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Firmas / Frederic Porta

Post-ales electorales (15)

por el 22 junio, 2015 • 16:54

Laporta Abidal2

Day 15

Vayan por delante mis disculpas, Martí, ya veo venir que saldrá una e-pistola, más que una post-al electoral, en lo que a extensión respecta. Hemos asistido a la ‘première‘ de Joan Laporta en Provença, 300 y nos hemos sentido, de nuevo, anacrónicos ‘kremlinólogos‘. Nos interesa tanto la puesta en escena, la colocación de cada cual, los gestos, el ambiente, como el discurso y el contenido propiamente dichos. Y conste que el ex presidente no ha defraudado en profundidad de mensaje. Bueno, pues empecemos por ahí: Eric Abidal, golpe de efecto aplaudidísimo, birlado a la competencia, que ya lo presentaba como futuro embajador del club. De hecho, lo envió a Nueva York en tales funciones, aunque, por lo visto y comprobado, Abi se guardaba la evidencia: no podía estar al lado de quienes le echaron faltando incluso a la promesa realizada en público y ahora, por puro interés, le querían aprovechar. Laporta arropado por una cohorte de ex glorias de la entidad: Ludovic Giuly, Audie Norris, Gaby Cairo, Enric Masip y hasta un recién retirado como Roger Grimau. ‘Talín’ Alexanco que regresará al “desmantelado” futbol base junto a, fácil imaginar, Albert Benaiges, e incluso Mariano Angoy al que, inmerecidamente, siempre juzgamos como yerno y embajador de Cruyff en etiqueta facilona.

Que Laporta ha vuelto queda claro por su manera de afirmar lemas precisos. Recuerden los del 2003 y familiaricémonos con los nuevos de la ‘rentrée’: los cuatro pilares de Cruyff, Masia, Unicef y Catalunya. Póquer de vigas maestras que, de paso, sirven para atizar a los salientes: a Cruyff lo echaron como presidente de honor, han desmantelado el fútbol base, han enviado Unicef allá donde la espalda pierde su digno nombre -el florilegio es del propio Laporta-, y han sido ambiguos ante la Catalunya del proceso. En ese guiso ya se puede mojar una hogaza de pan y quedar harto, pero hay más mensajes de marketing preparados: “Bartomeu y nosotros nos parecemos como un huevo a una castaña”. Todo se limita a elegir entre corruptos y limpios. Cuando pidió confianza para los que están “limpios”, o sea, él y su compañía, la sala prorrumpió de nuevo en aplausos. Laporta les prometió una nueva “década prodigiosa”, tras haber instalado al Barça en “la cultura de la victoria”. No sabemos con qué asesores dialécticos cuenta ahora. Evidentemente, se lo han currado.

Suponemos que irá alzando el tono y la voracidad conforme avance la campaña y el nerviosismo ajeno. Laporta es de los que va creciéndose en el concierto así que va desgranando piezas del repertorio y arrolla en los bises dedicados a sus propios grandes éxitos. De momento, transmite imagen de mayor sosiego, pretende comunicar que ha aprendido de sus errores e incide en parecer maduro, experimentado. Volveremos a los bandos más tarde, Martí, ahora vamos a por el color, la contracrónica, el ambiente. Nos agrada ir con tiempo a las citas para explorar la bambalina y en la sede rondaban desde ex directivos que regresarán pronto a la partida a ex empleados ilustres, tipo Txema Corbella, que no merecieron la salida propinada. También, descabalgados de las peñas, de la dirección técnica, ex concejales de Esquerra Republicana y algunos incondicionales del “¿cómo está lo mío?” que tanto asistirían a mítines de Mussolini como arengas de Stalin, que ellos nacieron a la suya y a su interés. Entre sombras se movía Joan Oliver, polémico ex director general con el que, obviamente, Laporta sigue confiando aunque sea para confirmar que él va a su aire y es leal a su gente. Aunque caigan al personal como una patada en salva sea la parte, cariz del caso que nos ocupa. Oliver hablaba solo, literal, diciendo para sus adentros, “he perdido a Xavier”. Sólo hay un Xavier aquí, Sala i Martín, otro con doble personalidad: cae de fábula a los soberanistas y revienta al socio conservador que abomina su gusto por las chaquetas. La del acto, morada, por si alguien se interesa.

