Gamper, agarrados a un clavo ardiendo y con el cirio encendido al santo fundador, en escenario que ha retrocedido medio siglo para saltar procesos, democracias, transiciones y colocarse casi de golpe en la larga noche del franquismo a la espera de ver, llegada la hora de la verdad y un buen rato de competición, si lo azulgrana se queda en la negritud o vuelve a ver la tópica luz al final del túnel cavado por su propia directiva incapaz. Sí, ése es el nivel de confianza que despiertan los Bartomeu, Faus, Rosell, el nieto del abuelo, Zubizarreta y el corto etcétera de quienes, en apenas cuatro años, han desmontado el pesebre sin saberlo levantar de nuevo, sin saber dónde iba el burro, la vaca, San José o, incluso, el caganer, figura indispensable del belén catalán que basta con dejar donde sea, siempre que cuente con relativa intimidad para no robar el protagonismo del cuadro con su evidente carácter escatológico. Te lo temías: el caganer, hoy, también es Luis Enrique.

Dos más y cierro. Una, que les den dos duros a quienes odian este tipo de reflexiones en público por creer que al adversario madridista, ni agua en materia de miedos, cálculos o confesiones íntimas. Vaya, con lo convenientes que son para el buen gobierno y aún pendientes del vecino para vivir la propia vida, qué cosas, hay que fastidiarse. Dos, cuando salga tu Herr Pep a las librerías –fantástico trabajo, enhorabuena–, a más de un culé se le saltarán las lágrimas al comprobar cuáles son los planes de futuro de Guardiola, completamente alejados del club de sus amores. Un abrazo y que siga la fiesta mayor.

Poblenou, donde se respeta a Gamper

* Frederic Porta es periodista y escritor.





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