"El éxito se mide por el número de ojos que brillan a tu alrededor". Benjamin Zander
Corría el 20 de mayo de 1998, un día histórico para el fútbol español. Seis años antes, el F. C. Barcelona se había proclamado campeón de Europa en el mítico estadio londinense de Wembley por primera vez en su casi centenaria historia. En esta ocasión, otro equipo español repetiría tan anhelada gesta. En efecto, el Real Madrid llegaba al Amsterdam Arena para romper una dilatada maldición que se había prolongado en los últimos treintaidós años. El equipo blanco tenía una sequía en su competición fetiche que databa de la época de los Gento, Santamaría y Sanchís Sr. Aquella cita con la historia tenía un último escollo: la todopoderosa Juventus de Zidane y Del Piero.
El protagonista de tan memorable noche para el madridismo tendría nombre y apellidos: Pedja Mijatovic. El engominado delantero montenegrino firmaría el antológico gol que llevó la séptima Copa de Europa a las vitrinas del club blanco. El equipo piamontés, campeón de Europa en 1996, había yacido en la final de 1997 ante el Borussia Dortmund y atesoraba una plantilla cargada de estrellas en las que, por encima de todos, brillaba el mago francés Zinedine Zidane junto a Davids, Del Piero, Deschamps, Inzaghi y Di Livio. De hecho, el jugador bianconero Angelo Di Livio firmaría una divertida anécdota con Mijatovic.
En una jugada de ataque del Real Madrid por la banda izquierda, Roberto Carlos emprendió una carrera e intentó realizar una pared con Mijatovic. Di Livio intentó cubrir al jugador balcánico y el héroe de aquella noche cayó al césped. Deportivamente, el italiano le dio la mano, mientras Mijatovic advertía un resultado escrito en la mano de Di Livio: 1-0. El partido acabaría precisamente 1-0 con gol de Mijatovic. ¿Era Di Livio un pitoniso?
Pedja Mijatovic, héroe en aquella primaveral noche neerlandesa, saldría del club merengue al año siguiente y recalaría en las filas de la Fiorentina. Curiosamente, Di Livio también abandonaría la disciplina turinesa en 1999 con rumbo al equipo gigliati. Ya como compañeros de equipo, interesado en el resultado que vio escrito en la mano, Mijatovic le preguntaría al volante italiano: ¿Cómo sabías que íbamos a quedar 1-0? La explicación del misterioso tatuaje no sería otra que una prima por un millón de liras italianas que recibirían los jugadores de la Juventus en caso de victoria. Entre bromas, el acreedor Di Livio le diría a Mijatovic que le debía un millón por haber marcado aquella lejana noche el gol que le hizo perder un millón de liras.
* José Ángel Ríos.
– Foto: Tullio M. Puglia
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