Gatos viejos, debemos ser, cuando contrastamos ausencias con presencias. Para cubrir la información de aquellos con tirria desatada hacia Laporta, los medios adversarios enviaron a los tres o cuatro no significados o independientes que les quedan en nómina, no fuera a protagonizar el sanguíneo abogado algún pollo con alguien que ha escrito auténticas barrabasadas con dedicatoria, fiel a los cómplices del actual negocio. De ésos, ni uno. Máxime, un director de periódico deportivo para asegurar, suponemos, la maroma de futuro. Un tercio de canallesca, otro de directivos y aspirantes y el resto, ‘claque’ incondicional que se subió al carro por devoción indisimulada hacia el caballero de chaqueta tejana, camisa azul claro y severo bronceado cuando ni siquiera ha llegado la verbena de Sant Joan, el muy puñetero.

Volvamos a los ases bajo manga. Sutil, el movimiento de meter a Luis Enrique en su saco como nuevo teórico en la evolución del modelo establecido. Hábil al no pedir a Guardiola que se moje en este proceso, que es como rogarle por favor que haga un gesto cuando toque, y redondo, acertadísimo, al calificar a Messi de genio con el que tiene telepatía personal y que ya debía saber que Laporta se presentaba antes del propio interesado por ser precisamente eso, un genio. Entre líneas, Martí, dejó caer una sensación: los que estáis en el ajo ya sabéis de sobra por quién se pronunciarían los futbolistas caso de remitirles el dilema Laporta o Bartomeu y no seré yo quien los sitúe en tal brete. Sagaz, el caballero que repite y hace percutir la idea fuerza en la cabeza de los asistentes: la victoria se instaló conmigo en el barcelonismo, dijimos adiós al victimismo. Y nadie le puede rebatir al respecto, sin duda. Decía Churchill que, cuando tienes una buena idea, repítela sin dudar, una, dos, tres veces y a la tercera, calla para escuchar el ruido que provocas. Así, soltar que el Barça debe volver a ser el club de todos cala como una carga de profundidad. Del mismo modo que, por fuerza, debe generar reflexión en el socio que te den a elegir la camiseta que quieres anunciar, Qatar o Unicef, con todo lo que conlleva. Lo de Abidal es un triunfo, como lo es hacerte el olvidadizo con el nombre de pila de la nueva alcaldesa, Ana por Ada, antes de asegurar que el club consensuará con el ayuntamiento el Nou Camp Nou, que es la manera de cargarte el Espai Barça sin despreciar el voto del socio que aprobó el proyecto por referéndum.

Esto no se improvisa de hoy para mañana, Martí, y el kremlinólogo frustrado se dedicó a preguntar abiertamente entre compañeros de viaje desde cuándo trabajaban en equipo. Pues desde enero, tan pronto como convocaron comicios, seis meses ya de preparación, sin saber aún si el cabeza de cartel Laporta daría el paso, pero trabajando al fin y al cabo. Y estar medio año dale que te pego con la candidatura sin que se entere ni Messi entraña en esta ciudad un mérito sensacional. Medio año en espera de que, como reconoció el interesado, acaben de remover hasta los últimos pliegues de tu biografía y acción a la caza y captura de líos y escándalos, porquería con la que inutilizarte. Sólo han conseguido hurgar en los ya sabidos: Uzbekistán y el lío del espionaje interno. Esa certeza de que ya nada nuevo le pueden echar en cara anima a Laporta. Y del mismo modo que podemos desvelar ese medio año de trabajo en la sombra de sus más directos colaboradores, también anuncian los corrillos otro escándalo en dirección a la directiva saliente para mediados de esta semana. Aunque uno ya ha perdido la dimensión de este concepto: días atrás, un periodista crítico hacia la actual junta desveló que el contrato de Neymar contemplaba pagar a medias (¡y lo dejaron por escrito!) entre Santos y Barça la previsible denuncia de la empresa DIS, poseedora de parte de sus derechos. Y no ha pasado absolutamente nada, será que hemos perdido la definición de escándalo. O será que la canallesca del ‘entertainment’ anda más ocupada con la espuma que vende y entretiene, como la manía de preguntar por Sergio Ramos cuando el tema del zaguero y el Barça parece evidente de principio a fin.

Sin perder la buena comunicación no verbal, el gesto atinado, Laporta fue atizando estopa a los salientes como quien no quiere la cosa, ni repara en ello. Dice que no habrá guerra por su parte, aunque advierta que los bandos quedan meridianamente claros. Corruptos y limpios, toma, otra vez. Si ellos un triplete, servidor un ‘sextete’, subrayándolo como mérito de los futbolistas y cuadro técnico que ninguna directiva puede arrogarse. Pam. Ya debían haber convocado elecciones cuando Rosell dio la espantada. Patam. “Ellos son los de Qatar, los que dicen una cosa y hacen todo lo contrario”. Patapam. Y lo dice comedido, sin alzar un decibelio la voz. De vuelta a la década prodigiosa que queda por venir, suponemos que si lo votan, y a la herencia insostenible de Bartomeu, empecinado en repetir mil y una veces las mentiras sin que se le conviertan en realidad, que es lo que anhelaría. “Difama, que algo queda”, fue otra de sus punzantes definiciones, para confirmar que, con una sonrisa en los labios, puedes lanzar el más furibundo de los ataques sin que un grito o una crispación en el gesto te haga perder la razón: “El Barça está procesado por culpa de sus mentiras”. Para ser el primer día, no está nada mal. Crece la curiosidad personal ante la respuesta del otro bando: como acepten los debates, cada uno de ellos, sea televisado o radiofónico, parecerá un asalto donde Bartomeu puede quedar noqueado, máxime cuando el rival le acusa de seguir estando a la sombra de Rosell. Si, por ejemplo, Benedito, Majó o Freixa se apuntan a la golpiza, el presidente saliente puede quedar hecho un guiñapo porque los hechos no fortalecen su opinión. Han ido improvisando para sobrevivir y ahora se hallan surfeando triunfales sobre la ola del triplete. Hasta que el olvido y la fuerza del agua les descabalgue. Deberían tomar nota los navegantes: ahora mismo, Laporta tiene estrategia diseñada y los salientes sólo se escudan tras el triplete. Mal hacen confiándolo todo a las tres copas. O igual es que, francamente, no tienen nada más que ofrecer.

Quedan cuatro semanas hasta la cita en las urnas y ya el primer día actúas con la frialdad de un francotirador, dispuesto a meter la bala entre ceja y ceja rival, al proclamar que “les dejamos el mejor equipo de la historia en lo deportivo, lo social y lo económico. Y ahora, el Barça está procesado por vez primera en la historia a causa de sus mentiras”. Vamos, señal que estás sólo en fase de precalentamiento. Puedes soltar que “estoy encantado con Neymar, pero no hicieron bien su trabajo, es evidente. Tienen al club imputado y, encima, van y te dicen que lo volverían a hacer igual. En mi directiva, Rosell y Bartomeu se mostraron insatisfechos desde el primer momento. Se fueron cuando les abrimos la puerta y volvieron planteando un panorama apocalíptico que no se correspondía con la realidad. Este par es indisociable”. Y podríamos seguir por Peter Lim, Jorge Mendes o el mandoble triple que se llevó alguien emperrado en citarle como testigo de un juicio que no se celebrará. En los USA, los becarios titularían “The Man is back”. Aquí, los kremlinólogos podemos conformarnos con la idea del ‘crescendo’. El triplete da favorito claro, pero los debates ensalzarán a la nueva versión 3.0 de Laporta. Más vale que el ‘establishment’ apriete, no se confíe, ni confunda. Según jueguen sus bazas, corren el riesgo de caer por el propio peso muerto de su evidente incapacidad, se quedarán con el culo al aire porque los incondicionales votarán Laporta, los dudosos preferirán liderazgo y carisma negándoles apoyo y los hartos de la eterna batalla -propiciada por el nuñismo en sus versiones original y postmoderna- pueden irse hacia Benedito o Majó. Hay partido, vaya si lo hay. Y hay una estupenda vitalidad democrática en el barcelonismo, de eso no cabe la menor duda. La primera semana de campaña ha servido para subrayarlo. La ovación que se llevó Abidal, por sincera y espontánea, debe dar que pensar. Qué escribo pensar: enorgullecerse, qué demonios, que Eric bien lo vale. Director técnico tras ser echado a cajas destempladas. Menudo puntazo de salida. Mañana, más.

* Frederic Porta es periodista y escritor.





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